La intolerancia a la incertidumbre, el corazón de la depresión y la ansiedad

La intolerancia a la incertidumbre, el corazón de la depresión y la ansiedad
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 31 enero, 2022

La intolerancia a la incertidumbre es parte de la esencia de la depresión y de la ansiedad. Su génesis y nacimiento bien podría explicarse porque, en parte, no asumimos los cambios como positivos y constructivos.

La intolerancia a la incertidumbre desempeña un papel clave en nuestra tendencia a preocuparnos en exceso. La manera que tenemos de asumir lo incierto, lo desconocido y lo indeterminado puede hacer mella en nuestro estado emocional, llevándonos incluso a favorecer la aparición de problemas emocionales como la ansiedad y la depresión.

“Consideramos la incertidumbre como el peor de todos los males hasta que la realidad nos demuestra lo contrario”.

-Jean Baptiste Alphonse Karr –

A veces parecemos alérgicos a las cosas nuevas, a los cambios y a sus implicaciones. Nos da miedo asumir que todo no va a ser como hasta ahora, lo cual nos lleva a cerrarnos en banda y no poner atención en otras posibilidades que nos puedan conducir a la mejora.

Sombra representando la intolerancia a la incertidumbre

¿Qué es y en qué se fundamenta la intolerancia a la incertidumbre?

Por definición, la intolerancia a la incertidumbre es una característica personal consistente en creencias negativas sobre la incertidumbre y lo que ella conlleva. La evidencia reciente sugiere que está orientada hacia el futuro, no siendo esto igual que la intolerancia a lo ambiguo, lo cual se entiende que afecta al momento presente.

Así, podemos destacar que está representada por dos dimensiones:

  • La intolerancia focalizada en el futuro viene a ser ese pensamiento de que los sucesos imprevistos nos molestan mucho. Este tipo de patrones de razonamiento están especialmente considerados factores de vulnerabilidad específicos de problemas de ansiedad y depresión.
  • La intolerancia inhibitoria: cuando la más pequeña duda nos bloquea y nos hace parar lo que estábamos haciendo. Este factor específico se presenta habitualmente en patologías como el TOC.

La intolerancia a la incertidumbre es un concepto transdiagnóstico que cada vez se tiene más en cuenta a la hora de valorar problemas emocionales como la ansiedad y la depresión. Comprender su valor nos ayuda a atajar de una manera más eficaz todos aquellos pensamientos y emociones que nos destruyen por dentro, creando un malestar enorme.

La incertidumbre es tan desagradable para los humanos que, en vez de aceptarla para gestionarla, preferimos inventarnos un cuento que nos cuentan, contamos y nos contamos sobre qué va a pasar.

La importancia de flexibilizar nuestro pensamiento

En este sentido, debemos destacar que la búsqueda de la certeza absoluta no conduce a otro lado que a la infelicidad. No todo es causa-efecto. De hecho, en la vida no hay nada absoluto, ni mucho menos. Todos tendemos a hacernos preguntas del tipo: ¿qué pasaría si estos dolores fuesen síntomas de un cáncer?, ¿qué ocurriría si no encontrase trabajo con buenas condiciones?

Tanto la respuesta que nos damos a este tipo de preguntas como la frecuencia y el tipo de eventos que nos las sugieren es determinante a la hora de considerar esta tendencia como un hábito peligroso. Las personas con depresión, ansiedad o problemas de este tipo suelen ser más catastrofistas y negativas que el resto.

Reaccionamos fuerte a la incertidumbre porque estamos enfermos de certeza. Nos encantar tener todo previsto, lo cual lleva a que muchas veces sobrestimemos erróneamente las consecuencias negativas de aquellos eventos de los que sabemos poco o que, de alguna forma, no se ajustan a la expectativa que contemplamos como “normal”.

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Aprender a tolerar la incertidumbre

El intento de incrementar la certeza disminuye la tolerancia a la incertidumbre y lleva al aumento de la  preocupación. Por el contrario, incrementar la tolerancia a la incertidumbre lleva a reducir la preocupación. Esto es sinónimo de ser más flexible.

Realmente podemos aprender a tolerar mejor la incertidumbre, pues al fin y al cabo se trata de un hábito que puede ser trabajado. En primer lugar, se puede examinar la reacción que tenemos ante situaciones que no conocemos. Después, trataremos de hacernos partícipes de manera explícita sobre la posibilidad de que el hecho en sí discurra de muchas maneras que no cuadren exactamente con nuestras expectativas.

Porque si no tolerar la incertidumbre nos hace ser más rígidos y más infelices, tolerarla puede ayudarnos a ser más flexibles y, por ende, más felices.

Muchas veces la clave del cambio y del logro de una salud emocional plena está donde menos lo esperamos, y este hallazgo es un perfecto ejemplo de ello.

Mujer con los ojos cerrados que sufre de intolerancia a la incertidumbre

Fuente de interés para especialistas:

Sandín, B., Chorot, P. y Valiente, R. (2012). Transdiagnóstico. Nueva frontera en Psicología Clínica. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica,17, 3, pp. 185-203.


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