El individualismo en la relación de pareja, un fenómeno común
“Tú a tu casa y yo a la mía. Tú haz planes que yo ya tengo los míos. Si tienes problemas resuélvelos tú y no esperes que yo te solucione la vida“. El individualismo en la relación de pareja es un fenómeno común y a menudo bastante descorazonador.
Es cierto que siempre es bueno disponer de nuestra independencia, de ese espacio propio y distintivo dentro de una relación afectiva. Sin embargo, parece que hemos llegado a ese extremo en el que el individualismo saludable deriva en un egoísmo dañino, ese desde el que solo se mira por el propio bienestar.
Los extremos nunca son buenos, pero parece que en los últimos años abundan en exceso estos polos nada saludables. Psicólogos y sociólogos llaman “supersingles” a quienes buscan satisfacer solo las propias necesidades. Lejos de erigir un vínculo maduro, adulto y consciente, miran únicamente por la propia felicidad, evidenciando un ego casi infantil.
Mantener cierto individualismo en una relación de pareja es saludable hasta ese punto en el que el otro se convierte solo en un instrumento del cual valernos cuando nos conviene.
El individualismo en la relación de pareja: ¿por qué ocurre?
El individualismo en la relación de pareja no sería un problema si ambos miembros vieran las cosas del mismo modo. Bien es cierto que cada cual es libre de erigir el tipo de vínculo que desee en cada momento, siempre que la otra persona esté de acuerdo en ello. Ahí tenemos el poliamor, las parejas de fin de semana y tantas otras fórmulas que siempre resultan gratificantes si se consensúan.
Ahora bien, en ocasiones nos vemos en situaciones que no habíamos previsto ni imaginado. De pronto podemos iniciar una relación con alguien que, por ejemplo, siempre pone excusas ante la idea de vivir juntos. Son personas que solo tienen en cuenta sus problemas, sus puntos de vista y sus necesidades. Son hombres y mujeres que no validan sentimientos ajenos porque solo importan los propios.
Hay quien dice que las parejas deberían venir con un trailer –como en las películas- para saber previamente si vale la pena o no iniciar esa relación. Porque tener una pareja individualista es convivir con alguien con una clara tendencia a decidir y actuar sin pensar o tener en cuenta a los demás.
Supersingles: no me des responsabilidades
Antes de continuar, insistimos una vez más en que el individualismo (bien manejado) es ese factor que no conviene que se diluya en una relación. Es decir, siempre es bueno conjugar lo tuyo con lo mío para crear un “nosotros” enriquecedor y saludable, ese donde ambos salgamos ganando sin necesidad de perder la propia identidad.
Ahora bien, cuando hablamos de supersingles el individualismo alcanza extremos poco recomendables:
- El egoísmo llega incluso al aspecto sexual. Los hombres y mujeres individualistas se preocupan solo por sí mismos a la hora de disfrutar de las relaciones sexuales.
- Cuando surgen dificultades se escabullen y evitan toda responsabilidad. Vuelcan sobre la pareja la obligación de resolver todo problema.
- El individualista quiere una vida fácil y busca solo satisfacer sus necesidades inmediatas. Tiene poca resistencia a la frustración, se siente superado con aspectos nimios y no sabe ni quiere compartir preocupaciones, tareas ni proyectos.
- El individualismo en la relación de pareja se define también por no querer establecer planes de futuro. Prefieren centrarse en el momento inmediato.
El individualismo en una relación de pareja y las relaciones líquidas
El individualismo socava la relación en el momento en que atender las propias necesidades es siempre la principal prioridad, en cualquier momento, instante y circunstancia. Son relaciones en las que solo existe un “yo” y nunca un “nosotros”. Este retrato se integra muy bien en la teoría de las relaciones líquidas enunciada por el sociólogo Zygmunt Bauman.
La sociedad de consumo impregna y modela también el modo en que nos relacionamos. Iniciamos vínculos como quienes adquieren un artículo: buscando el refuerzo momentáneo y el subidón de endorfinas y dopamina. Ese producto (persona) nos vale mientras satisfaga nuestras necesidades.
En el momento en el que se nos exige demasiado o ya no obtenemos un nivel satisfactorio de placer y bienestar, esa relación se deshecha.
El individualismo en una relación de pareja define a la persona que se escabulle de la delicada y bella tarea de construir un vínculo afectivo. Quien busca solo consumir y satisfacer sus necesidades huye de todo lo que implique esforzarse.
Compromiso e individualismo pueden convivir juntos
El individualismo no es una característica propia de los millenials ni de este siglo XXI. En realidad, es un comportamiento que ha ido desarrollándose con las décadas de manera silenciosa.
Los baby boomers, aquella generación comprendida entre los años 50 y 65 ya empezaron a evidenciar un carácter más independiente y menos condicionado por los lazos familiares, el deber, el conformismo…
Todo ello consolidó sin duda muchos de los progresos sociales de los que disfrutamos a día de hoy. Sin embargo, en ocasiones, esa estela se lleva al extremo hasta naufragar en el egoísmo más puro y en ese materialismo narcisista desde el que mirar solo por uno mismo.
Ahora bien, estudios como los llevados a cabo en la Universidad de Notre Dame señalan algo interesante. Individualismo y compromiso mutuo pueden y deben convivir juntos. Es la capacidad y la voluntad de crear un espacio común donde atenderse el uno al otro, pero sin perder la identidad. Es construir un nosotros donde el yo no se difumine.
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- Michalka, K.H., Konieczny, M.E. & Ellis, E. Individualism and Marriage: Ideal Types for Making Sense of the Relationship between Self and Sacrifice. Qual Sociol 40, 287–310 (2017). https://doi.org/10.1007/s11133-017-9357-8