Carta a la ansiedad

Distinguida compañera: Sinceramente, no nos gustas. Entendemos que intentas ayudar a tu particular manera. Hemos cambiado mucho desde nuestro abrupto primer encuentro y necesitamos un nuevo sitio donde colocarte.
Carta a la ansiedad
Angela C. Tobias

Escrito y verificado por la psicóloga Angela C. Tobias.

Última actualización: 10 agosto, 2020

Esta carta a la ansiedad busca descubrir la relación actual que mantenemos con este síntoma. Hemos cambiado mucho y puede ser un momento para redefinir la ansiedad y colocarla en un nuevo espacio que nos haga sentir más cómodos y honestos con nosotros mismos.

Nuestra relación con la ansiedad siempre ha sido muy complicada, a veces tortuosa y, en ocasiones, también ha constituido el empuje que nos faltaba. Esta carta a la ansiedad trata de saber cuánto duele hoy y, sobre todo, rehacer preguntas que pueden seguir sin respuesta.

Mujer con ansiedad

Carta a la ansiedad

Las cartas suelen empezar con algo así como “querida o estimada amiga“, pero esto es una carta a la ansiedad. Es difícil considerar a la ansiedad como amiga y más aún quererla. Las personas repetimos una y otra vez que el amor no tiene que dañar y, en este caso, la ansiedad tiene una hoja muy afilada, capaz de llegar hasta lo más profundo de nuestro ser.

Por tanto, empecemos la carta a la ansiedad de nuevo. Quizás, con un “Distinguida compañera”. Compañera porque acompañas en diferentes momentos y distinguida porque no hay duda de que tu presencia es, cuanto menos, particular y notoria entre las diferentes experiencias vitales.

Distinguida compañera: escribimos esta carta para redescubrir cómo te ubicamos interiormente en este momento, cuánto dueles ahora o qué tienes que ver con haber llegado al momento presente. Hemos cambiado mucho y necesitamos un nuevo espacio donde pensarnos.

Nuestro abrupto primer encuentro

En esta carta a la ansiedad, es difícil no incluir una referencia a nuestro primer encuentro con ella. Si algo tiene en común con esos amores románticos peliculeros es que deja una huella profunda en nuestra memoria. La primera vez en su compañía suele ser tan abrupta como inesperada.

Abruptamente, sacudió de una forma cruel nuestro cuerpo. Sentir el ahogo, el mareo y un corazón que late fuerte para escapar de una muerte que, de repente, parece inminente. Se coló en nuestro apetito y sueño, en dolores por todo el cuerpo… Decir que perdimos el control se queda corto para lo que fue aquello.

Después de un largo tiempo, alguien por fin le puso nombre. No era el corazón, no era una enfermedad mortal como imaginamos llenos de miedo a veces… Eras ella, la destinataria de esta carta a la ansiedad. Y, empezaron las preguntas sin respuesta y el dolor: ¿por qué ahora, si estoy bien?“, “¿cómo la ansiedad puede hacer todo esto?” o “¿qué es lo que tengo que hacer para librarme de ella?“.

Te dejé de odiar cuando realmente te conocí

Mucho antes de esta carta a la ansiedad, es intenso recordar cómo la odiamos y la intentamos echar a patadas, gritándole mil veces “¿qué quieres de mí?“. Razones para odiarla no nos faltan: dolor, cansancio y aislamiento. Es difícil no odiarla cuando nos apartó de las personas que más queríamos, con su implícito voto de silencio que prohíbe decir su nombre.

Pero, el odio no es una emoción que pueda mantenerse mucho tiempo, su intensidad agota y ya estábamos muy cansados. Realmente, quedamos exhaustos después de tanta rabia. Más tarde, nos vimos aceptando, a duras penas, que se quedaría un tiempo indefinido con nosotros. Decidimos escuchar y hacernos a nosotros mismos aquellas preguntas sin respuesta, desde toda la paciencia que pudimos sacar a flote.

Y, la ansiedad tiende a responder haciéndote un eco: “¿seguro que todo estaba bien?“, “¿por qué ahora?“. Este eco reveló algo, por fin pudimos saber algo sobre ella: estaba aquí para hacer de amplificador de nuestra voz hace tiempo acallada. Una voz siempre interrumpida, que decidió hacerse escuchar de una vez, sin importar las formas. Aún hoy, le preguntamos resentidos: “¿de verdad era necesario todo esto para escuchar?”.

Estimada amiga escucha…

Si bien aún, en esta carta a la ansiedad, no nos sentimos capaces se llamar amiga a esta intensa compañera, sí hemos ganado una buena aliada en este camino tan complicado. Esta entrañable amiga se llama escucha y es versátil. A veces, pide escucha externa y, a veces, interna.

Realmente, la escucha es una amiga de verdad. De aquellas que te dicen tanto las cosas buenas que no sabemos valorar en el momento, como esas otras en las que estamos metiendo la pata hasta el fondo y necesitamos un toque de atención. Y es nuestra amiga pero, también, lo es de esa conflictiva ansiedad. Nos toca respetar esta amistad, aunque no nos guste.

Terminamos esta carta a la ansiedad compartiendo cómo pensamos la ansiedad en este momento, que era una de las razones de motivaban este escrito. Ahora, te hablo directamente a ti ansiedad:

Compañera ansiedad, sinceramente, no nos gustas. Pero, también entendemos por qué existes y que vienes a ayudar, a tu extraña forma. Sabemos que cuando nos aliamos con la escucha, sueles visitarnos menos. A pesar de esto, si vuelves, intentaremos no enfadarnos demasiado ni querer echarte antes de entender tu visita. Pero, entiende que es difícil. No te prometemos nada.

Mujer con gafas sintiendo ansiedad

Escribe una carta a la ansiedad

Escribir una carta a la ansiedad significa entablar un diálogo interno con este síntoma y abrir nuevas vías de autoconocimiento. Los síntomas, como la ansiedad, suelen ser la punta de un iceberg sumergido en la oscuridad del inconsciente. Por tanto, parte del proceso curativo psicoterapéutico consiste en desvelar el conflicto psicológico subyacente.

La psicoterapia narrativa, con técnicas como la carta a la ansiedad, puede facilitar el proceso de transformar en palabras las sensaciones subjetivas. Te animamos a que escribas tu propia carta a la ansiedad en este momento, tratando de definir la relación que mantienes actualmente con este síntoma. ¿Cómo empezarías la carta?


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.