La necesidad de ponernos a dieta de contenidos digitales
Quien primero habló de la dieta de contenidos digitales fue el escritor estadounidense Jake Reilly. Inicialmente lo hizo como un experimento, que luego se convirtió en un artículo muy famoso, el cual llevaba por nombre Obesidad digital y dieta digital.
Todo comenzó cuando Reilly se dio cuenta de que no podía estar ni un minuto desconectado de Internet. Empezó a hacer cuentas y notó que estaba enviando más de 1.500 correos electrónicos al mes. Sus tuits superaban los 250 mensuales y en el mismo lapso hablaba por teléfono más de 900 minutos. Fue entonces cuando pensó en hacer una dieta de contenidos digitales.
“Twitter es un buen sitio para decirle al mundo lo que estás pensando antes de que hayas tenido la oportunidad de pensarlo”.
-Chris Pirillo-
Jake Reilly habló también del concepto de “obesidad digital”. Incluso creó una fórmula para “pesarse” digitalmente y verificar si había algún exceso. Consistía en un sistema de puntos que contabilizaba la cantidad de dispositivos que se tienen, el número de veces de conexión a Internet al día, la cantidad de mensajes que se envían, etc. Y al final, si todo pasaba de cierto puntaje, se decía que había e-obesidad.
Sin llegar a esos extremos, cada quien tiene un termómetro interno que le indica si hay excesos. Algunas de las medidas son el estrés y la angustia por estar a toda hora, con veinte ventanas abiertas, mirando aquí y allá y con la sensación de que “hay algo que ver”, sin ser así. Tras hacer una dieta de contenidos digitales, quizás se llegue a ciertas conclusiones, similares a las que encontró Jake Reilly y muchos otros. Son estas.
El nivel de estrés baja con la dieta de contenidos digitales
No nos damos cuenta de lo tensos que podemos llegar a ponernos cuando navegamos por la red. Esto se debe a que el cerebro se ubica en actitud de máxima alerta. Todo el tiempo está a la expectativa de que “suceda algo”. Esto es, básicamente, una nueva comunicación o alguna noticia.
Cuando se hace una dieta de contenidos digitales, de al menos 30 días, el nivel de revoluciones del cerebro baja. Al comienzo hay una gran tensión, similar a la que se produce por la abstinencia de una droga. Con los días, poco a poco comienza a sentirse más tranquilidad y paz interior.
No ocurren tantas cosas como parece
En la red nos formamos la idea de que continuamente están ocurriendo miles de cosas en el mundo. Llegamos a sentir que si nos desconectamos por mucho tiempo, nos vamos a perder algo importante y que esto nos deja por fuera de la dinámica social.
Al hacer una dieta de contenidos digitales se comprueba que esto es falso. La mayoría de esos contenidos que circulan por las redes y la web son verdaderamente irrelevantes. Más de lo mismo, en una palabra. Por lo tanto, basta con conectarse una vez al día, cuando mucho, para enterarse de lo importante de la jornada.
No tenemos tantos amigos como creemos y las redes causan adicción
Los amigos y seguidores en Internet son, la mayoría de las veces, una ilusión más. No porque den like a lo que publicamos son nuestros amigos realmente. Sin embargo, inmersos en la red nos parece que sí. Que nuestras amistades son los que aparecen en la lista de seguidores.
Al hacer una dieta de contenidos digitales, descubrimos que no es así. Si desaparecemos de la red, desaparecemos de sus vidas. Consiguen otros amigos virtuales. En cambio, volver a hablar con aquellas personas con las que verdaderamente tenemos vínculos importantes es un gran regalo.
Las redes sociales sí generan adicción. Lo hacen de forma imperceptible. Cuando te conectas, tu cerebro libera pequeñas cantidades de dopamina. Ahí está la trampa. Así comienza toda adicción. Después vuelves y vuelves, tratando de experimentar la misma sensación.
Hay que buscar momentos para hacer nada
Otro de los rasgos que nos imprime la conexión a Internet, sin que nos demos cuenta, es el de involucrarnos en una dinámica en la que todo el tiempo tiene que “estar pasando algo”. Nunca la quietud. Nunca la ausencia de estímulos.
Eso nos priva de ese maravilloso placer de tener ratos para hacer nada. De hecho, sin apenas notarlo, comenzamos a temer a la inactividad. Es algo grave, pues es precisamente en esos momentos de “nada” cuando generamos nuestras mejores ideas y profundizamos en las ya existentes. Las grandes conquistas del pensamiento, muchas veces fueron hechas en momentos de ocio.
Es bueno desconectarnos cada vez que podamos. No es conveniente permitir que Internet sustituya a la vida. Por supuesto, la red nos brinda enormes posibilidades, pero no hay que dejar de lado la vida real, la que se vive con los sentidos, la que finalmente tiene mucho mayor peso y relevancia que todo lo demás.