La felicidad nace de la versión original de nuestra historia
Una de las premisas vitales por la cual vivimos y sentimos es el amarnos a nosotros mismos, a nuestra esencia y corporalidad, para llegar e instalarnos en la felicidad. Siguiendo esta premisa, muchos nos hemos sentido a veces señalados, por el dedo de los demás o por el propio, como egoístas.
Hoy te compartiré una realidad: el egoísmo nace de la necesidad de dedicarnos a nosotros mismos. Una necesidad que podemos alimentar en mayor o menor medida, incluso proyectándola en los demás, pero que existe. De hecho, la acción mental de desplazarla a un lado oscuro en el que nuestra atención consciente no pueda verla no impide que suframos los efectos negativos de su descuido.
“Eres muy poderoso, siempre y cuando sepas lo poderoso que eres.”
-Yogi Bhajan-
El equivocarnos nos hace grandes
Grandiosos ante un mundo repleto de aprendizajes desconocidos que nos constituyen, enseñanzas que formarán parte de nuestro corazón e historia en un futuro cercano. Dentro de esas equivocaciones hay una extraordinaria, caracterizada por ser anhelada hasta por aquellos escépticos de su existencia: la felicidad.
Solemos equivocarnos a la hora de definir y construir nuestra felicidad personal. ¿Por qué? Porque nos centramos en buscar la felicidad en aquellos que nos rodean, sin entender que la misma empieza en nosotros, en nuestra esencia más profunda.
La felicidad nace desde nuestras entrañas más hermosas, a las que conocemos como nuestra alma alma y nuestra luz. Es desde ese preciso lugar, desde el que parte desarrollo de nuestra felicidad personal, donde la proyectamos sobre nuestra realidad y la de los demás.
“Debes amarte a ti mismo antes de amar a otra persona. Al aceptarte a ti mismo y lo que eres, tu simple presencia hace a otros felices.”
-Buddha-
Porque la felicidad se descubre por uno mismo
Cuando deseamos sentir la dicha, tenemos por costumbre pedir una mano que nos ayude a alcanzar la felicidad como requisito indispensable. Pedimos sentirnos amados y respetados por otra persona como alma llena de luz. Creemos que para conseguirla tan solo basta con pedir ayuda, ayudar a los que amamos esperando a cambio ese apoyo que nos hace sentir su presencia.
En la raíz de esta petición se encuentra una evidencia: la de la amistad, la el amor y la confianza de los demás. En ese momento, pasamos por alto la verdad de que no siempre tendremos a nuestro lado una persona que no preste parte de su corazón. De ahí que tengamos que aprender que “hasta que no seamos capaces de salvarnos a nosotros mismos y darnos el amor que merecemos, no sabremos amar a los demás”.
Cuando integras esta premisa vital en tu interior, descubres que por eso nunca podemos dar por hecho el “te quiero” de otra persona, o el apoyo de quién solemos tener cerca. Porque de esta forma, por suerte, aprendemos a valorar y agradecer lo que ya tenemos.
Cada uno tiene que amarse y salvarse a sí mismo
Aprendí que cada uno tenemos una misión sagrada: la de amarnos y salvarnos a nosotros mismos. En este cometido todo vale y cada uno tiene el principio de saber amarse como considere que merece serlo, sin depender en cierto modo de los demás.
Entonces aprendí que no podía ni merecía quedarme sentada esperando lo que desconocía y comencé a crear mi propio mundo. A crear mí propia versión de un “te quiero”, dejé de esperar a que me quisieran y empecé a amarme. Me despediré compartiendo contigo una maravillosa frase que leí no hace mucho y que dice: “es momento de aterrizar y de alcanzar sólo lo que aporte el amor que cada uno se tiene.”
“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”
-Benjamin Franklin-