¿La personalidad se hereda? Esto es lo que dice la ciencia
¿La personalidad se hereda? ¿Tenemos quizá algunos posos de la forma de ser de nuestros padres? Es más… ¿Pueden nuestros hijos desarrollar nuestra introversión, inseguridad o esa autosuficiencia que nos define? Son muchas las personas que se han hecho esta pregunta. Sobre todo, al verse reflejadas en algún aspecto con los propios progenitores.
Así, algo que debemos tener claro en primer lugar, es que la personalidad es un rasgo multifactorial. En ella entran múltiples variables, tanto ambientales, sociales, como las referentes a nuestras experiencias y, por supuesto, las genéticas. Por tanto, la respuesta a esta pregunta a priori, es afirmativa: sí heredamos la personalidad de nuestra familia, pero solo algunos rasgos, solo algunas pinceladas.
Nadie es una calcomanía de su madre o un clon de su padre. Somos personas que van perfilando su personalidad a lo largo de los años tomando como referencia, sobre todo, a la experiencia acumulada. Profundicemos un poco más en este aspecto.
“La variedad de personalidades individuales es la mayor fortuna del mundo”.
-Julian Huxley-
La personalidad se hereda, sí, pero hay matices
Habrá quien se sienta orgulloso de tener la perseverancia de su madre. Otros, por su parte, agradecen tener de su padre esa apertura social, ese don de gentes y facilidad para conectar con los demás. Sin embargo, ante estas características habrá quien se pregunte: ¿estos factores son de verdad “genéticos” o nos limitamos a imitar lo que hemos estado viendo durante nuestros primeros años?
En efecto, a la hora de construir nuestra personalidad, nuestros padres nos sirven muchas veces de modelo. Es decir, integramos lo que vemos, nos comportamos a menudo del mismo modo que ellos porque es lo que hacen los niños: imitar lo que ven. Ahora bien, hay matices. Se estima que la personalidad se hereda y que esa probabilidad (que no determinación) está entre un 40 y un 50 %.
El resto de factores están en el ambiente social y la acumulación de experiencia. En este sentido, existe un estudio realizado por la Universidad de Minnesota en los años 90 que profundiza en esta idea. La investigación se hizo en gemelos monocigóticos separados. El objetivo era comprender si, aun habiendo crecido en entornos diferentes, tenían similitudes en su personalidad.
La respuesta fue sí. No solo compartían un mismo temperamento y personalidad, además, tenían aficiones semejantes y hasta un cociente intelectual muy similar. Es decir, el componente genético está siempre muy presente en nuestra personalidad.
La creatividad, la cordialidad, el neuroticismo… Factores que se pueden heredar
Heredamos de nuestros progenitores el color de ojos, de piel, el ser altos o bajos o la vulnerabilidad frente a determinados amenazas. A su vez, sabemos que la personalidad se hereda, pero lo que no teníamos claro son los factores que más condicionan esta herencia, así como los rasgos más proclives a heredarse.
Parece que la creatividad es uno de ellos. Como también, las dimensiones que aparecen en la teoría de los Cinco Factores (Big Five) de McCrae y Costa, es decir la extraversión, el neuroticismo, la cordialidad, la apertura a la experiencia y la responsabilidad. Así, una de esas variables que se aprecia con frecuencia es la relativa al neuroticismo.
La inestabilidad emocional o la tendencia a experimentar con mayor frecuencia estados como la ansiedad es algo que (en ocasiones) heredamos de nuestros padres.
La personalidad se hereda, pero impacta más el factor ambiental
Sabemos que la genética es importante. Cada día aprendemos más sobre esta área, sobre nuestro genoma y sus misterios. Sin embargo, a la hora de comprender cómo se edifica la personalidad humana las variables ambientales son más importantes que las genéticas. Los genes no nos determinan al 100 %, pero el entorno en el que crecemos, sí.
¿Qué significa esto, entonces? Significa que cada cosa que nos sucede nos hace únicos. Implica que el lugar donde vivimos, lo que nos pasa y cómo interpretamos lo que nos ocurre, esculpe año a año nuestra personalidad. Asimismo, desde un estudio realizado en la Universidad de Zagreb, también nos indican algo destacable.
A veces, los factores genéticos que heredados de la personalidad de nuestros padres pueden intensificarse o debilitarse con el tiempo. Esto nos recuerda una vez más, que la personalidad no es una entidad estable y permanente. Las personas evolucionamos y esto, puede implicar acercarnos más a cómo son (o eran) nuestros padres o por contra, dejar a un lado muchos rasgos y patrones.
Si la genética tiene importancia, ¿significa que nacemos ya con las bases de nuestra personalidad?
La personalidad se hereda, ya tenemos claro que podemos evidenciar algunas características de nuestros progenitores. ¿Significa eso que todo bebé llega al mundo con las bases de una personalidad concreta? En realidad, no. Cuando un bebé nace lo que evidencia es temperamento, no un tipo de personalidad.
Esos temperamentos definen y explican el modo en que reaccionan ante su entorno: se adaptan a las rutinas, son más o menos enérgicos, lloran con más frecuencia, forma de reaccionar ante estímulos, ser más o menos demandantes, etc. Hay, por tanto, niños con temperamentos más fáciles (adaptables) y otros que reaccionan con mayor ansiedad, aprensión, etc.
Esas características pueden asentar después las bases de su personalidad. Sin embargo, el modo en que los criemos, en que les ayudemos a gestionar emociones y les guiemos en su día a día, es lo que edificará —en una parte— su forma de ser.
Concluimos destacando algo importante: aunque heredamos los genes de nuestros padres, no heredamos al 100 % su forma de ser, sentir, actuar y reaccionar ante las cosas. Es la experiencia y el ambiente quienes más nos determinan.
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