La atracción por las conductas de riesgo
Algunas personas sienten atracción por las conductas de riesgo. Dichas conductas incluyen situaciones que ponen en peligro la salud, la integridad física, pero también las finanzas, la estabilidad, etc. Casi todos tenemos algo de aventureros, pero usualmente no sacamos a relucir esa faceta en aspectos trascendentales o frente a riesgos muy altos.
La atracción por las conductas de riesgo incluye, por ejemplo, tener relaciones sexuales sin la protección necesaria. También, por supuesto, conducir a velocidades muy altas o en estado de ebriedad, o irrespetar las señales de tráfico. Hacer excursiones o incurrir en actividades peligrosas sin la preparación o el equipo necesario. Acudir a los juegos de azar compulsivamente y apostar fuertes sumas de dinero. Y un largo etcétera.
“No me arrepiento en absoluto de haber corrido todos los riesgos por aquello que me importaba”.
-Arthur Miller-
Todo comportamiento que ponga en entredicho la seguridad o la estabilidad es una conducta de riesgo. También existe, por supuesto, la toma de riesgos calculados, en función de lograr objetivos que se consideran importantes. En este último caso, se adoptan las medidas necesarias para minimizar un posible efecto negativo.
El cerebro y la atracción por las conductas de riesgo
Un grupo de científicos de la Universidad de Stanford (USA) publicó una investigación al respecto en la revista Nature. En esta indican que hay una serie de circuitos neuronales que regulan los comportamientos de riesgo. Los estudiaron en ratas. Sin embargo, señalaron que estos también están presentes en pájaros, avispas, abejas y en seres humanos.
Las conclusiones de la investigación dicen que la atracción por las conductas de riesgo está regulada por un pequeño grupo de neuronas. Estas se encuentran en el núcleo accumbens. Se trata de una zona del cerebro que tiene que ver con el sistema de recompensa. Allí también se ubican neuronas que están relacionadas con el placer y las adicciones.
Los científicos también concluyeron que la atracción por las conductas de riesgo está asociada con el placer. Todo indica que al tomar los riesgos, en algunos individuos hay mayor producción de dopamina. Por lo tanto, este tipo de comportamientos suscitan una gratificante sensación de bienestar a algunas personas.
Un estudio de Karl Deisseroth
Karl Deisseroth es un profesor de Bioingeniería de la misma Universidad de Stanford. Uno de sus principales aportes es el de haber sido uno de los padres de la optogenética. Este es un método revolucionario que hace uso de la luz para controlar las células, básicamente las neuronas. Mediante este método se estimula una zona del cerebro y se observan los cambios que esto genera. De esta manera resulta posible definir las áreas que controlan determinados tipos de comportamiento.
Deisseroth realizó un experimento en el que empleó la optogenética para estimular el núcleo accumbens, modulando los receptores de dopamina. Es decir, de algún modo cortando la relación entre las conductas de riesgo y la producción de dopamina. Lo hizo con un grupo de ratas.
El resultado fue que las ratas más arriesgadas se volvieron de pronto muy conservadoras. Cuando dejaron de aplicar el método, volvieron a su estado normal. Esto permitió corroborar que hay una estrecha relación entre la atracción por las conductas de riesgo y la producción de dopamina.
Las dos caras de las conductas de riesgo
La atracción por las conductas de riesgo cumple un papel importante en la evolución tanto de los individuos, como de toda la especie. Si los seres humanos siempre nos comportáramos de manera excesivamente prudente y conservadora, difícilmente lograríamos crecer o ampliar nuestros horizontes. La humanidad entera debe su evolución a esos hombres primitivos que se atrevieron a experimentar para obtener fuego, un elemento al que también temían.
De la misma manera, en la vida de cualquier persona es importante una dosis de riesgo. Es lo que ahora se conoce como “salir de la zona de confort”. Siempre que nos enfrentamos a lo desconocido hay muchos elementos que escapan a nuestro control. Sin embargo, solo de esa manera logramos ser mejores. Además, esto también aporta emociones gratificantes a nuestra vida.
Ahora bien, hay casos en los que la atracción por las conductas de riesgo adopta un tono compulsivo. En tales casos no hay un objetivo como tal, sino que el propósito es experimentar física y químicamente las sensaciones de peligro. Este tipo de comportamientos son muy similares a los de una adicción. Por lo general, encierran un fuerte componente autodestructivo y usualmente tienen que ver con una depresión encubierta.