Jojo Rabbit: la risa frente al odio
Comedia y drama se dan la mano en la pintoresca e irreverente fábula de Taika Waititi: Jojo Rabbit (2019). La Alemania nazi ha sido el escenario escogido por infinidad de cineastas casi desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El cine y la literatura no han querido desaprovechar la oportunidad de lanzar un mensaje claro a la humanidad y recordarle ese pasado oscuro que todavía sobrevuela en el mundo.
Existen múltiples formas para denunciar y narrar esa historia pasada y, seguramente, la risa no parezca la más apropiada. Sin embargo, desde el maestro Chaplin con El gran dictador (1940) hasta la violencia poética de Tarantino con Malditos bastardos (2009), no son pocos los cineastas que se han atrevido con la vertiente más descabellada.
Hacer una comedia nunca es fácil. Lograr la carcajada del público es más complicado que obtener una lágrima, pero conseguir ambas, parece una misión imposible. Y si a ello le sumamos un escenario real y conocido como la Segunda Guerra mundial, la tarea se complica.
Waititi dirige -y hasta se pone en la piel de un Hitler imagianario- una película que bien podríamos leer como un relato fantástico, incluso infantil. Una comedia que tampoco olvida el drama de fondo y en la que la moraleja es bastante clara: el odio es un sinsentido.
En la mente de un niño
Jojo es un joven de 10 años que pertenece a las Juventudes Hitlerianas. Su padre se encuentra combatiendo en el frente italiano, su hermana mayor ha fallecido y Jojo vive con su madre. El pequeño está absolutamente convencido de que los arios son una raza superior, de que el nazismo es la única solución.
Su obsesión es tal que su amigo imaginario es el propio Adolf Hitler, personaje que resultará muy hilarante y que se encargará de guiar las acciones del pequeño Jojo.
Tras sufrir un accidente que dejará al joven unas cicatrices en el rostro y una leve cojera, comenzarán a asignarle tareas menores, al margen de las que realizan sus compañeros. Así, Jojo se verá obligado a repartir propaganda y recoger chatarra.
Pronto, Jojo se enfrentará a una verdad que desconocía y que romperá sus esquemas. Durante su aprendizaje en las Juventudes, Jojo ha creado una imagen mental bastante inverosímil de lo que es realmente un judío. Pero esta imagen cambiará cuando descubra que su propia madre esconde a una adolescente judía tras los muros de su casa.
Con sentido del humor, Jojo Rabbit nos descubre cómo una idea tan atroz como el nazismo -que no es más que odio- tan solo tiene sentido en una mente infantil que ha sido fuertemente adoctrinada.
Waititi se aleja del realismo y construye una especie de fábula, ridiculiza el odio y convierte a los nazis en caricaturas de sí mismos, convirtiéndolos en objeto de burla. Sin embargo, no se olvida del contexto histórico sobre el que reposa el filme y, aunque este sea ridiculizado, no deja a un lado el sufrimiento y la tragedia que supuso para muchas personas.
De hecho, podríamos marcar un claro contraste entre la primera parte del filme y la segunda. El joven Jojo ha idealizado completamente a Hitler, pero termina por sufrir en sus propias carnes el dolor que el nazismo puede llegar a causar. Como saliendo de la caverna, Jojo deja a un lado sus creencias cuando descubre la realidad; cuando, por fin, renuncia a la ignorancia.
Una sociedad adoctrinada
Desde la propaganda hasta la quema de libros, todo queda retratado en Jojo Rabbit. De esta manera, el mensaje se encuentra latente a lo largo de toda la película.
Vemos a unos personajes que responden únicamente a lo que les han enseñado, que apenas cuestionan sus creencias o la realidad. Personajes con una fe absolutamente ciega en “su Führer”. Y lo interesante es ver cómo esto es algo que han aprendido desde la infancia.
No conocen nada más, no han visto otra realidad y tan solo abrirán los ojos cuando la desolación llegue a sus vidas. Nada puede hacer tanto daño como la ignorancia, nada puede generar más odio que el desconocimiento.
Jojo tan solo tiene 10 años, pero sus ideas parecen muy arraigadas. En realidad, no es más que un niño, un niño que debería estar jugando en lugar de hablar con Adolf Hitler.
Igualmente, el filme extiende su mensaje en contra del odio hacia algo más universal. Ya no hablamos de nazismo o fascismo, sino de odio en general. Jojo Rabbit aprovecha la ocasión para reírse también de la homofobia y demostrarnos que, finalmente, toda forma de odio es absurda y únicamente tiene cabida como objeto de burla.
Otro aspecto que se juzga con sutileza, pero de manera audaz, es el hecho de haber utilizado niños y ancianos para combatir durante la Segunda Guerra Mundial. Todo es risible y todo es cuestionable en Jojo Rabbit, una película que nos conduce por el camino hacia el aprendizaje y la madurez de un joven que vive en un periodo hostil y que ha sido víctima del adoctrinamiento.
Jojo Rabbit: el optimismo en la comedia negra
Jojo Rabbit va de lo trágico a lo cómico en cuestión de segundos. Tan pronto nos reímos de una visión caricaturesca de Hitler cenando unicornio, como empatizamos con el encierro de una adolescente judía que lo ha perdido todo.
Waititi se inspiró en la obra Caging Skies de Christine Leunens para Jojo Rabbit; filme que le valió el Óscar a Mejor Guion Adaptado. La propuesta era arriesgada, incluso irreverente, pero el resultado es una película que derrocha optimismo incluso en tiempos no tan alegres. En definitiva, rompe estereotipos y utiliza la risa de forma ingeniosa, pero sin renunciar a su caracter moralizante.
Cabe destacar la labor interpretativa del filme, el Hitler de Waititi resulta hilarante y responde muy bien a esa imagen infantil e idealizada que tiene el protagonista del que considera su ídolo.
Además, el filme le valió a Scarlett Johansson una nominación al Óscar. Pero sin duda, la gran sorpresa es el jovencísimo Roman Griffin Davis que, pese a llevar la mayor carga interpretativa de la cinta y ser este su debut, resulta extraordinariamente creíble y se siente cómodo con el personaje.
Otro de los grandes aciertos del largometraje es el uso del color, el cuidado de los detalles y, por supuesto, la música. Todo ello refuerza enormemente su mensaje y alivia las tensiones.
La música resulta cuasi catártica y su uso es verdaderamente inteligente. Así, Jojo Rabbit se presenta ante nosotros con una alegre sintonía de los Beatles, Komm gib mir deine Hand, es decir, la versión en alemán de su famosa I wanna hold your hand.
La presencia de la música crea una atmósfera mágica, nos recuerda que estamos ante un cuento, una ensoñación o reescritura de la historia que pretende hacernos sentir mejor. El papel de la música se reafirma con un cierre que no podía haber sido más extraordinario.
Un final que revaloriza el conjunto del trabajo que acabamos de ver gracias a una escena que nos invita a bailar al ritmo de Helden, una vez más, la versión en alemán de otro gran clásico, Heroes de David Bowie. Y así, como si de un grito de guerra -o de paz- se tratase, los jóvenes bailan un himno a la esperanza.
“We can be heroes, just for one day”.
–Heroes, David Bowie-