La inteligencia ejecutiva
Muchas veces, cuando pensamos en inteligencia, viene a nuestra menta la imagen de la inteligencia académica. Es decir, un buen estudiante que saca notas altas, una persona que tiene un título universitario o un científico que se dedica a investigar. Pero esta manera de ver la inteligencia no recoge todo lo que encierra este proceso psicológico.
A día de hoy sabemos que hay múltiples inteligencias y entendemos esta como la capacidad para interpretar la información que nos llega del exterior, integrarla con sus vivencias interiores y dar la mejor respuesta a las condiciones a las que nos enfrentamos (inteligencia ejecutiva).
Los psicólogos entendemos la inteligencia como mucho más que el coeficiente intelectual, identificándola con la capacidad de adaptación del individuo al medio donde se encuentra. Es decir, hablamos de que la inteligencia ejecutiva es la capacidad de saber tomar decisiones, frenar nuestros impulsos, reflexionar sobre lo que sentimos y lo que pensamos, saber planificar nuestras acciones y dirigir nuestra atención. Todas estas habilidades juntas componen a grandes rasgos lo que llamamos inteligencia ejecutiva. En este artículo te explicaremos de manera fácil qué es la inteligencia ejecutiva y también, como puedes potenciarla.
Bases biológicas de la inteligencia ejecutiva: el lóbulo frontal (ejecutivo central)
En primer lugar, cabe destacar que al buscar información sobre las bases biológicas de inteligencia ejecutiva es muy probable que encontremos el término funciones ejecutivas. Esto ocurre porque se ha estudiado la inteligencia ejecutiva de manera separada, habilidad por habilidad o función por función y es por ello que los artículos científicos sobre la misma suelen hablar de funciones ejecutivas y no de inteligencia. No obstante, el término inteligencia ejecutiva es correcto y hace referencia al uso de todas las funciones en su conjunto.
Así, estudiar este tipo de inteligencia en el plano fisiológico hace que nos centremos en nuestro lóbulo frontal, especialmente en nuestra corteza prefrontal (control de impulsos y toma de decisiones). Digamos que es el lóbulo frontal el que dirige y gobierna al resto de las funciones conscientes de nuestro cerebro. Todo ello se sabe porque las personas que tienen accidentes cerebro vasculares o bien, tienen accidentes a nivel neuronal en el lóbulo frontal, pierden sus funciones ejecutivas o éstas se ven muy perjudicadas.
La literatura científica posee varios casos documentados de cómo una lesión en el lóbulo frontal ocasiona problemas como la distracción continua, incapacidad para planificar secuencias rutinarias de la vida normal, recordar qué se estaba haciendo y por qué y, sobre todo, saber frenar impulsos. En este sentido, es muy conocido el caso de Phineas Cage (Ratiu, et al., 2004), a quien un accidente daña una parte de su lóbulo frontal, Phineas permanece con vida pero pierde aquello que le hace más humano, pierde la inteligencia ejecutiva.
“La inteligencia ejecutiva es la capacidad de saber tomar decisiones, frenar nuestros impulsos, reflexionar sobre lo que sentimos y lo que pensamos, saber planificar nuestras acciones y dirigir nuestra atención”.
¿Qué habilidades componen la inteligencia ejecutiva?
Autocontrol y manejo de los impulsos
El autocontrol es uno de los principales componentes de la inteligencia ejecutiva. El lóbulo frontal (cortex prefrontal, cerca de las órbitas de los ojos) se encarga de regular nuestros comportamientos, valorar las posibles consecuencias de nuestros actos y así decidir qué hacer en cada situación. Dicho de otro modo, el peso de la educación y la presión cultural recae en el lóbulo frontal y forma parte de la inteligencia ejecutiva. Esta es una de la hipótesis que se baraja para explicar que las personas con diagnóstico de trastorno por déficit de atención e hiperactividad sean tratadas con estimulantes que hacen que su lóbulo frontal trabaje más.
La regulación de nuestros comportamientos es parte de la inteligencia ejecutiva, saber callarnos en el momento correcto y ser capaces de frenar un impulso que, si nos dejamos llevar por él nos perjudicará, es inteligencia ejecutiva. Este tipo de inteligencia va unido a la capacidad de saber cuándo actuar y cuándo es mejor “no hacer nada”.
Así, la inteligencia ejecutiva se asocia a la capacidad de controlar la impulsividad y es por ello que una manera de entrenar este tipo de habilidad es proponerte ganar en autocontrol. Por ejemplo, cuando sientas el impulso de realizar algo (comprar algo, beber algo o comer) el simple hecho de que te pares dos segundo y decirte a ti mismo “qué vas a hacer y por qué” puede ayudarte mucho a ganar en autocontrol y mejorar este componente de la inteligencia ejecutiva. De este modo conseguirás entrenar tu capacidad de autorregulación y por tanto estarás trabajando para una mejor inteligencia ejecutiva.
Memoria de trabajo
La memoria de trabajo fue conceptualizada por Baddeley (1974) y en general se refiere a un proceso más que una función de almacenamiento de conocimiento. La memoria de trabajo es el tipo de memoria que utilizamos para desarrollar razonamientos, recordar a muy corto plazo y es la que nos permite elaborar planes de acción y tomar decisiones. Digamos que es el tipo de memoria que en el ordenador llamamos procesador o CPU. La memoria de trabajo nos permite manejar una cantidad de información al mismo tiempo y así, poner en conjunto todo para valorar qué hacer, cómo nos sentimos y cuáles son los próximos pasos a seguir.
