Echar de menos tiene que ser parte de la vida, no un modo de vida

Echar de menos tiene que ser parte de la vida, no un modo de vida
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 23 diciembre, 2019

Aprender a echar de menos también forma parte de nuestra madurez personal. Sentir el hueco permanente de una ausencia puede llegar a ser en ocasiones muy corrosivo, por ello es necesario iniciarnos a la fuerza en el arte del adiós, en ese “dejar ir” que duele y desespera, pero que al fin y al cabo forma parte del ciclo de la vida.

Sabemos que el concepto de “echar de menos” se asocia siempre a la falta de una persona. Sin embargo, es curioso tomar conciencia de algo muy concreto: el ser humano es especialista en echar en falta objetos, situaciones, personas y hasta dimensiones abstractas imposibles de definir.

Hablamos de los vacíos emocionales y existenciales, de esos mundos internos tan complejos que a veces ponen en riesgo nuestra salud mental.

“Alguien dijo que el olvido está lleno de memoria”

-Mario Benedetti-

“Echo de menos la persona que era antes, cuando era más alegre y tenía más esperanzas, más ilusiones”. Esta idea, esta sensación de involución que muchos podemos haber tenido más de una vez es lo que el psicólogo Robert Plutchik definió como “añoranza del ser pasado”, y que incluyó también en su famosa teoría de la rueda de las emociones.

No podemos olvidar que vivir inmersos en esta burbuja sutil con sabor añoranza crea un anhelo desesperado hacia algo que tuvimos o fuimos en un pasado. A su vez, el anhelo deriva en vulnerabilidad, y esta lo hace en miedo e incluso en un principio de depresión.

Así pues, antes de permitirnos ir a la deriva como una Ophelia sumergidos en el mundo acuático de las tristezas, es necesario entrenarnos en el arte del adiós y, sobre todo, en saber echar de menos.

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Ese país llamado “echar de menos”

Existe un país invisible. Hay un mundo paralelo, impreciso e intangible que todos frecuentamos en alguna ocasión, llamado “echar de menos”. Giramos el pomo para entrar en él cada vez que alguien a quien amamos se aleja de nosotros.

Lo frecuentamos cuando dejamos atrás una rutina o una actividad que nos era significativa. Asimismo, habitamos -casi- de modo permanente en este país cuando perdemos a alguien, o incluso cuando sentimos una profunda insatisfacción hacia nosotros mismos.

En este agujero vital reina de forma constante un viento frío llamado anhelo: anhelo por alguien o algo. De hecho, tal y como nos revela la propia raíz latina, ““anhelāre” significa falta el aliento, nos cuesta respirar porque en nuestro corazón hay un agujero por el que se nos escapa poco a poco, la vida.

El país de “echar de menos” es como un lóbrego laberinto donde uno NUNCA debe permanecer mucho tiempo, ya que a medida que avanzamos vamos olvidando el camino de vuelta.

Vivir en este exilio permanente nos sume en la desesperación y en una insatisfacción profunda hacia el presente, hacia el mundo real. Antes de permanecer anclados en este crepúsculo vital, las personas hemos de ser capaces de tomar decisiones inteligentes en estos momentos de complejidad emocional para salir de este laberinto, comprendiendo que echar de menos es parte de la vida, no un modo de vida.

laberinto

Entrenando tus emociones en el arte del adiós

Hay que aprender a cerrar ciclos. A no anhelar lo que fuimos ayer, sino a invertir en lo que podemos llegar a ser hoy. Debemos aprender a echar de menos a quien ya no está a nuestro lado, pero dejándolo ir a un rincón precioso de nuestro corazón, mientras nuestro ser, toma la firme resolución de volver a ser feliz.

La vida es, al fin y al cabo, tomar decisiones, poner un pie delante de otro para salir de esos laberintos personales donde no es bueno quedar atrapados. Reflexionemos ahora sobre qué estrategias nos podrían servir de ayuda en estas situaciones.

“Dejar ir no es darse por vencido, sino aceptar que hay cosas que ya no pueden ser”

Encontrar la salida en medio de la complejidad emocional

Mujer sujetando  una nube por echar de menos a alguien

Echar de menos nos pone en medio de tres poderosos caballos de batalla: la añoranza, el miedo a la soledad y la vulnerabilidad emocional. Son tres enemigos sagaces a los que hay que conocer, controlar y aprender a domar.

  • Vivir la confusión. Con la añoranza y la falta de algo o alguien llega de inmediato la confusión. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué va a ser de mí? Sobre nosotros se abalanzan un sinfín de sensaciones y emociones. Durante un tiempo, tenemos que vivirlas, asumirlas y desahogarlas.
  • Analizar la maraña emocional. Para afrontar el duelo por esa ausencia o ese vacío que acontece en medio del duelo, es esencial analizar y desmenuzar ese tejido emocional que nos ahoga y nos domina.
  • A la añoranza, por ejemplo, se la vence con nuevos objetivos en el presente. El miedo a la soledad, por su parte, se apaga con la valentía de quien empieza a disfrutar de su propia compañía mientras busca, a su vez, el apoyo de otros.
  • La vulnerabilidad emocional se subsana con la valentía de quien mira al mañana con más valor que miedo. Lo hace invirtiendo en resiliencia, en esa fortaleza que nadie nos enseña y que día a día vamos descubriendo con pasos firmes. En solitario a veces y en compañía otras, con la resolución de quien vuelve a tomar el papel protagonista en su propia historia.

 

Hemos de ser capaces de emprender nuevos rumbos en esta vida sin que la sombra de esa falta, esa ausencia o ese vacío pongan en duda nuestras decisiones. El ser humano siempre echara en falta cosas, personas, retazos de un pasado excepcional. Son páginas de nuestra vida que atesoramos con gran cariño, pero son capítulos de un pasado que preceden a una novela donde aún quedan muchas, muchísimas líneas por escribir.


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