El lóbulo frontal: el gran gestor de nuestra personalidad
El cerebro es un órgano muy sensible a los traumatismos craneales y un accidente que lo provoque puede causar daños con secuelas importantes. Tras un fuerte golpe en la cabeza diferentes funciones pueden verse afectadas. El lenguaje, la memoria, la visión etc. Dependiendo del área del cerebro que recibe el impacto, por ejemplo el lóbulo frontal, el resultado puede ser diferente.
Cada lóbulo cerebral tiene su función. El lóbulo frontal es de gran importancia en funciones como las funciones ejecutivas, la flexibilidad mental, la resolución de problemas, pero también es responsable de varias de las características que configuran nuestra personalidad.
A pesar de lo extraño que a priori puede resultar que un accidente cambie nuestra personalidad, lo cierto es que puede ocurrir. La personalidad es un compendio de características más o menos estables y sobre las que han influido nuestra genética, pero también nuestras experiencias.
Hay personas que después de un accidente sufren precisamente variaciones importantes en estas características y que se explican precisamente por los daños que ha producido el propio accidente
El caso Phineas Gage
Este caso es uno de los más famosos en el ámbito de la neuropsicología. Todo empieza cuando Phineas sufre un accidente trabajando y a partir de entonces ya no vuelve a ser el mismo. En este desgraciado suceso una barra de hierro de 1 metro de longitud le atravesó el cráneo. Sorprendentemente no solo salió con vida, sino que no perdió la consciencia.
Este sujeto llegó a recuperarse por completo físicamente, pero algo cambió en él. Se volvió irreconocible para las personas de su alrededor. La gente que le conocía decía era un hombre responsable, pero después del accidente se volvió irregular, blasfemo, agresivo e impaciente. Sus relaciones sociales se vieron seriamente perjudicadas, así como su rendimiento en el trabajo.
Como consecuencia de estos cambios, fue dando tumbos de trabajo en trabajo hasta que acabó exhibiendo sus heridas en el circo. Tanto el cráneo como la barra están en el museo de la universidad de medicina de Harvard. Gracias a este caso empezó a considerarse al lóbulo frontal como el gran gestor de la personalidad, de las emociones y de las relaciones sociales.
El lóbulo frontal y la personalidad
A pesar de haber considerado anteriormente al lóbulo frontal como una estructura sin función, tras el caso de Gage se retomó la investigación sobre las funciones de este área. El lóbulo frontal es bastante amplio y se encarga de muchas funciones. Por ejemplo, los movimientos motores o la articulación de las palabras (área de Broca).
Pero la corteza prefrontal es el área que se encarga de configurar nuestro carácter. Se encarga de la personalidad, la regulación de las emociones, la iniciativa y el juicio del individuo. También es importante en el proceso de atención. Se considera que la actividad fundamental de esta región cerebral es la coordinación de pensamientos y acciones de acuerdo con metas internas.
“Las personas con lesiones en el lóbulo frontal son aparentemente normales, pero toman decisiones equivocadas”
-Eduardo Punset-
La función ejecutiva hace referencia a la capacidad para establecer distinciones entre pensamientos conflictivos, realizar juicios acerca del bien y del mal, predecir las consecuencias futuras de actividades actuales.
También gestiona el trabajo conforme a unas metas determinadas de antemano, realiza predicciones de resultados, crea expectativas y participa en el control de impulsos en entornos sociales (inhibición de comportamientos inadecuados).
Lesiones en la corteza prefrontal que afectan a la personalidad
Las lesiones que afectan a la corteza prefrontal pueden acarrear cambios drásticos en la personalidad. Tanto lesiones provocadas por un traumatismo craneal, como el que se produce tras algunos accidentes de tráfico, como la lesión del tejido durante una cirugía pueden causarlas. Dependiendo el área afectada los cambios en la personalidad pueden darse en un sentido o en otro.
Así, por ejemplo, podría darse un síndrome apático que consiste en:
- Reducción en la espontaneidad motora y verbal.
- Pérdida de iniciativa.
- Actividad motora y verbal más lenta.
- Indiferencia afectiva.
- Escasa emotividad.
- Menor interés en el sexo.
También podría surgir un síndrome desinhibido:
- Dificultad para reducir la velocidad de ciertas conductas.
- Pérdida de autocrítica.
- Conducta social inapropiada.
- Indiferencia por los demás.
- Desinhibición sexual.
Las lobotomías
El psiquiatra y neurólogo Egas Moniz fue el pionero en usar la técnica de la lobotomía en 1935. Consiste en la sección quirúrgica de uno o más fascículos nerviosos de un lóbulo cerebral. En este caso, se separó la conexión entre la corteza prefrontal y el resto del cerebro. Durante años se utilizó para el tratamiento de la depresión y otros trastornos psiquiátricos.
Aunque Moniz decía resultar una intervención exitosa, tenía devastadores efectos secundarios. Además de causar la muerte al 6% de los pacientes, se registraban cambios adversos en la personalidad y el funcionamiento social en la mayoría de los pacientes. A pesar de conseguir unos resultados algo cuestionables recibió un premio Nobel de medicina.
Walter Freeman popularizó esta práctica en EEUU. Mediante la técnica del “pica-hielo”, martilleaba en el conducto lagrimal dicha herramienta hasta separar el lóbulo frontal del resto del cerebro. Lo utilizaba como tratamiento de cualquier enfermedad psicológica conocida por aquel entonces.
Hoy en día esta técnica es considerada una barbarie de la historia de la psiquiatría y afortunadamente se erradicó en 1967