¿Por qué la memoria de trabajo forma parte de la inteligencia ejecutiva? Porque la memoria de trabajo nos permite establecer relaciones entre diferentes elementos y en función de ellos tomar decisiones. Así, es la memoria de trabajo la que permite que integremos información, razonemos y lleguemos a una conclusión incluyendo información de diferente naturaleza. De este modo, una forma de potenciar tu memoria de trabajo puede ser realizar cálculos mentales.
Planificación y toma de decisiones
Parte de la inteligencia ejecutiva es poder tomar decisiones de manera meditada en el menor tiempo posible. Un proceso inteligente de toma de decisiones valora los pros y los contras de cada posibilidad, pero a su vez lo hace a un nivel de profundidad que le permita ser óptimo. Una persona con una buena inteligencia ejecutiva sabe decidir y lo hace en tiempo y forma.
El proceso de toma de decisiones que realizamos desde la inteligencia ejecutiva implica una gran capacidad para plantearse un escenario más allá de la realidad y trasladarse mentalmente a los diferentes escenarios posibles.
Por otro lado, también encontramos la habilidad de planificación como componente de la inteligencia ejecutiva. La inteligencia ejecutiva se encarga de idear planes y estrategias para alcanzar metas mediante el componente de planificación.
Ser capaz de planificar es una habilidad indispensable para varias actividades de la vida cotidiana. Además, es necesaria en momentos clave como en el estudio, la búsqueda de trabajo, independizarse o formar una familia. Para todas estas situaciones utilizamos nuestra inteligencia ejecutiva y por ello es muy útil realizar ejercicios que potencien la planificación y la creación de estrategias.
“Parte de la inteligencia ejecutiva es poder tomar decisiones de manera meditada pero a su vez en tiempo justo”.
Flexibilidad cognitiva
Una inteligencia ejecutiva desarrollada nos permite ajustar nuestras ideas a los cambios que vivimos en nuestra realidad, en este sentido, los psicólogos sabemos que es muy sano cambiar de opinión. Porque el cambio de opinión es una muestra de flexibilidad cognitiva, y ésta nos permite adaptar lo que pensamos o habíamos planeado a las circunstancias del momento. Además, ser flexible a nivel cognitivo se relaciona con una mayor capacidad de gestión de la frustración, porque gracias a esta flexibilidad somos capaces de cambiar la manera en la que intentamos alcanzar un objetivo sin cambiar el objetivo.
Así mismo, las personas que son altamente inteligentes a nivel ejecutivo tienen una gran capacidad de adaptación a la adversidad y ello se debe a su gran flexibilidad cognitiva. En otras palabras, nos referimos a que si tienes un plan y las cosas no salen como te esperabas, mantengas la meta y cambies el plan.
Para tener una mejor flexibilidad cognitiva y potenciar por tanto tu inteligencia ejecutiva puedes realizar ejercicios que te hagan salir de tu zona de confort, cambiar pasos en tu rutina diaria y ampliar tus intereses personales. Cuanto más diferentes sean los estímulos que reciba tu mente, mayor flexibilidad podrás tener.
Razonamiento o pensamiento abstracto
Este componente de la inteligencia ejecutiva es quizás el que más nos distingue como humanos. Gracias a él podemos pensar en términos abstractos, “cosas” que no existen en el mundo físico, pero sí en el mental o emocional, y a su vez, también podemos pensar sobre lo que pensamos (metacognición). El razonamiento abstracto es lo que nos permite trabajar sobre nuestras emociones, sentimientos, dudas, miedos, y demás aspectos psicológicos.
Más aún, la inteligencia ejecutiva nos permite darle un sentido a nuestra vida, lo cual alimenta nuestra salud mental. Es el razonamiento abstracto el que nos ayuda a sentir que nuestra existencia vale, el que nos lleva a pensar en que hemos de aprovechar cada minuto que pasamos despiertos. Sin esta capacidad de razonamiento abstracto tendríamos una vida excesivamente pragmática y vacía de sentido. Por otro lado, para mejorar el razonamiento abstracto puedes entrenar tu capacidad de introspección, así también como estudiar y leer temas relacionados con la filosofía y el arte.
Finalmente recuerda que la inteligencia ejecutiva es una forma diferente de comprender la inteligencia en sí misma, y el mayor beneficio de este enfoque es que permite un entrenamiento de sus diferentes componentes y repercute en la calidad de vida de las personas. Dicho de otro modo, la inteligencia ejecutiva forma parte de un nuevo paradigma que se concentra en mejorar la adaptación del individuo al mundo que le rodea. ¡Anímate a entrenarla!
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Baddeley, A. D. & Hitch, G. (1974). Working memory. Psychology of Learning and Motivation, 8, 47–89.
- Ratiu, P., Talos, I.F., Haker, S., Lieberman, D. & Everett, P. (2004). The tale of Phineas Gage, digitally remastered. Jounral of Neurotrama, 21(15), 637-643.
- Marina, J. A. (2012). La inteligencia ejecutiva. Editorial: Ariel.