Lo que cinco minutos de silencio pueden hacer por tu cerebro
A veces son suficientes cinco minutos de silencio para recobrar la calma, el equilibrio, la templanza. Solo un breve instante de paz, alejados del ruido y de las conversaciones que no cesan y de pronto, nuestro cerebro empieza a trabajar a otro nivel. Así, tal y como nos revelan diversos estudios, el ser humano también necesita del silencio para crear nuevas conexiones y células cerebrales.
El tema es sin duda más que interesante. Todos, de algún modo, intuíamos que disfrutar de un rato de elegido silencio es un acto con gran poder terapéutico. Decimos “elegido” porque si hay algo que también han demostrado diversos experimentos es que someter al ser humano a un estado de completo aislamiento y silencio riguroso durante días o semanas suele tener efectos adversos.
“El principio de la sabiduría es el silencio”.
-Pitágoras-
Las personas somos seres sociales y necesitamos de la interacción y de los entornos cargados de estímulos para vivir, para crecer. Ahora bien, al igual que necesitamos de esos escenarios habitados por el diálogo, la música y el rumor de la sociabilidad, nuestro cerebro también ansía sus instantes de silencio. Y no es un capricho, es un principio fisiológico. Como lo puede ser comer o dormir.
De hecho, podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, que entre los distintos niveles de la pirámide de necesidades de Maslow debería estar el silencio entre los eslabones más básicos.
Cinco minutos de silencio y tu cerebro cambia
¿De verdad cinco minutos de silencio pueden tener tantos beneficios? La realidad es que sí, y no lo decimos nosotros ni ningún gurú del crecimiento personal. Nos lo revela un estudio publicado en la revista “Brain, Structure and Function”. La neurociencia del silencio en la época del ruido está teniendo cada vez más peso y más relevancia, hasta el punto de que cada vez está proliferando más el turismo orientado a facilitar el contacto con esta dimensión.
Los famosos “retiros de silencio” se combinan ya con esos packs turísticos en países como Finlandia, lugares que disponen de entornos idóneos para que nos abracemos por completo a esa quietud, a esa ausencia de ruido, sonidos y urbanidad. Ahora bien, antes de dejarnos llevar por estas propuestas conviene aplicar la lógica. No es necesario ir muy lejos para hacerle ese regalo a nuestro cerebro.
El silencio nos ayuda a desarrollar nuevas células cerebrales
Vivimos en un mundo saturado por los decibelios. La televisión, nuestros grupos favoritos sonando en nuestros auriculares cuando vamos por la calle, el tráfico, las conversaciones, el hilo musical en las tiendas y el supermercado… Vivimos en unas ciudades donde el silencio no existe, donde el sonido pauta la vida y nuestro consumo.
Ahora bien, si fuéramos capaces de disfrutar de cinco minutos de completo silencio al día ocurrirían varias cosas. Una de ellas es que se desarrollarían nuevas células en el hipocampo. Esta área cerebral se relaciona con nuestra memoria y emociones. La segunda es que estas células nos permitirían pensar con mayor claridad y conectarnos mejor a nuestro entorno y a nosotros mismos.
Mejora nuestra sensibilidad y empatía
Este dato es interesante. Como ya sabemos hay muchas áreas del cerebro asociadas con la sensibilidad emocional y la empatía. Una de ellas es sin duda la circunvolución supramarginal derecha. Así, y algo que se ha podido ver es que cuando esta área está dañada o tiene una escasa interconexión nuestra empatía se reduce. Además, nos volvemos más lentos a la hora de tomar decisiones y mostramos menos interés por aquello que hay a nuestro alrededor.
Disfrutar de instantes de paz o permitirnos cinco minutos de silencio al día mejora la actividad de la circunvolución supramarginal derecha de nuestro cerebro. En consecuencia, nuestra capacidad para emocionarnos y empatizar se potencia.
Menos estrés, mejores decisiones
Cuando nuestro entorno tiene una carga excesiva de ruido, la amígdala cerebral se activa. Esta pequeña estructura es como nuestro detector del peligro y las amenazas, ella la que interpreta que hay un riesgo a nuestro alrededor y que debemos huir. Así, y por llamativo que nos parezca, los sonidos fuertes o incluso el simple rumor del tráfico es para esta área algo molesto, algo de lo que defendernos. Y por ello genera una respuesta de estrés al estimular la liberación de cortisol.
De este modo, ya podemos intuir lo que puede suponer el regalarnos cinco minutos de silencio. Tal y como nos revela un estudio publicado en la revista American Psichological Association, el silencio no solo es un modo excelente de reducir el estrés. Gracias a él liberamos serotonina, endorfinas, oxitocina…
Además, mejora nuestra sensación de bienestar y con ello, nos percibimos más seguros y centrados a la hora de tomar decisiones. Tampoco podemos dejar de lado su efecto positivo en nuestros procesos cognitivos. La memoria se fortalece, focalizamos mejor la atención, procesamos la información de manera más rápida y además, nuestra consciencia se “despierta”. Nos sentimos más conectados al presente y preparados para lo que pueda traernos.
Para concluir, tal y como dijo Friedrich Nietzche, “El camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio“. Permitámonos por tanto transitar por él con más frecuencia. Aprendamos a apagar de vez en cuando el botón de nuestros agitados mundos exteriores para dar un necesitado paseo por nuestros universos internos. Cuando salgamos de ellos, ya no seremos los mismos.