La inteligencia, sin motivación, no es suficente

La inteligencia, sin motivación, no es suficente
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 08 septiembre, 2019

Ser inteligente es un regalo. Es algo en lo que la genética tiene mucho que decir y, por lo tanto, sobre lo que nosotros tenemos un margen de maniobra limitado. ¿Pero es suficiente para triunfar? Un gran parte de esa inteligencia innata, cuando no está dirigida por el esfuerzo y la motivación, cae en “saco roto” y dejando un reguero de oportunidades perdidas. Así, la inteligencia, aunque es una gran ayuda a la hora de conseguir metas, hay que saber gestionarla.

Las universidades están llenas de personas que quizá no brillen por su inteligencia, sino por su perseverancia y sus ganas de aprender y enseñar. Hay muchos autores de logros importantes que en el colegio pasaban desapercibidos, pero a los que su tenacidad les ha llevado muy lejos. El éxito no se ve limitado por el resultado de un cociente (en este caso, intelectual); contando con la influencia de otros factores, sobre los que tenemos una capacidad de intervención mayor, nuestros límites creativos se encuentran mucho más lejos de donde los solemos situar.

Hay personas con un cociente intelectual muy superior al de la media, como el de los superdotados, pero incluso en estos casos hay que saber dirigir esta inteligencia para convertirla en virtud y no en una poderosa enemiga. Así, en los colegios es importante detectar niños potencialmente inteligentes para facilitarles y entrenarles con herramientas y contenidos adaptados a su capacidad. En ocasiones, estos niños se aburren y pueden pasar por niños que fracasan.

Tipos de motivación

La motivación es un motor que nos empuja a llevar a cabo un gran espectro de actividades. Por otro lado, señalar que hay dos tipos de motivación: la extrínseca y la intrínseca. La motivación extrínseca se podría definir como aquella que se alimenta de motivos externos como el dinero, el reconocimiento o la recompensa. Por ejemplo, el salario es la motivación extrínseca más poderosa para que muchas personas acudan cada día a su puesto de trabajo.

Por otro lado, la motivación intrínseca se vincula a motivos internos, como el placer de realizar la actividad, las ganas de aprender o el interés que suscita en nosotros. Este tipo de motivación suele ser la que etiqueta a la bolsa donde guardamos nuestras aficiones o hobbies, como la pintura, la escritura o el deporte.

En principio podría parecer que la motivación extrínseca sería más poderosa, ya que se puede obtener un beneficio tangible. Quizás sea así, sin embargo los estudios nos dejan una reflexión en este sentido. Los resultados apuntan a que si introducimos una motivación extrínseca en una actividad que alguien realiza por una motivación intrínseca la motivación general no aumentará. Lo que sucederá es que parte de la motivación intrínseca se perderá en favor de la extrínseca, de manera que si en un futuro retiramos la motivación extrínseca la persona puede sentirse desmotivada y abandonar la actividad.

¿Cómo podemos aumentar la motivación?

Muchas veces el fracaso en un trabajo o tarea no es causado por la incompetencia, sino por la falta de motivación. Tanto los niños en el colegio como los adultos en su puesto de trabajo necesitan un empujón para aprovechar al máximo sus capacidades. Hay varias estrategias que pueden prender la chispa de la motivación intrínseca:

  • Reconocer sus éxitos y no solo los fracasos.
  • Dar más capacidad de decisión y libertad para aportar ideas.
  • Cambiar las competencias de vez en cuando, evitando la monotonía.
  • Dar flexibilidad. No imponer unos horarios determinados sino dar un margen para conciliar la vida profesional y personal.
  • Asegurarse de que las tareas asignadas van acorde a sus competencias o capacidades. Si está por debajo, puede aburrirse. Si le sobrepasa, podría estresarse y desmotivarse.
  • Crear un ambiente cómodo y adecuado.

Estas ideas podrían aplicarse a cualquier tipo de trabajo o centro académico. Aunque la motivación también dependerá de cada persona, puede incentivarse y mejorarse. Incluso existiendo una motivación intrínseca para un trabajo, si el empleado no ve reconocida su tarea puede disminuir su rendimiento y sentirse infravalorado.

Las oportunidades no llegan, hay que salir a buscarlas

Todos conocemos ejemplos de personas que han triunfado. Alguien que abrió un negocio de manera modesta y acabó triunfando, otro que después de unos años consiguió aprobar unas oposiciones o el que se fue al extranjero a probar suerte y acabó con el puesto soñado. “Qué suerte tienen” podríamos pensar, pero detrás de cada triunfo se esconden muchas horas de trabajo, riesgos tomados y decisiones difíciles.

Mujer saltando la línea de meta

El miedo al fracaso puede ser el freno más potente para la motivación. El mundo está lleno de personas con gran inteligencia y capacidades que no se atreve a brillar. Puede que este miedo nos lo hayan inculcado desde niños cuando nos decían que había que tener cuidado, que había que hacer lo que nuestros padres y profesores decían sin posibilidad alguna de innovación.

La inteligencia es un don que hay que saber desarrollar y enfocar. Una de las mejores formas de hacerlo es sintonizarla con nuestras expectativas, aquello por lo que tenemos una motivación intrínseca, lo que nos gusta. Lo cierto es que no hay muchas posibilidades de que alguien llame a nuestra puerta para ajustarnos una oportunidad a medida; hay que salir a buscarla, y además hay que salir a buscarla con fe y el convencimiento de que, siendo más o menos inteligentes, tenemos un montón de aportaciones que hacer.


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