Las comparaciones son perjudiciales para el crecimiento personal

Las comparaciones no hacen más que crear inseguridades, envidia, celos y demás emociones negativas que paralizan y desmotivan.
Las comparaciones son perjudiciales para el crecimiento personal
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 06 agosto, 2023

Las comparaciones son perjudiciales. Cada ser humano tiene sus virtudes y defectos, unos brillamos en unas cosas y otros en otras. Jamás debemos compararnos con nadie porque somos únicos e irrepetibles, y lo único que conseguiríamos sería dañar nuestra seguridad y amor propio.

¿Compararías a un pájaro con un pez? Sería erróneo porque son dos especies diferentes, y si las valoráramos por la capacidad de volar, claramente el pájaro sería mejor, pero si las comparáramos por la capacidad de estar bajo el agua, el pez saldría victorioso.

Tampoco podemos compararnos con aquellos a los que, en apariencia, les va mejor que a nosotros. Las circunstancias de las personas son distintas en cada caso. No, no todos somos iguales.

En este caso, es fácil darse cuenta de que comparar no tiene ningún sentido porque cada uno tiene su potencial en su faceta. Pero con las personas, a menudo, hacemos lo mismo y no nos damos cuenta de que cada ser humano es diferente y compararlos no es nada acertado.

Uno puede ser mejor dando conferencias en público y otro puede ser un as de la informática. Por ello, dependiendo en qué faceta nos centremos, nos parecerá mejor una persona que otra. Pero estas comparaciones carecen de sentido, pues cada quien tiene un valor único e irrepetible.

Dos personas de diferente tamaño por hacer comparaciones

Cuando son los demás quienes nos comparan

Hay otro problema con el que mucha gente se encuentra. A veces, no son ellos mismos quienes se compararan con los demás, sino que es alguien de su alrededor. Me he encontrado infinidad de veces a personas que se quejan de que su familia les compara con alguien.

Un ejemplo esclarecedor

Recuerdo el caso de una chica, llamémosle Ana. Decía que sus padres la presionaban, le decían que tenía que ser como su vecina de simpática, abierta y agradable con todo el mundo. Por ese motivo, ella sentía que no era válida, que era peor que los demás. Ya era mayor de edad, pero le costó darse cuenta de que la opinión ajena no debería dañar su seguridad.

Lo que opinen otros, incluso la familia, no es válido, porque carecen de los conocimientos necesarios para ver las cosas desde un punto de vista racional y verdadero. Hay personas abiertas, sociables, otras lo son menos, pero todas son necesarias. Complementarse es bonito.

Las comparaciones son perjudiciales, tanto si somos nosotros quienes lo hacemos, como si lo recibimos del exterior.

Recuerdo a Ana, con inseguridad y afectada por las presiones que recibía de sus padres, que me dijo que a pesar de las continuas comparaciones que recibía, no odiaba a su vecina. Se hizo su amiga y fue cuando se dio cuenta de que nadie es peor que nadie.

Me contó que hablando entre confesiones, su vecina le dijo que dentro de sí misma sentía malestar, que la envidiaba enormemente por ser reflexiva, tranquila, centrada y sobre todo con la capacidad de estar bien sin pareja.

Ana no daba crédito al sentirse envidiada, le dijo que a pesar de tener esas virtudes que le reconocía, era una chica cerrada, seca y poco sociable y que le gustaría ser como ella de simpática, ya que se le abrirían más puertas. Las dos se sacaban defectos, las dos personalidades tenían su lado bueno y malo. Ana no era peor por no tener soltura al socializar, era tan solo un punto débil que poseía, pero trabajándolo podría mejorar.

Hombre y mujer en una balanza sin comparaciones

Las comparaciones son injustas

Ana pudo ver, que a pesar de la apariencia de éxito y felicidad que daba su vecina, no se sentía bien con ella misma, pudo ver los defectos que tenía escondidos en lo más interno de su ser. Su fachada era tan solo unos cuantos rasgos de virtudes, pero también tenía sus inseguridades, y esa exagerada simpatía que desprendía la necesitaba para recibir la aprobación de los demás.

