La soledad, una de las fuentes más frecuentes de ansiedad
La soledad y la ansiedad son temas recurrentes. Y lo son porque corresponden a dos de los grandes males de nuestra época. Cada vez son más las personas que se sienten solas y no están conformes con esto, pero tampoco saben cómo evitarlo; para ellas es un problema, pero no encuentran la forma de solucionarlo ni de vivir con él sin que les lastre. También crece el número de personas que experimentan ansiedad en su día a día. Con frecuencia, ambas realidades aparecen juntas.
En muchas ocasiones todo comienza como un miedo impreciso a la soledad. No es el estar solo en sí, sino un sentimiento parecido al abandono, una ansiedad imprecisa. Si el miedo crece y se vuelve demasiado intenso, se origina la llamada “angustia existencial”. Esto es una sensación constante de estar amenazado o habitado por el vacío.
“El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad”.
-Emerson-
Habitualmente esos estados conducen al desvelo, a noches sin poder dormir: lugar propicio para el alimento de cientos pensamientos dispersos e inquietantes que vuelan allá donde les conduce la inercia por nuestra cabeza. También lleva a una cierta inhibición frente a los demás. Te relacionas con otros de una forma tensa. Y si el vínculo se fortalece, fácilmente te vuelves demandante y dependiente. Volviendo a la ansiedad…
Lo que hay detrás del miedo a la soledad
A veces el miedo a la soledad no es tan evidente. Por ejemplo, cuando las personas llenan su agenda a reventar, todo con el objetivo de no dejar un solo minuto libre. Lo que no quieren en realidad es dar lugar a momentos en que estén solos, sin un buen pretexto. Están huyendo de sí mismos. ¿Qué esconde ese miedo a no tener a alguien al lado?
En muchas ocasiones lo que hay es un conflicto sin resolver, que viene de la infancia. En esos primeros años somos muy vulnerables y cualquier experiencia de rechazo o abandono deja grandes marcas: heridas abiertas que no hacen cicatriz por falta de cuidados. Quizás alguna figura amada no estuvo ahí. Y en ese vacío se instaló un miedo sordo. Al estar solos, es posible que nos reencontremos con esas dolorosas y angustiantes sensaciones, que la percepción que adquirimos del mundo siga muy presente hoy.
También puede ocurrir que en realidad el miedo no esté dirigido a la soledad como tal, sino a alguna faceta de nosotros mismos. Quizás hay algo que no queremos ver o reconocer. Por eso evadimos esos encuentros con lo más íntimo de nosotros, que solo se pueden dar en soledad.
También ocurre que nos hemos formado una opinión muy negativa del estar solos. Quizás no lo hemos experimentado realmente y lo evadimos porque no conocemos las ventajas de ese estado. Asimismo, la soledad se vuelve inquietante cuando nos percibimos como personas incapaces de enfrentar la vida. Necesitamos de otro sobre el que apoyarnos.
¿Cómo salir del cerco que impone la soledad?
La ansiedad que se origina por el miedo a estar solos se puede tratar y diluir. A veces requiere simplemente revisar la situación y hacer algunos ajustes en el estilo de vida. Otras veces exige una consulta profesional. En cualquier caso, hay algunas medidas que es saludable tomar:
- Revisar los hábitos. Costumbres como depender demasiado del teléfono móvil o del ordenador contribuyen al aislamiento y con él, a la ansiedad. No hay nada de malo y sí mucho de positivo en desconectarte unas horas.
- No idealices la compañía de los demás. Quizás sin darte cuenta has asumido que la compañía de otros cambia por completo tu estado de ánimo. Observa si en realidad siempre esto es así.
- Reflexiona sobre los aspectos positivos de la soledad. Toma un momento para pensar sobre los elementos gratificantes que podría tener la soledad. ¿Qué podrías hacer solo, que te resulte interesante, entretenido o agradable?
- Fortalece tu círculo de amistades. Verás que el profundizar en algunos vínculos incide en que sientas menos temor a estar solo. Las relaciones estrechas protegen emocionalmente.
- Estar solo no es estar encerrado. Intenta ir al cine, o a algún otro espectáculo, sin compañía. No te condenes a no salir únicamente porque estás solo.
Uno de los aspectos más negativos de esa soledad ansiosa es que conlleva a establecer vínculos poco genuinos con los demás. Se busca su compañía para reducir el malestar, pero no para cultivar relaciones auténticas. Para llegar a compartir con otros sanamente primero tienes que aprender a estar solo. Piensa que, al menos en parte, el miedo a la soledad es también miedo a la vida, porque la única persona que nos sigue a todos los sitios somos nosotros mismos.