La lengua no mastica, pero muerde

La lengua no mastica, pero muerde
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 16 septiembre, 2019

Sabemos que la lengua no mastica, y sin embargo, es capaz de morder. A veces con palabras, otras con el tono, y a menudo, con esas frases cobardes que van de oído en oído y siempre de espaldas. Porque a quien le falta músculo en el corazón le sobra en la lengua, siempre tan ágil, siempre dispuesta a desplegar sus artes.

Resulta curioso cómo a pesar de que la palabra sea en realidad el lenguaje del cerebro y el resultado de nuestra evolución como especie, seamos capaces de utilizarla aún para hacer daño. Esa área tan afinada y sutil como es nuestro mundo emocional aún no ha cogido las riendas para aprender a ser más empáticos. Más cercanos. Personas capaces de convivir y no de alzar cercos mediante los rumores, las agresiones verbales o los desprecios.

“La lengua es como un cuchillo afilado: mata sin sacar sangre”

-Buda-

Algo que todos sabemos es que la lengua es capaz de herir con la misma intensidad que los palos y las piedras. Puede que el ser humano haya evolucionado de forma notable, no hay duda. Ahora somos entidades sofisticadas, más hábiles, más aptas y destinadas a sobrevivir en un contexto igual de cambiante y exigente que el de nuestros antepasados. Sin embargo, hay varios aspectos que nos obligan a reflexionar, a hacer un pequeño acto de conciencia.

Hace años que hemos dado ya un nuevo salto como especie. Hemos abierto el camino a la era digital. Ahora bien, más allá de potenciar aún más la conexión entre el propio ser humano y sus semejantes, las nuevas tecnologías lo que consiguen, en ocasiones, es todo lo contrario.

La lengua encuentra en este escenario un sutil anonimato para deleitarse, para ejercer y provocar a través de la palabra -le bastan 140 caracteres- daños auténticos. Heridas que a veces ocasionan serias consecuencias y en las que la responsabilidad queda difuminada.

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué “mordemos con la lengua” hasta el punto  de destruir vidas ajenas?

mujer con peces

La palabra que hiere: un dolor real

Hay momentos en que la ira nos consume. En que la tensión del momento nos hace decir en voz alta la palabra menos apropiada. La que rompe todas las piezas que conforman el corazón de la persona que tenemos en frente, y a la que por supuesto queremos. Porque tal y como suele decirse, siempre será mejor optar por el silencio en un momento de tensión, que lamentar 100 años de posterior arrepentimiento.

Con ello queremos decir que todos, absolutamente todos, disponemos de ese poder. El de hacer daño a través de la lengua. A través de la palabra. Ahora bien, cuando decimos “daño” no hablamos solo de una simple metáfora. Porque el dolor emocional causado a través del lenguaje es real, es auténtico y puede verse a través de técnicas de neuroimagen.

El dolor que nadie ve, la herida invisible de nuestra sociedad

En la Universidad de Los Ángeles se realizó un interesante estudio -desde el departamento de neurología- donde se descubrieron varios fenómenos. Las palabras cargadas de desprecio, así como las críticas o el sufrir continuamente el impacto de los rumores, activa en la persona lo que se conoce como “la red neural del rechazo social”. 

La actividad del cerebro cambia y quedamos suspendidos en un estado de “desconexión”, de una emocionalidad que oscila entre la rabia y la depresión.

Rostro de una mujer sufriendo

Asimismo, otro aspecto que se pudo constatar es que la agresión verbal produce efectos más profundos y duraderos que el abuso físico. Es un impacto que puede afectar incluso al desarrollo de un niño. De hecho, factores como la intimidación o el abuso verbal que sufren muchos adolescentes en el ámbito escolar tienen su correlato en la sustancia blanca del cerebro e incluso en el hipocampo, la estructura relacionada con la memoria y las emociones.

Párate y piensa: tu lengua es un arma implacable

Sabemos que la lengua hiere, sin embargo pocas medicinas son tan curativas como la palabra sabia. Como la voz que arropa, la mirada que consuela, el oído que escucha y el lenguaje que sabe conectar desde el corazón con sus semejantes. Sin embargo… ¿por qué nos cuesta tanto poner en práctica estas acciones?

  • En primer lugar, porque no todo el mundo tiene las estrategias o las habilidades. Tanto es así, que son muchos los estudios que nos revelan que los niños que “intimidan” y que hacen bullying a sus compañeros son chicos y chicas con graves problemas emocionales e incluso mentales.
  • Muchos de ellos conciben la agresión como sinónimo de poder. Ese modo de actuar es su única estrategia para reafirmarse en un contexto personal caracterizado por el desarraigo y la carencia de una educación respetuosa, empática.
crítica
  • Por otro lado, quien se deja llevar por la agilidad voraz de su lengua, es incapaz de pasar antes el velo de sus pensamientos por un adecuado filtro mental. Ahí donde limar aristas y accionar antes el botón de la gestión emocional y el autocontrol.
  • Vivimos en una sociedad, donde la lengua tiene público y más canales donde expresarse. De hecho, a veces, lo que hace es cohesionar a un grupo determinado frente a un individuo o una minoría en desventaja. Lejos de caer en estas dinámicas de “ovejas blancas frente a ovejas negras”, hemos de ser capaces de alzarnos como entidades capaces de pensar por sí mismas.

La lengua, al fin y al cabo no es más que el instrumento del cerebro. Si permitimos que actúe sola, será la sinrazón la que le dé voz. La ignorancia la que le ofrezca la entonación y nuestros instintos más primitivos el veneno para hacer daño.

No vale la pena. Antes de hablar o antes de escribir en las redes sociales, atiende y observa. sé prudente. Porque a veces, el silencio será preferible a cualquier palabra de la que más tarde, te arrepientas.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.