La fuerza de la verdad
La verdad es una de esas fuerzas capaces de darle un giro de 180 grados a la realidad. Es a partir del encuentro con la verdad como se producen las grandes transformaciones, tanto individualmente, como en el conjunto de la sociedad. Así como la mentira genera una gran cadena de equívocos y errores, la verdad engendra una secuencia de resoluciones y aciertos.
A partir de la verdad es como se construyen los cimientos de una realidad estable y dotada de confiabilidad. A partir de la verdad también, nace en las personas una fuerza interior que no se derrumba ante nada. Pero ¿qué es y cómo llegamos a la verdad?
“Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”
-Arthur C. Doyle-
La verdad y las verdades
La palabra “verdad” es un término polémico. Hay verdades absolutas, verdades científicas, verdades subjetivas, verdades históricas… el reino de la verdad está habitado por especies muy diferentes. Se llama “verdad” a todo discurso que da cuenta de hechos que efectivamente se dieron en la realidad. Por ejemplo, que vives en determinado lugar, que ayer fuiste al supermercado, o que estamos vivos.
Dentro de esas verdades, algunas son absolutas y otras relativas. Una verdad absoluta es que todos hemos nacido de una mujer. Una verdad relativa es que es de día o de noche: sabemos que mientras en un hemisferio sale el sol, en el otro aparece la luna. Pero ese tipo de verdades no crean mayor dificultad. Se verifica en los hechos: ocurren o no. El problema viene cuando profundizamos en las causas de los hechos, o en su significado.
Las apariencias nos juegan malas pasadas, como cuando introducimos una vara en un vaso de agua y vemos que se dobla, pero en realidad no es así. O cuando “adivinamos intenciones” en las actuaciones de los demás, del tipo: su retraso en llegar es prueba de su desinterés.
En el plano científico y filosófico, esta dificultad para llegar a la verdad ha dado origen a polémicas que se han extendido por siglos enteros. En el mundo cotidiano también es fuente de conflictos, confusiones y equívocos. Así como reinan algunas verdades absolutas, también diariamente se nos imponen verdades que son solamente ciertas para sujeto que las experimenta.
¿En dónde está la verdad?
Planteadas así las cosas, parecería que estuviéramos condenados a no poder alcanzar jamás la mayoría de las verdades. ¿Existe alguna manera de construir verdades en nuestra vida cotidiana, que nos sirvan de soporte y nos liberen de la incertidumbre?
Lo primero es aclarar que en el mundo de la subjetividad humana no hay verdades absolutas. Nadie podría decir, con total grado de certeza, que hay algo completamente “verdadero” o “falso” en materia de percepciones, sentimientos y emociones. Aunque se haya promovido un concepto de “normalidad”, en la práctica es imposible encontrar alguien que se ajuste por completo a ese estereotipo, o que se salga totalmente de él.
En realidad, podría decirse que cada quien tiene como tarea construir la verdad acerca de sí mismo. Es quien es por unas razones específicas. No es quien no es, por lo mismo. Siente o resiente con mayor o menor intensidad debido a sus propias características, que son únicas. Ese extraordinario viaje hacia el fondo de uno mismo es también la fuente de las mayores fortalezas que podamos tener como individuos en la vida.
Conocer nuestras propias verdades nos libera del mandato de tener que ser algo que no somos. No tenemos por qué ajustarnos a un concepto prediseñado de éxito, de bondad o de lo que sea. No tenemos por qué construirnos a la medida de un modelo que otro inventó. Es precisamente a partir de ese reconocimiento de nuestras propias verdades que logramos tener la suficiente fuerza vital para luchar por aquello en lo que creemos.
Cuando ocurre lo contrario, cuando vivimos solamente para ajustarnos a las verdades de los demás, nuestra fuerza vital se diluye. Nos convertimos en personas temerosas y dependientes de la mirada de quienes nos rodean. Tan importante es ajustarse a las verdades colectivas, como el respeto por las leyes que nos mantienen unidos en sociedad, como descubrir las verdades personales, que le otorgan sentido a lo que somos y queremos ser.
Imagen cortesía de Christian Schloe, Daria Petrilli