La sutil trampa de la falsa modestia
La modestia es una cualidad, por lo general, muy positivamente percibida. Cuando estamos ante una persona con talento que además se muestra sencilla, solemos valorarla favorablemente por partida doble. Y de esto, precisamente, es de lo que se agarran aquellos individuos que van por la vida portando la máscara de la falsa modestia. Desean obtener el reconocimiento por su labor y también por su humildad, y ¿qué es esto sino arrogancia?.
Y es que todos conocemos a alguien que es experto en jactarse de sus virtudes de forma velada. Quien se lamenta de estar cansado por tantos viajes de vacaciones, o quien se queja del aspecto de su pelo sabiendo que es uno de sus mejores atributos. Las intenciones de estas personas resultan transparentes a ojos de quien las escucha, pues es evidente que se trata de una modestia falsa.
La modestia como virtud
Está muy extendida la apreciación de la modestia como una cualidad positiva. Desde pequeños aprendemos a agradecer tímidamente y bajar la cabeza ante un halago, y a no exponer nuestros triunfos de forma directa. De alguna manera nos instruyen en que el valor de nuestros actos solo es tal cuando son los otros quienes lo descubren.
De esta forma no está bien aceptado socialmente que vayas por ahí vanagloriándote de tu aspecto físico o de tu gran talento para el canto o para el deporte. Y, en cambio, es magnífico cuando otra persona lo nota por sí misma y lo halaga. La modestia y la humildad son valores muy loables, pero constituyen un arma de doble filo.
Nuestra modestia debería surgir de una comprensión profunda de que somos seres humanos, como todos los demás. Esto es, que tenemos nuestras virtudes y cualidades, pero también nuestros fallos y áreas de mejora. Y, así como nosotros destacamos en un ámbito, las otras personas brillan en otros.
La humildad sincera viene de aquellas personas capaces de valorarse y valorar a los otros al mismo nivel. De aquellos individuos que se conocen, se aceptan y se encuentran en paz con quienes son.
Sin embargo, con frecuencia, este ideal queda tergiversado y la “modestia” termina convirtiéndose en una seria limitación para la autoestima. A veces crecemos sintiendo que es malo valorar, expresar y compartir nuestros logros. Reprimimos nuestras virtudes o les restamos importancia, puesto que así somos percibidos como personas buenas y modestas. Pero esta actitud tiene un calado hondo en nuestra propia percepción de nosotros mismos.
Para gozar de una buena autoestima y un autoconcepto positivo necesitamos conocer y reconocer nuestros talentos. Necesitamos darles valor y sentirnos satisfechos con nuestro desempeño. Una modestia mal entendida nos puede conducir a infravalorarnos y a sentirnos insuficientes.
El por qué de la falsa modestia
Pero, ¿qué ocurre entonces con aquellas personas que disfrazan su arrogancia de humildad?. ¿Por qué decir: “estoy harta de que siempre me digan que aparento menos edad de la que tengo”, en lugar de afirmar: ¡qué bien que parezco más joven!”?
Pues, sencillamente, porque la modestia es una cualidad deseable y estas personas lo saben. Desean vanagloriarse de su aspecto, de su personalidad y de su éxito. Quieren parecer competentes y mostrarse como superiores ante los demás, quieren dejar patentes sus logros. Pero son plenamente conscientes de que, si lo hacen abiertamente, causarán mala impresión.
Por ello recurren a fingidas quejas y lamentos que, verdaderamente, esconden arrogancia. “¡Qué fastidio!, ya no sabemos ni donde colocar todas las medallas que gana el niño”. Con esta retorcida frase alardeo de las virtudes de mi hijo y además parezco restar importancia al asunto.
Sin embargo, la realidad es que la falsa modestia es fácilmente detectada por cualquier interlocutor. Ante estas personas no se tiene la impresión de que sean humildes, sino de que son presuntuosas y, además, poco sinceras. Lo cual genera un sentimiento de rechazo aún más fuerte.
Por ello lo más saludable es acostumbrarnos a poder compartir nuestros logros de una forma sana y sincera. No tiene nada de malo valorar quién eres y alegrarte por tus éxitos. Además, desde esta posición de sinceridad seremos también capaces de reconocer nuestros fallos y las virtudes de los demás. Dando lugar a una modestia sincera que nos recuerde que todos somos humanos.
Imagen cortesía de Konstantin Da Costa.
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