La distancia patológica entre lo sentimos y mostramos en las redes sociales
Las redes sociales pueden mostrar una distancia patológica entre lo que sentimos y lo que mostramos al mundo, aumentando nuestra ansiedad. A través de ellas, tenemos la posibilidad de obtener refuerzos casi instantáneos. Una dosis de dopamina rápida, pero eficaz. Como todo placer corto, debe ser repetido con frecuencia para resultar saciante. Algo que resulta verdaderamente problemático.
Las redes sociales nos igualan a la hora de compartir contenido. A cambio, tenemos que soportar una presión invisible para que este sea novedoso y de interés. Paralelamente a esto, nuestra motivación por agradar hace que evitemos mostrar nuestro lado menos amable o aburrido. Así, por un lado, tenemos a un público imaginario al que queremos agradar y por otro una realidad que necesita ser fabricada.
Esto tendría que hacer que nos preguntásemos… ¿de qué forma esto nos invita a inventar una realidad virtual? ¿En qué medida puede afectarnos la diferencia de valencia afectiva entre lo que sentimos y mostramos?
Un peligro real
En el mundo de hoy, muchos de nosotros confiamos en plataformas de redes sociales como Facebook, Twitter, Snapchat, YouTube, Instagram o Tik Tok para conectarnos. Si bien cada una tiene sus beneficios, es importante recordar que las redes sociales nunca pueden ser un reemplazo para la conexión humana del mundo real.
Se requiere contacto en persona para desencadenar las hormonas que alivian el estrés y te hacen sentir más feliz, más saludable y más positivo. Pasar demasiado tiempo interactuando con las redes sociales puede exacerbar problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión.
Las redes sociales pueden promover experiencias negativas como:
- Insuficiencia sobre tu vida o apariencia: incluso si sabes que las imágenes que estás viendo en las redes sociales están manipuladas, pueden hacerte sentir inseguro.
- Miedo a perderse (FOMO): si bien FOMO ha existido durante mucho más tiempo que las redes sociales, los sitios como Facebook e Instagram parecen exacerbar los sentimientos de que otros se divierten más o viven mejor que tú. La idea de que te estás perdiendo ciertas cosas puede afectar tu autoestima, provocar ansiedad y aumentar aún más el uso de las redes sociales.
- El aislamiento: un estudio en la Universidad de Pensilvania descubrió que el uso elevado de Facebook, Snapchat e Instagram aumenta los sentimientos de soledad. Por el contrario, el estudio descubrió que reducir su uso puede hacernos sentir menos solos y aislados, mejorando la sensación de bienestar general.
- Depresión y ansiedad: disfrutamos del contacto cara a cara. Nada reduce el estrés y mejora nuestro estado de ánimo que el contacto cara a cara con alguien que se preocupa por nosotros.
- Ciberbullying: alrededor del 10 por ciento de los adolescentes informan haber sido intimidados en las redes sociales y muchos otros usuarios están sujetos a comentarios ofensivos.
- Autoabsorción: compartir selfies o pensamientos íntimos en las redes sociales puede crear un egocentrismo poco saludable y distanciarte de las conexiones de la vida real.
La distancia patológica entre lo que sentimos y mostramos en redes sociales puede causarnos ansiedad
El uso de las redes sociales puede ser problemático cuando este está asociado directamente con la disminución de la calidad o frecuencia de las interacciones cara a cara, te distrae del trabajo o hace que sientas tristeza o envidia. Del mismo modo, si usas las redes sociales para hacer que otros estén celosos o molestos, quizás sea hora de reconsiderar tus prácticas en ellas.
Uno de los factores más preocupantes no es la frecuencia con la que publicamos contenido, sino la honestidad con la que compartimos contenido. Porque sí, publicar contenido en el que parecemos felices mientras nos sentimos tristes puede elevar nuestra sensación de ansiedad.
¿Obligados a publicar en redes sociales?
La mayor parte de nosotros contamos con una pequeña audiencia fiel en nuestras redes sociales. Seguramente, no llegue al 10 % la cantidad de personas que tenemos agregadas con las que habitualmente tenemos un trato más íntimo. Además, las redes sociales no suelen proporcionarnos sustento o dinero si no somos “influencers”. No les debemos demasiado.
Como mucho, tendremos la satisfacción de poder compartir información y contenido sobre algunos temas. En muchas ocasiones, el impacto que tenga nuestro contenido en las redes sociales dependerá más de la actitud de nuestros amigos o seguidores hacia nosotros que del propio mensaje o su forma de exponerlo.
En definitiva, las redes sociales son un escaparate para “lucir” nuestra mejor cara profesional o personal. Sin embargo, rara vez son fuente de bienestar a largo plazo. Además, en ocasiones podemos sentir la presión de tener que publicar algún contenido, como si hubiera un ser invisible al que tuviéramos que alimentar. Esta presión puede ser muy problemática cuando nos genera ansiedad.
El día de la boda
Pongamos el ejemplo de alguien que se siente expectante por el día de su boda. Se siente ilusionado también por poder compartir fotos de ese día. Pero cuando el día llega, los contratiempos se multiplican. Hace demasiado calor, discute con su pareja durante la celebración y además tiene un dolor de espalda horrible.
Indudablemente, se siente feliz en el fondo, pero ese día no es lo que esperaba. No le apetece compartir ninguna foto en redes sociales, pero siente que, si no lo hace pronto, la gente le preguntará y se sentirá incómodo. Finalmente publica una instantánea del día para “salir del paso”. Parece una situación muy hipotética, pero realmente ocurre en muy diversas formas todos los días. Publicamos una imagen que intenta proyectar un estado emocional en el que no nos encontramos.
¿Es esa el tipo de vida que queremos llevar? Porque podemos causar rechazo e incluso desconfianza si mostramos ser alguien en las redes que está lejos de nuestro yo real. Ni tan siquiera las llamadas “influencers” pueden librarse de este recelo entre las personas de su entorno, aunque lo justifiquen por ser “una forma de ganarse la vida”.
En definitiva, mostrar una diferencia entre lo que verdaderamente y sentimos puede causarnos malestar psicológico y cierta desconfianza en nuestro entorno. Además, desarrollar cierta patología en nuestra afectividad, cognición y comportamiento que puede tener consecuencias a largo plazo.
No se trata de dejar las redes sociales, pero su uso debe hacernos reflexionar sobre qué nos aportan, cuánto tiempo gastamos en ellas y si, en lugar de bienestar, nos causa problemas de ansiedad y autoconcepto. Si han venido para quedarse, no olvides que aprender de ellas y de ti mismo es un proceso continuo. Eres libre para dejar de mostrar aquello que en realidad no te representa.