La mujer y la niña en la ciencia, por un futuro de igualdad
A veces, hay que mirar atrás para enmendar errores y diseñar un futuro mejor. En ese intento por construir un mañana con mayor potencial, bienestar y progreso, existe una cuenta pendiente: la de la inclusión de la mujer y la niña en la ciencia. Hasta no hace mucho, esta esfera ha sido predominantemente masculina, pero a día de hoy vamos dando ya pequeños pasos por lograr una igualdad auténtica.
Si le pidiéramos ahora mismo a cualquier niño o niña que dibujara a una persona trabajando en un área científica, la mayoría de ellos coincidirían en una misma imagen. Un hombre mayor con bata blanca y muy similar quizá a «Doc» el científico de la película Regreso al futuro. Asimismo, si preguntamos a cualquiera por el nombre de una mujer que dedicó su vida a la ciencia, pocos podrían dar más referencias que las de Marie Curie.
Figuras como Rita Levi-Montalcini, Lise Meintner, Sophie Germain o Marie Anne Pierrette-Paulze quedan diluidas en el olvido mayoritario. Quizá, porque nombres como Isaac Newton, Benjamin Franklin, Nicola Tesla o Louis Pasteur han eclipsado por completo ese pódium científico donde ellos, siempre tuvieron mayores oportunidades, posición y prestigio.
¿Quiere decir eso que a lo largo de la historia el número de mujeres que se dedicaban a la ciencia era tan minoritario? En absoluto. El problema es que sí las había, pero estaban a la sombra de los hombres. Un ejemplo de ello es Mileva Einstein, la primera esposa de Albert Einstein.
Muchos la llamaban la vieja bruja, por ser excepcionalmente brillante. Según explican los biógrafos ella fue una pieza fundamental en la teoría de la relatividad formulada por Einstein y que como bien sabemos, le valió el Nobel…
La mujer y la niña en la ciencia, nuestra cuenta pendiente
Cada 11 de febrero se celebra el día de la mujer y la niña en la ciencia. Desde la ONU se estableció que uno de los objetivos clave para los próximos 15 años era precisamente acabar con la desigualdad de género presente en esta disciplina.
Ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas… La presencia de mujeres en estas carreras está aumentando desde hace poco y, como tal, las sensaciones son buenas. Ahora bien, siguen existiendo factores decisivos para ese futuro de igualdad. Analicemos dichos aspectos en profundidad.
El peso de los prejuicios de género
Según diversos informes de la UNESCO, menos del 30 % de las investigaciones científicas se llevan a cabo por personal femenino. Asimismo, el número de estudiantes que se matriculan en campos como la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), llega al tres por ciento. Por otro lado, en áreas como las ciencias naturales, la estadística, las matemáticas, estadísticas o la ingeniería, se queda en poco más de un ocho por cien.
¿Es que las mujeres no tienen competencias para dedicarse a estas ramas del conocimiento? Las tienen. Pero hay un problema. Para lograr una inclusión real de las mujeres y las niñas en la ciencia se necesita eliminar prejuicios de género. A día de hoy, niños de 6 y 7 años ya interiorizan de forma inconsciente qué trabajos «son de chicos y cuáles son de chicas».
Los ingenieros aeroespaciales, los matemáticos e incluso los catedráticos de universidad son visualizados por los más pequeños como figuras masculinas. Estos son esquemas cargados de prejuicios que es necesario corregir desde bien pequeños para potenciar la igualdad de oportunidades. Algo como potenciar la vocación científica en las niñas, despertar su curiosidad en estas áreas genería sin duda un cambio alentador que se verá en el futuro.
¿Por qué faltan mujeres en los puestos de responsabilidad en las áreas científicas?
Hay un hecho innegable. A medida que avanzamos en las escalas de desarrollo profesional, hay menor presencia femenina en puestos de decisión, responsabilidad y gestión. ¿Cuál es la causa? Generalmente, fallan las políticas de fomento de la igualdad. Se sigue viendo como más competente al científico masculino y además, de ello, existe otro factor preocupante.
Conciliar la maternidad con la carrera profesional es la mayor dificultad que tienen las mujeres científicas. A menudo, se ven incapaces de poder optar a puestos de mayor responsabilidad por esa falta de apoyo en la conciliación.
Existe por otro lado, un factor que cabe destacar. Es el conocido «efecto Matilda» acuñado en 1993 por la historiadora Margaret W. Rossiter. Según ella, algo que sucede con excesiva frecuencia es que se tiende a menospreciar el trabajo de las mujeres en favor de los hombres.
Todo avance o descubrimiento realizado por una mujer, queda opacado o peor aún, se traslada su descubrimiento a una figura masculina que es quien se llevará el mérito. La científica, por tanto, queda relegada al ostracismo, sin obtener fondos para sus investigaciones, sin poder publicar u obtener los ascensos que merece.
La mujer y la niña en la ciencia, un futuro lleno de esperanza
Enseñemos a las niñas a que pueden ser aquello que deseen. Abramos para ellas el vasto mundo del cosmos, el pequeñísimo universo de la genética, la increíble dimensión de la ingeniería y las posibilidades que todo eso entraña para el progreso y para su futuro. Para que la inclusión de la mujer y la niña en la ciencia sea real se necesitan básicamente dos factores: educación y oportunidades.
Todo niño y toda niña, sin importar su situación o su país de origen debería poder acceder a los estudios que más le interesen. Porque es la pasión la que crea avances, es el interés real por un campo de trabajo lo que revierte en la propia sociedad para que pueda avanzar. Si educamos en igualdad y ponemos los medios reales para que toda persona pueda desarrollarse plenamente en su labor sin prejuicios y obstáculos, ganaremos todos.