La ley de Brandolini o el principio de asimetría de la estupidez
La ley de Brandolini forma parte de las normas informales conocidas como «epónimas». Estas surgen de forma espontánea y las damos por ciertas de manera implícita, aunque no nos hayamos planteado su formulación estricta o realizado un estudio para cosechar evidencias que la apoyen. La que les presentamos lleva el nombre de su creador: Alberto Brandolini, un programador italiano afamado en Twitter.
Esto es lo que dice el principio de Brandolini: la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez , falsedad o engaño es un orden de magnitud mayor que el requerido para producirla. Dicho con sencillez, se necesita mucho más esfuerzo para refutar una estupidez que para producirla o sostenerla.
Esta premisa no podría ser más actual, en especial si hablamos de las redes sociales (RR. SS.). La cantidad de sandeces publicadas en esos espacios es virtualmente inconmensurable. De igual modo, lo son los intentos fallidos por sacar a la gente de su error. A continuación, profundicemos sobre el planteamiento de Brandolini.
«En algunos casos, un experto o experta en un tema determinado, se ve enganchado en una batalla en contra de personas sin ninguna formación profesional, pero sí muchas opiniones que ofrecer. Este tipo de situaciones suelen terminar favoreciendo a aquel contendiente cuya opinión sea la más popular, y no a la persona que realmente tenga los hechos de su lado».
-Mauricio Sánchez-
La ley de Brandolini
El origen del pensamiento de Brandolini se remonta a enero de 2013, en Twitter. Harto de debatir tonterías con desconocidos, el programador leyó el libro Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman. Justo después de esto, presenció un debate televisivo entre el periodista Marco Travaglio y el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Fue tanto el malestar que le produjo, que formuló su famosa ley en un trino.
En pocas horas, el planteamiento se hizo viral. Eran miles de personas las que estaban de acuerdo con esta premisa. La idea de Brandolini se aplica en especial a asuntos como las noticias falsas y los sesgos cognitivos. A la misma, también le conocen como «El principio de asimetría de la estupidez» y «La asimetría de la chorrada».
En la actualidad, el debate público (sobre todo en RR. SS.) choca con 2 grandes obstáculos, detallados a continuación.
- Ausencia de pensamiento racional, descrito en la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad como el eje de la filosofía que busca las bases para asentar nuestras creencias. En su lugar, hay una serie de afirmaciones caprichosas surgidas del odio, la venganza, el interés y toda suerte de bajas emociones.
- Falta de información con base en hechos, se inventa con facilidad una conclusión, sin que haya evidencia que la respalde.
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La asimetría de la estupidez
En realidad, para inventar una estupidez o una «chorrada» se necesita poco. Basta con escribir cualquier tontería y ya está. El problema es que hay muchas personas dispuestas a creer cualquier cosa y este reconocimiento es justo el elogio que busca la estupidez (Carbonell Castañer, 2012).
Además, como menciona un trabajo de la revista Historia y Comunicación Social, las RR. SS. y el internet en general potencian la polarización, promoviendo análisis emocionales e imprecisos.
Es entonces cuando aparece el esfuerzo por desvirtuar esas noticias falsas o mentiras fáciles. Paradójicamente, para hacerlo se requiere de argumentos sólidos. ¿Por qué? La ley de Brandolini está sujeta a 3 aspectos asimétricos que enseguida veremos.
1. Asimetría de impacto
Los enunciados poco acertados suelen tener más impacto que los esfuerzos posteriores por cuestionarlos. Por ejemplo, alguien que diga que mañana nos invadirán los extraterrestres, siguiendo los vaticinios del «famoso científico Pepito Pérez y Los Simpson», probablemente conseguirá captar atención; otra cuestión es que logre convencer a alguien.
Después, evidenciar que Pepito Pérez no existe y que Los Simpson no son una fuente de predicción confiable, provocará menor interés.
2. Asimetría de retención de la memoria
Las afirmaciones iniciales desajustadas/increíbles dejan una huella más profunda en la memoria que los intentos posteriores por desmentirlas, incluso si son muy válidos. La gente recuerda más la afirmación de Pepito, que la de 50 expertos que la desmintieron.
3. Asimetría de la unción
Esta señala que, en general, tendemos a percibir a quien difunde la estupidez como alguien con ventaja. En cambio, quienes lo contradicen son vistos como aguafiestas. A las personas suelen gustarle más las afirmaciones mágicas y muy poco ajustadas a la realidad, pero impactantes. En este sentido, nos seduce la posibilidad.
La solución: ignorarlas
Todos llevamos dentro un justiciero que a veces se muestra ansioso por defender aquello que pensamos que es verdad. Sin embargo, como lo señala la ley de Brandolini, en ocasiones perdemos demasiada energía debatiendo tonterías con personas que no están dispuestas a razonar y que rechazarán cualquier argumento por más sólido que sea.
Por lo tanto, lo más saludable es ignorar a quienes se enrocan en posturas absurdas. La polémica solo les hace ganar visibilidad; de hecho, puede llegar a convertirse en una oportunidad para adoptar el papel de víctimas, una posición en la que sienten comodidad por las ganancias secundarias que obtienen.
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- Brandolini, A. [@ziobrando]. (2013, 11 de enero). The bullshit asimmetry: the amount of energy needed to refute bullshit is an order of magnitude bigger than to produce it [tuit]. Twitter. https://twitter.com/ziobrando/status/289635060758507521
- Carbonell Castañer, J. (2012). Jean Paul Richter, Elogio de la estupidez. La torre del Virrey, 11(2), 1-2. https://revista.latorredelvirrey.es/LTV/article/view/1328
- Estany, A. (2022). Retos del pensamiento racional. Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad-CTS, 17(50), 201-208. http://ojs.revistacts.net/index.php/CTS/article/view/304
- Sanz Blasco, R., Carro de Francisco, C. (2019). Susceptibilidad cognitiva a las falsas informaciones. Historia y comunicación social, 24(2), 521. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/66296