La ley de Brandolini o el principio de asimetría de la estupidez

¿Alguna vez has escuchado hablar de la ley de Brandolini? ¿Te has preguntado por qué es tan difícil refutar una mentira o desmentir una noticia falsa? Acompáñanos a explorar cómo surgió este planteamiento y sus obstáculos para el pensamiento racional.
La ley de Brandolini o el principio de asimetría de la estupidez
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 11 abril, 2023

La ley de Brandolini forma parte de las normas informales conocidas como «epónimas». Estas surgen de forma espontánea y las damos por ciertas de manera implícita, aunque no nos hayamos planteado su formulación estricta o realizado un estudio para cosechar evidencias que la apoyen. La que les presentamos lleva el nombre de su creador: Alberto Brandolini, un programador italiano afamado en Twitter.

Esto es lo que dice el principio de Brandolini: la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez , falsedad o engaño es un orden de magnitud mayor que el requerido para producirla. Dicho con sencillez, se necesita mucho más esfuerzo para refutar una estupidez que para producirla o sostenerla.

Esta premisa no podría ser más actual, en especial si hablamos de las redes sociales (RR. SS.). La cantidad de sandeces publicadas en esos espacios es virtualmente inconmensurable. De igual modo, lo son los intentos fallidos por sacar a la gente de su error. A continuación, profundicemos sobre el planteamiento de Brandolini.

«En algunos casos, un experto o experta en un tema determinado, se ve enganchado en una batalla en contra de personas sin ninguna formación profesional, pero sí muchas opiniones que ofrecer. Este tipo de situaciones suelen terminar favoreciendo a aquel contendiente cuya opinión sea la más popular, y no a la persona que realmente tenga los hechos de su lado».

-Mauricio Sánchez-

La ley de Brandolini

El origen del pensamiento de Brandolini se remonta a enero de 2013, en Twitter. Harto de debatir tonterías con desconocidos, el programador leyó el libro Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman. Justo después de esto, presenció un debate televisivo entre el periodista Marco Travaglio y el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Fue tanto el malestar que le produjo, que formuló su famosa ley en un trino.

En pocas horas, el planteamiento se hizo viral. Eran miles de personas las que estaban de acuerdo con esta premisa. La idea de Brandolini se aplica en especial a asuntos como las noticias falsas y los sesgos cognitivos. A la misma, también le conocen como «El principio de asimetría de la estupidez» y «La asimetría de la chorrada».

En la actualidad, el debate público (sobre todo en RR. SS.) choca con 2 grandes obstáculos, detallados a continuación.

  • Ausencia de pensamiento racional, descrito en la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad como el eje de la filosofía que busca las bases para asentar nuestras creencias. En su lugar, hay una serie de afirmaciones caprichosas surgidas del odio, la venganza, el interés y toda suerte de bajas emociones.
  • Falta de información con base en hechos, se inventa con facilidad una conclusión, sin que haya evidencia que la respalde.


Mujer agobiada por noticias falsas en redes sociales
La ley de Brandolini plantea la necesidad de desvirtuar el cúmulo de noticias falsas divulgadas en internet.

La asimetría de la estupidez

En realidad, para inventar una estupidez o una «chorrada» se necesita poco. Basta con escribir cualquier tontería y ya está. El problema es que hay muchas personas dispuestas a creer cualquier cosa y este reconocimiento es justo el elogio que busca la estupidez (Carbonell Castañer, 2012).

Además, como menciona un trabajo de la revista Historia y Comunicación Social, las RR. SS. y el internet en general potencian la polarización, promoviendo análisis emocionales e imprecisos.

Es entonces cuando aparece el esfuerzo por desvirtuar esas noticias falsas o mentiras fáciles. Paradójicamente, para hacerlo se requiere de argumentos sólidos. ¿Por qué? La ley de Brandolini está sujeta a 3 aspectos asimétricos que enseguida veremos.

1. Asimetría de impacto

Los enunciados poco acertados suelen tener más impacto que los esfuerzos posteriores por cuestionarlos. Por ejemplo, alguien que diga que mañana nos invadirán los extraterrestres, siguiendo los vaticinios del «famoso científico Pepito Pérez y Los Simpson», probablemente conseguirá captar atención; otra cuestión es que logre convencer a alguien.

Después, evidenciar que Pepito Pérez no existe y que Los Simpson no son una fuente de predicción confiable, provocará menor interés.

2. Asimetría de retención de la memoria

Las afirmaciones iniciales desajustadas/increíbles dejan una huella más profunda en la memoria que los intentos posteriores por desmentirlas, incluso si son muy válidos. La gente recuerda más la afirmación de Pepito, que la de 50 expertos que la desmintieron.

3. Asimetría de la unción

Esta señala que, en general, tendemos a percibir a quien difunde la estupidez como alguien con ventaja. En cambio, quienes lo contradicen son vistos como aguafiestas. A las personas suelen gustarle más las afirmaciones mágicas y muy poco ajustadas a la realidad, pero impactantes. En este sentido, nos seduce la posibilidad.



Marioneta manipulada para elegir
Medios de comunicación y redes sociales promueven análisis imprecisos de la información.

La solución: ignorarlas

Todos llevamos dentro un justiciero que a veces se muestra ansioso por defender aquello que pensamos que es verdad. Sin embargo, como lo señala la ley de Brandolini, en ocasiones perdemos demasiada energía debatiendo tonterías con personas que no están dispuestas a razonar y que rechazarán cualquier argumento por más sólido que sea.

Por lo tanto, lo más saludable es ignorar a quienes se enrocan en posturas absurdas. La polémica solo les hace ganar visibilidad; de hecho, puede llegar a convertirse en una oportunidad para adoptar el papel de víctimas, una posición en la que sienten comodidad por las ganancias secundarias que obtienen.


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