Las heridas que deja la infidelidad, el dolor más allá de la traición
Las razones por la que una persona traiciona a su pareja son múltiples, y a menudo, injustificables. Ahora bien, las heridas que deja la infidelidad es un tema por el que la psicología se interesa desde hace tiempo. No podemos obviar el impacto emocional que algo así genera, igual que el modo en que dichas experiencias pueden alterar la calidad de vida de quien lo sufre.
Uno se vuelve, por ejemplo, más desconfiado. El peso de la traición que no se maneja de forma adecuada, puede afectar también a las personas que más queremos, familiares, amigos e incluso en los propios hijos.
Hay que considerar que este tipo de realidades constituyen para muchos un tipo de trauma, una agresión emocional donde se vulneran pilares indispensables para el ser humano, como es el compromiso y la confianza.
En cuanto a su etiología, el término infiel significa «traicionar la fe» y eso, es precisamente lo que más duele a quien lo padece. Ahora bien, ese dolor suele dejar diferentes tipos de improntas emocionales, de lesiones psicológicas que es necesario conocer. Tenerlas en cuenta puede ayudar a quien pasa por estas circunstancias a manejar un poco mejor el sufrimiento conociendo sus desencadenantes.
Los tipos de heridas que deja la infidelidad
Señala el doctor John Gottman, reconocido psicólogo experto en relaciones de pareja, que hay una serie de detonantes que pueden alertarnos del riesgo de una infidelidad.
Factores, como no tener en cuenta las necesidades del otro, la falta de apoyo, las críticas o la falta de compromiso pueden allanar el camino para que en un momento dado surja la traición.
Sin embargo, cabe señalar que, tal vez , el doctor Gottman no fue del todo exhaustivo a la hora de enumerar esos detonantes. Si bien es cierto que los engaños suelen ser caldo de cultivo cuando hay algún problema o carencia en la propia relación, esta fórmula no siempre se cumple.
A menudo, hasta las parejas felices también juegan al engaño. No faltan los que aseguran que están satisfechos en su relación, pero aun así admiten mantener una relación paralela.
Están los que conocen a una tercera persona y surge casi sin quererlo, un amor auténtico. Tampoco faltan los narcisistas, los que traicionan porque pueden y porque quieren, los que aprovechan la oportunidad y aquellos para quienes el simple hecho de transgredir les da poder.
Las traiciones en el seno de la pareja conforman un caleidoscopio complejo y difícil de entender, no hay duda.
Ahora bien, más allá del por qué, está el efecto que causa. Las heridas que deja la infidelidad surgen como resultado a una serie de procesos, de dimensiones que vale la pena conocer. Profundicemos.
El dolor del quién, un ataque a la autoestima
La segunda pregunta que se hace la persona que sufre una traición afectiva es “con quién ha sido”. La primera, obviamente es «por qué». Pero más allá de la causa, algo que genera todo tipo de dilemas, sufrimientos y angustias es entender qué tiene esa persona que no tengamos nosotros mismos.
Saber que es alguien cercano, un desconocido, alguien más brillante, más atractivo, con un determinado trabajo o estilo de vida genera un desgaste mental y emocional inmenso.
El factor tiempo: durante cuánto tiempo he sido engañado
Otra de las heridas que deja la infidelidad es el hecho de descubrir el tiempo que ha durado la infidelidad. Podríamos decir aquello de qué importancia tiene si al fin y al cabo una traición es una traición; sin embargo, es un elemento a menudo decisivo.
Descubrir que nuestra pareja nos ha engañado con alguien puntual solo una vez, duele y puede ser devastador, no hay duda. No obstante, hay quien puede enterarse que el ser amado lleva años manteniendo en secreto una relación paralela. En este caso, no solo hay dolor, hay desconcierto y se abre incluso cierta sensación de rabia hacia uno mismo por no haberlo percibido.
Heridas que deja la infidelidad: las mentiras que dimos por ciertas ¿con quién he estado viviendo?
El infiel está obligado a graduarse en el arte de la mentira para que su teatro romántico se mantenga. Hay quien lo hace mejor y hay quien lo hace peor. Los hay tremendamente hábiles en dichos menesteres; tanto, que logran crear el papel de perfecta pareja mientras entre bastidores, son el perfecto amante.
De este modo, otra de las heridas que deja la infidelidad es el desconcierto absoluto por no saber quién era en realidad esa persona con la que compartíamos tiempo, vida y proyectos. Cuando las mentiras caen y se descubren, no solo aflora el dolor y la ira, surge también el enfado hacia nosotros mismos por haber dado veracidad a tantos gestos, palabras y voluntades.
Cuando la infidelidad era solo un modo para salir de la relación: el dolor de la cobardía
Hay personas que no saben decir adiós, que han dejado de amar hace meses, quizá años. No obstante, se sienten incapaces de hablar con sinceridad y piensan que es más fácil hacer como si nada, evitar lastimar con la palabra, pero acabar dañando con el acto encubierto, con el engaño.
Así, otra de las heridas que deja la infidelidad es el peso de la cobardía del otro, de esa persona que nos hizo creer lo que no era cuando ya no existía el amor. La traición, por tanto, es un modo de salir de la propia relación, una forma inmadura que tristemente, llevan a cabo tanto hombres como mujeres.
Para concluir, si bien es cierto que las heridas de las infidelidades son a menudo muy profundas, estamos obligados a reponernos. Nadie sale indemne de estos trances, es evidente, pero sanar no solo es posible, sino que es obligatorio. Hacerlo requiere tiempo y grandes dosis de autoestima para reconstruir tantos fragmentos rotos, tantos vacíos dejados por las mentiras.
No obstante, se logra. El tiempo y el compromiso con nosotros mismos serán nuestros aliados.