La necesidad de ser entendidos: clave bienestar y también de sufrimiento
Asumimos casi desde niños que la necesidad de ser entendidos es una prioridad. Queremos que los demás comprendan lo que pensamos, que conecten con nuestras necesidades, realidades particulares y que sientan incluso casi lo mismo que nosotros mismos experimentamos. Sin embargo, poco a poco, la vida nos demuestra que esto no siempre es posible. Y que suceda esto tampoco es el fin del mundo.
No todos van a entender ni congeniar con nuestros universos particulares. Ni siquiera nuestros padres llegan a comprender muchas de nuestras formas de actuar, de nuestras pasiones, matices singulares y rasgos de personalidad. No obstante, que no los entiendan no quiere decir que no nos respeten. Porque el respeto sí es esencial y prioritario en todos los casos. Esa es, al fin y al cabo, la clave de la convivencia.
A pesar de ello, en ocasiones muchas de las personas que apreciamos no congenian con aquello que expresamos o sentimos y eso nos duele y nos frustra. Es una evidencia. Sentirnos comprendidos es para muchos tan o más importante que sentirse amados.
La necesidad de ser entendidos: ¿prioridad o forma de sufrimiento?
“Pero… ¿me entiendes verdad? Entiendes lo que quiero decirte y lo que me ocurre ¿no es así?”. Muchos nos hemos visto a menudo en esta misma situación. En la de estar insistiéndole a alguien con estas frases para que nos hagan saber que sí, que comprenden nuestro mensaje y, más aún, lo que sentimos. ¿Cómo negarlo? La necesidad de ser entendidos es para gran parte de nosotros una prioridad y que esto en ocasiones no suceda, nos desespera.
Todos tenemos en mente alguna experiencia similar. Esa en la que alguien nos miró con incredulidad incapaz de congeniar con lo que nos sucedía o le estábamos diciendo. Nos ha pasado con desconocidos y también con personas más cercanas. De hecho, son precisamente las personas con quienes tenemos un vínculo más estrecho de las que más esperamos. “Si me quieren, entonces deben entenderme” nos decimos.
Tristemente, esta regla de tres no funciona. Es más, quien aspire a ser comprendido, siempre y en cada circunstancia, estará condenado a un irremediable sufrimiento. Vale la pena recordar una sabia frase de Carl Jung: “lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se lo comprenda por completo”. Ahora bien ¿qué quería decir el célebre psiquiatra suizo con esta frase? Lo analizamos.
Aunque a veces no te comprendan, te pueden amar igual (y eso es lo esperable)
Buena parte de las personas necesitan sentirse validadas, aceptadas, recibir aprobación externa y esos refuerzos sociales que a fin de cuentas tan bien nos hacen sentir. Todo ello es correcto, es comprensible; sin embargo, no podemos ni debemos depender en exclusiva de todas esas dinámicas para alcanzar nuestro bienestar. Porque no siempre van a darse ni los demás están obligados tampoco a hacerlo en toda circunstancia.
Habrá muchas circunstancias o elementos que los demás no entiendan de nosotros, pero que aún así lo respeten. Puede que nuestra pareja, amigos o familia no siempre comprendan por qué hacemos ciertas cosas, por qué reaccionamos de tal modo o por qué le damos tanto valor a unas cosas y no otras.
Que suceda esto es normal y no por ello nos aman menos. Simplemente, aceptan cómo somos y nos quieren en cada matiz, en cada circunstancia por particular que sea. Y algo así, es realmente enriquecedor.
Los demás no podrán entenderte siempre, de hecho, ni tú mismo puedes
Si hay alguien que dice comprenderte por completo, desconfía. Carl Jung ya nos avisó de ello; a fin de cuentas, ni nosotros mismos llegamos a comprendernos en ocasiones. Es más, hasta la propia vida resulta muy difícil de comprender, pero aun así la transitamos, la exploramos, la disfrutamos como niños que intentan descifrar cada día un nuevo misterio y aprender del proceso.
La incomprensión y ese pequeño espacio para la incertidumbre forman parte de nuestra realidad. Como decía el filósofo David Thoreau: “mi vida es un experimento que jamás deja de tener interés para mí”.
Cada uno de nosotros, a fin de cuentas, seguimos probándonos cada día, descubriéndonos, desafiándonos… En cada paso nos comprendemos un poco más o bien, nos sorprendemos descubriendo algo nuevo. Por tanto, poco a poco tomamos conciencia de que la necesidad de ser entendidos no es una prioridad absoluta.
La necesidad de ser entendidos en un mundo complejo
“El mundo ya es de por sí increíblemente complicado para que además, quienes nos quieren no nos entiendan. ¿Puede haber algo más frustrante?”. Esto mismo es lo que nos decimos muchas veces, en especial, cuando discutimos con alguien porque nos acaba diciendo aquello de “yo es que no te entiendo”.
Cuando esto suceda siempre es adecuado reflexionar en los siguientes aspectos:
- No podemos controlarlo todo. El mundo y las personas no pueden ser como nosotros queremos y deseamos.
- A veces nos comprenderán y otras no. Que suceda esto forma parte de lo concebible, al fin y al cabo, el ser humano es increíblemente complejo y nadie puede encajar exactamente en cada vértice, fragmento y matiz de nuestra personalidad y opiniones.
Liberarnos de la necesidad de ser entendidos en cualquier situación y circunstancia nos permitirá caminar más ligeros. Reduciremos cuotas de sufrimiento y nuestras relaciones serán más satisfactorias. Recordémoslo siempre, ser entendidos es permisible, pero ser respetados sí es obligatorio.