La magia de las primeras veces
¿Qué tendrán las primeras veces que a todos nos gustan tanto? ¿Qué tendrá de especial ese primer momento que todos ansiamos? ¿Qué tendrá de mágico ese cosquilleo en el estómago de no saber qué va a pasar, de enfrentarte a algo nuevo? Es la magia que esconden las primeras veces.
El primer trabajo, la primera cita, la primera visita a una nueva ciudad, la primera vez que vemos una película, todas estas situaciones implican una nueva experiencia que nos supone una incertidumbre y hace que en nosotros pueda surgir, el miedo, la duda, pero también las ganas, la sorpresa y miles de emociones que se acumulan y hacen que nos tiemblen las piernas mientras nos impulsan hacia adelante.
Cuando nos enfrentamos a algo por primera vez, vamos generando un plan mental, tenemos ganas de que empiece, nos imaginamos cómo será, qué pasará, qué nos aportará y esto genera en nosotros un motor que nos empuja y motiva para enseñar a los demás nuestra mejor versión ante lo nuevo.
Las primeras veces esconden miles de puertas secretas, miles de ventanas que no conocemos, pero las abrimos. Si superamos el primer miedo que nos protege, superamos barreras y descubrimos nuevos horizontes, las primeras veces están cargadas de magia, porque aun sin saber qué hay detrás, vamos a ello con nuestras mejores herramientas.
¿Y si nos enfrentáramos después con la ilusión de las primeras veces?
Ahí está la magia, una vez que sabemos qué pasará en el trabajo o cuando conocemos a la persona con la que vamos a quedar o incluso cuando sabemos cómo sucederá la reunión que tenemos hoy, perdemos parte de la ilusión de la primera vez. Como afirmaba Rafael Santandreu, si nos enfrentáramos a las situaciones con la mente abierta de las primeras veces podríamos descubrir cada día algo nuevo, con la misma ilusión, las ganas y la fuerza de cuando lo hacemos por primera vez.
Un ejemplo de la magia de las primeras veces como afirma este autor podemos verlo, por ejemplo, en los alumnos que pasan una temporada de Erasmus. Cuando empieza el año, te encuentras ante un montón de gente nueva, una nueva ciudad por descubrir, aventuras, todo son buenas expectativas de un año por delante que será genial. Por otro lado, a medida que pasan los meses, parte de los desconocido se vuelve conocido… y el viaje de vuelta aparece como una realidad cada vez más cercana en el horizonte.
Dejando aun lado la experiencia que podamos tener en lugares por los que estamos de paso, la ciudad en la que vivimos cada día tiene rincones que seguro no conocemos, hay miles de actividades que te acercan a gente nueva o planes alternativos. En este sentido, si logras hacerte con la magia del principio y enfrentarte con la ilusión de ver una nueva ciudad por descubrir, te esperará el poder de las primeras veces cada día.
La ilusión de las primeras veces no está en las situaciones, sino en las ganas que nosotros le ponemos y la actitud con la que nos enfrentamos a ellas. La magia la construimos nosotros, entonces ¿por qué no levantarnos cada día y construimos nuestra primera vez?
¿Qué positivo podemos sacar de las veces posteriores?
Cada día esconde la magia de no saber qué pasará, pero si vamos con los ojos puestos en lo que ya sabemos, si ya no damos o esperamos lo mejor de cada día, no podremos ver lo maravilloso de un día nuevo. Podemos saber cómo empezará el día, pero no cómo acabará.
Las primeras veces esconden también nervios, miedos, dudas, quizás las veces posteriores hemos aprendido de esto y nos enfrentamos con nuevas emociones y nuevas herramientas que harán que esta incertidumbre que frena se minimice y podamos seguir mejorando.
Dibujemos un día con nuevas primeras veces, saquemos lo positivo de las segundas, creemos la magia para vivir con la ilusión de un “como si fuera la primera vez”, y lo hagamos con la pasión de un “como si fuera la última”. No permitamos que se pierda el cosquilleo y la sonrisa de la incertidumbre que supone toda primera vez, aunque sea la tercera, la cuarta o la décima.