La falacia del costo hundido: un factor de sufrimiento
Para entender la falacia del costo hundido vale la pena traer a colación una historia que muchos conocen: la del Concorde, el avión supersónico que es recordado por todos como un gran fiasco. Este avión francés comenzó a pensarse en 1962 y desde el comienzo se anunció como una aeronave casi mágica, por sus lujos, su velocidad y cientos de detalles que lo hacían único.
El Concorde vio la luz en 1967, pero desde un año antes fue anunciado como un milagro de la aviación. Esta aeronave podía hacer en apenas 3 horas y media recorridos que normalmente tardan 8 horas o más. Todo el mundo estaba a la expectativa, pero pronto aparecieron los problemas. El costo de operación era tan alto que superaba con creces los ingresos.
El avión consumía combustible en cantidades industriales y, finalmente, de los 100 Concorde que se construyeron, solo 14 entraron en operación. El mantenimiento era una odisea y el 25 de julio del año 2000 hubo un accidente con saldo de 113 muertos. Allí también murió este modelo aeronáutico y se convirtió en uno de los grandes fracasos de la aeronáutica. Lo que sintieron sus creadores e impulsores ilustra el tema de este artículo: la falacia del costo hundido.
“Todos fallamos en alcanzar nuestros sueños de perfección, así que nos ponemos nota sobre la base de nuestro espléndido fracaso al intentar lograr lo imposible”.
-William Faulkner-
La falacia del costo hundido
La falacia del costo hundido es un sesgo de pensamiento, es decir, un error de apreciación que pasa desapercibido para muchos. Tiene que ver con lo que ocurre cuando se invierten grandes esfuerzos y recursos por sacar adelante alguna realidad y luego se hace todo lo humanamente posible por mantenerlo a flote, pese a que las evidencias indican que se trata de una pérdida y de un fracaso.
También podría definirse como un proceso de negación frente a una pérdida inminente. Aplica, como en el caso del Concorde, a proyectos empresariales, pero también a todos los aspectos de la vida. Esto incluye relaciones amorosas o familiares, asuntos laborales, planes personales, etc.
El sesgo de la falacia del costo hundido está en la incapacidad de reconocer la derrota a tiempo y, en lugar de ello, insistir hasta el cansancio en mantener la idea y la expectativa inicial. En general, esto suele agravar significativamente lo que ya es un gran problema.
El costo hundido y el estancamiento
La falacia del costo hundido lleva a alguna forma de estancamiento que, a veces, resulta muy nocivo para quien lo vive. Por ejemplo, cuando alguien estudia una determinada carrera y a la mitad se da cuenta de que la detesta, pero decide continuar para “no perder” lo que ya ha invertido en ella. Algo similar puede ocurrir con un matrimonio o con una relación de pareja.
También ocurre con pequeñas cosas como, por ejemplo, una compra cara y, en cierto modo, inútil. Un vestido por el que se pagó mucho dinero y que nunca terminó de quedarnos bien, pero permanece en el armario porque costó mucho y no existe la disposición psicológica para deshacerte de él.
La falacia del costo hundido también es conocida como falacia de las pérdidas imborrables o falacia del costo irrecuperable. Se ha establecido que el punto crítico en este tema es cómo incide en la toma de decisiones hacia el futuro. Afecta más a quienes no se permiten perder o tienen una fe irracional en lo que hacen, o simplemente son obstinados en extremo.
Aprender a perder
Volvamos al comienzo. Las compañías aeronáuticas no hacen inversiones descomunales, como la del Concorde, sin antes evaluar muy bien la situación. Sin embargo, hasta en esos casos hay errores: aspectos que se pasan por alto, previsiones mal construidas o circunstancias fortuitas que no se han contemplado. En pocas palabras, ningún proyecto, personal, laboral o empresarial tiene total garantía de éxito.
Si alguien se aferra tercamente a la negación de un fracaso, es muy probable que de allí en adelante inicie una cadena de nuevos fracasos. Así como se necesita valor para iniciar un proyecto, también se requiere de mucha valentía para abandonarlo cuando ha llegado el momento. De todos modos, es mejor asumir la pérdida de expectativas, esfuerzos o dinero a tiempo, en lugar de prolongarla.
Resistirte a perder es entrar en un callejón sin salida. Más tarde o más temprano vas a tener que aceptarlo, pero si es temprano, mucho mejor para ti. En todos los aspectos de la vida hay que aprender a admitir que el fracaso existe y que la actitud más inteligente frente a este es aprender de ello y pasar la página a tiempo.
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- González Dávila, A. D., Ovalle Rodríguez, N., & Ruíz Pico, A. L. (2016). Continuidad académica en los estudiantes de economía de la Universidad de La Salle: un análisis desde la teoría de los costos hundidos.