Al final, Ana llegó a la conclusión, de que a pesar de que su gran fuerte no era la sociabilidad ni simpatía, poseía grandes virtudes, que sus padres estaban muy equivocados al presionarla para que fuera como su vecina porque no la conocían verdaderamente, solo veían lo superficial, pero nadie sabe lo que uno lleva por dentro.

En realidad, la fachada que demos a los demás es lo de menos. Importa más como nos sintamos por dentro. Si uno se siente bien, no tiene por qué ser como los demás quieran.

Debemos aceptarnos y saber que tenemos puntos débiles, pero también poseemos muchas otras cosas buenas.

Las comparaciones y el crecimiento personal

Muchos padres de familia, maestros y líderes empresariales recurren a las comparaciones entre sus hijos, alumnos y empleados con el fin de motivar el desarrollo personal de estos últimos. Pero, así como sucedió con Ana y su vecina, esta práctica no hace más crear inseguridades, envidia, celos y demás emociones negativas que paralizan y desmotivan.

Si queremos ayudar a una persona a superarse a sí misma, o bien motivarnos a nosotros mismos a desarrollarnos personalmente, debemos ser conscientes de que los seres humanos somos diversos; que tenemos procesos particulares de aprendizaje y desarrollo; vocaciones y habilidades peculiares, y una variedad de características que nos hacen únicos.

Por tanto, la meta no es ser una copia del otro y superarlo, sino facilitar el desarrollo personal de cada uno de nosotros a través de la autenticidad y valor propio. Pero ¿cómo hacerlo? A continuación, te lo decimos.

Claves para facilitar el proceso de desarrollo personal

Las siguientes estrategias sirven para ayudar a otra persona a superarse a sí misma o bien a nosotros mismos.

Identifica habilidades y vocaciones

Explora cuáles son las habilidades, aptitudes, objetivos y aspiraciones de la persona, o de ti mismo. Y, una vez reconocidas, hazle saber, o sé consciente, cómo las destrezas particulares y el desempeño actual se convierte en una vía para alcanzar el propósito personal.

Por ejemplo, si tu hijo es bueno dibujando y le apasiona el arte, ¿por qué compararlo con el vecino que estudió medicina y presionarlo a que estudie esa carrera? cada quien tiene sus aspiraciones y habilidades, y lo mejor es potenciar éstas últimas para que logre alcanzar las primeras.

Verifica los recursos

Por su parte, hay personas que quieren alcanzar determinada meta, pero no pueden. Es decir, tienen el deseo y la motivación pero carecen de los recursos para alcanzar el objetivo. Estos recursos pueden ser de tipo cognitivo, material, tecnológico, temporal, etc.

Lo ideal, en estos casos, es conocer cuáles son los motivos que impiden que el individuo alcance su meta y ayudar a superarlos, en la medida que se pueda. Lo que no se debe hacer es culpar a la persona, o a uno mismo, por no haber llegado al objetivo.

Por ejemplo, si un empleado está retrasado con algunas tareas, antes de culpar y compararlo con el resto del equipo, lo mejor será indagar qué obstáculos se ha encontrado en el camino y apoyar en la medida que sea posible.

Examina las motivaciones

Por otro lado, existen personas que pueden pero no quieren. Esto significa que disponen de los recursos, pero les falta entusiasmo. Los motivos pueden ser diversos: miedos, inseguridades, baja autoestima, conflictos personales, etc.

En este caso, lo ideal será reconocer qué se esconde detrás de esa apatía y atacar el problema de raíz. En algunos casos, es probable que se requiera la ayuda de un profesional para que la persona pueda auto motivarse.

Para concluir, resaltamos que las comparaciones son perjudiciales, cada cual es como es y lo más importante es tener la capacidad de centrarnos y explotar lo bueno que tengamos, dejando de lado los puntos débiles, o en todo caso, trabajar para mejorarlos, si así lo deseamos nosotros y no porque nadie nos lo diga o exija.

Como dijo el gran maestro de judo, allá en el siglo XIX, Jigoro Kano:

Lo importante no es ser mejor, es ser mejor que ayer


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