Peligros imaginarios, fuentes inagotables de miedo

Peligros imaginarios, fuentes inagotables de miedo
Adriana Díez

Escrito y verificado por la psicóloga Adriana Díez.

Última actualización: 23 julio, 2019

Puede que el problema no esté en el peligro real que podemos tener delante. Puede que seamos nosotros quienes generemos más miedo del que nos crea la situación, y es que nuestra mente a veces puede ser nuestro peor enemigo al general, como una imagen real, esos peligros imaginarios por los que todos hemos sufrido alguna vez.

Cuando nos invade la sensación de miedo, nuestro cuerpo activa todo un circuito para protegernos y estar preparados para la huida. Por ejemplo, el corazón bombea más rápido por si fuera necesario correr, se produce más sudor, la respiración se acelera, el sistema digestivo y el inmune dejan de gastar energía por si fuera necesario luchar o huir y gran cantidad de sangre se concentra en nuestros pies por si necesitáramos salir corriendo.

Todas estas reacciones ocurren gracias a nuestro sentido de supervivencia, un sistema preparado para reaccionar de manera rápida ante el peligro. Es por ello que el miedo nos pone alerta y nos mantiene activos.

El problema del miedo en la sociedad actual es que muchas de las respuestas de afrontamiento que necesitaríamos dar para contrarrestar la amenaza percibida no son respuestas físicas. Ya no nos persiguen leones. Ahora, por el contrario en muchas ocasiones las respuestas más adaptativas son intelectuales o no requieren de ningún desgaste físico. Sin embargo, nuestro cuerpo sigue reaccionando de la misma manera que hace siglos.

En este sentido, si hay un tipo de peligro ante el que el gasto de energía es inútil es ante los peligros imaginarios. ¿Qué pasará si el avión se estrella? ¿Perderé mi trabajo a final de año? ¿Alguien me perseguirá por esa calle? ¿Pueden mis hijos volver a casa solos? ¿Me abandonará mi pareja? Todo esto desencadena el circuito antes explicado y mantiene al cuerpo alerta, provocando picos de tensión arterial que no tienen ningún sentido, ya que no nos vamos a poner a correr.

Chico joven preocupado por peligros imaginarios

Desgaste innecesario ante los peligros imaginarios

Tal y como explica el científico Robert Sapolsky, los peligros imaginarios generan un desgaste fisiológico y psíquico a causa de las asociaciones inconscientes que reforzamos al realizarlas con frecuencia. Es curioso pensar que en los animales los mecanismos del miedo solo se activan cuando el peligro es real. Todos sus circuitos comienzan a funcionar solo cuando su vida corre peligro.

Al igual que la imaginación puede activar estos circuitos, debemos utilizar la misma imaginación para saber frenarlos. Si somos capaces de imaginar todo lo negativo que puede ocurrirnos, también podemos poner en marcha la voluntad para calmar a nuestro cuerpo imaginando el contraste, es decir, lo positivo que también puede suceder.

Tenemos el poder, mediante el control de nuestros pensamientos, para detener el galopar incesante de nuestro corazón, el temblor de los músculos o el sudor de las manos. Manifestaciones todas ellas desagradables y de poca ayuda cuando tenemos que afrontar un problema intelectual.

El miedo puede ser un listón muy alto

La sensación de miedo nos protege, pero también nos impide dejar atrás nuestra zona de confort. Respaldado por el instinto de supervivencia, el cerebro activa el circuito de miedo cada vez que se encuentra ante situaciones potencialmente peligrosas, para impedir que terminemos sufriendo ese daño que anticipa.

Por otro lado, el conocimiento de nuestros miedos hará que los tengamos en cuenta, pero que ningún caso les demos la palabra sobre lo que haremos. Se trata de escuchar a la emoción, no de hacerle caso con los ojos cerrados. Valoremos los peligros que podemos correr al introducirnos en un dominio que no manejamos, desconocido, pero pongamos en la balanza también aquello que podemos ganar. En muchas ocasiones el riesgo merece la pena. 

No podemos abandonar siempre que el circuito del miedo se haya activado. Adquiramos las herramientas que nos permitan gestionar las situaciones en las que el miedo está presente, de manera que el resultado termine siendo el mejor.

El miedo es una emoción que en ningún caso debemos o podemos desterrar de nuestra paleta emocional, pero en nuestras manos está identificar cuándo señala a un peligro real o cuando el estímulo que lo produce es solo una amenaza en nuestra imaginación. El miedo nos protege pero a veces dejarlo de lado o darle una oportunidad al riesgo, es lo que nos hace seguir caminando.

Mujer superando sus problemas

 


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.