Las luchas de poder destruyen la relación con tus hijos
Los padres también son humanos, también tienen días malos, pierden los nervios y cometen errores. Incluso aquellos conscientes de la importancia de su papel, aquellos que tratan de cuidar sus palabras y actuar correctamente, pueden terminar cayendo en luchas de poder con sus hijos.
Pues, finalmente, las relaciones son complicadas, las personas somos complejas. A veces nos vencen los impulsos, los miedos y el ego. Y, sin duda, la paternidad pondrá a prueba nuestros recursos en innumerables ocasiones. El vínculo con los hijos puede llegar a ser uno de los más desafiantes que experimentemos. Así, es importante no perder la perspectiva.
Muchas veces las luchas de poder esconden una concepción errónea de lo que significa ser padre o madre. Para desterrarlas de la rutina resulta imperativo analizar nuestras creencias y cambiar de rumbo, pues otro tipo de paternidad es posible.
Comprobaremos que es mucho más gratificante relacionarnos con nuestros hijos desde un ángulo positivo que teniendo que adoptar el papel de sargento o policía.
¿Cómo identificar las luchas de poder?
Quizás en más de una ocasión hayas participado en una acalorada discusión a gritos con tu hijo. Hayas dicho o recibido palabras hirientes, empleando un tono afilado y generando un ambiente en el que la tensión puede cortarse con un cuchillo.
Sea cual sea el desenlace de dichas situaciones, terminas sintiéndote agotado, triste y decepcionado. Tal vez incluso culpable. Nadie desea relacionarse de este modo con los seres que más quiere; sin embargo, no conoces otra manera que te parezca efectiva de imponer límites o disciplina.
Antes de alegar que tus hijos son desobedientes, respondones o rebeldes, pregúntate si estabas llevando a cabo un ejercicio educativo o únicamente habías entrado en una lucha de poder.
Por ejemplo, imagina que le has dicho a tu niño que se ponga el abrigo azul y él se niega. Alega que prefiere el gris. Tu insistes, con tono más firme e impaciente, en que acate tu orden y se ponga el abrigo. Y él se rebela más.
La discusión está servida. Pero, ¿cuál es realmente el problema? El pequeño había elegido una prenda adecuada al clima y a la situación social, aunque no fuese la que tú preferías. ¿Comprendes que lo único que te movía en la discusión era la necesidad de controlar e imponer? ¿Entiendes que la rebeldía de tu hijo es solo un grito por ser escuchado, porque su opinión sea tenida en cuenta?
Una familia democrática
Las luchas de poder aparecen con frecuencia cuando se tiene un concepto de la familia como una jerarquía, con relaciones verticales y de autoridad. Es evidente lo imprescindible de poner límites para aportar guía y estructura a los niños, pero no lo malinterpretemos.
Las normas que se establezcan han de ser coherentes, consensuadas y han de partir del amor y el respeto, no de la necesidad de dominar a nuestros hijos.
Resulta mucho más beneficioso para el desarrollo de un niño criarse en una familia democrática, en la que se establezcan relaciones horizontales de confianza mutua. Esto no implica que padres e hijos estén al mismo nivel en cuanto a funciones, pero sí significa que nadie está por encima de nadie a nivel personal. Todos merecen el mismo respeto y la misma consideración.
Cuando tienes en cuenta a tu hijo, las luchas de poder terminan. Cuando dejas de verte a ti mismo como su propietario y comienzas a verte como su guía, todo cambia.
Desde ese punto, todas tus acciones irán encaminadas a comprender a tu hijo y ayudarle en su propio desarrollo, no a tratar de que obedezca ciegamente. Dejarás de tomarte sus rabietas como algo personal y empezarás a comprender que son parte de su proceso y que tú puedes ayudarle.
Sois un equipo
Olvida las luchas de poder con tus hijos; no sois contrincantes, sino un equipo. Nadie debe vencer, nadie debe imponerse ni doblegar al otro, ambos ganáis cuando vuestro vínculo funciona.
Te sorprenderá comprobar cómo reaccionan los niños cuando se les trata con respeto y comprensión, cuando se sienten escuchados, validados y tenidos en cuenta. Tu hijo no se va a volver un tirano por tener voz y voto en la familia, al contrario, aprenderá responsabilidad y cooperación y aumentará su autoestima.
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