Los cuatro estilos de sensitividad materna
El concepto de sensitividad materna fue introducido por Mary Ainsworth. Según esta concepción, las madres responden de diferentes maneras a su hijo, dependiendo del grado de sensibilidad que tengan a las necesidades del pequeño.
Desde ese punto de vista, existen cuatro tipos o estilos de sensitividad materna: el sensible , el no disponible, el hipervigilante y el ambiguo. Cada una de esas formas de respuesta y de relación genera a su vez los diferentes tipos de apego que un niño desarrolla frente a su madre.
Aunque hay un prototipo universal de lo que debe ser una madre, no todas las mujeres están en capacidad de ajustarse a este. Hay circunstancias individuales que limitan o desvían lo que por naturaleza debería ocurrir. Veamos cada tipo se sensitividad materna.
“Una Madre es la que puede tomar el lugar de todos los demás, pero cuyo lugar nadie más puede tomar”.
-Gaspard Mermillod-
1. Madres sensibles, la principal forma de sensitividad materna
Ainsworth define la sensitividad materna como la capacidad de la madre para leer y comprender tres aspectos en la vida del bebé. El primero está compuesto por la comunicación no verbal del bebé; canal que en los primeros años es muy importante. El segundo incluye los estados emocionales del pequeño. Y el tercero está conformado por el respeto a los tiempos de diálogo y silencio que demanda el hijo.
Cuando la sensitividad materna opera de forma adecuada, aparece la madre sensible. Esta es la que se muestra capaz de captar una amplia gama de emociones en su hijo y las interpreta adecuadamente. Así mismo, es capaz de regular el flujo de interacciones, esto es, la alternancia entre diálogo y silencio. Correspondería a lo que podríamos llamar una madre suficientemente buena.
2. Madres no disponibles
Otra forma de sensistividad materna es la “madre no disponible”. Corresponde al tipo de madre que está emocionalmente replegada. Esto se manifiesta como indisposición a atender las necesidades de su hijo. Por lo general se manifiesta como una minimización de los afectos negativos del niño.
Es el tipo de madre que dice que su hijo llora solo por capricho. Son personas que cargan con grandes resentimientos y se muestran fácilmente irritables. Regañan al niño con mucha frecuencia y amenazan de manera constante con la fuerza física para conseguir obediencia.
Se muestran controladoras y creen que el niño es quien debe adaptarse a ellas, pese a que él es el recién llegado al mundo. También suelen ser inflexibles y habitualmente acuden a la humillación para castigar a sus hijos. Pese a todo, les gusta mantener una imagen social de ser excelentes madres. Sus hijos tendrán rasgos antisociales, con tendencia al narcisismo y las adicciones.
3. Madres hipervigilantes
Las madres hipervigilantes corresponden a aquellas que responden de manera poco ajustada o adaptada a las emociones negativas del niño. Estas madres se contagian fácilmente de la angustia o la ansiedad del bebé, irritándose con facilidad.
En este tipo de madres, es muy característico el hecho de actuar con el bebé, según su propio estado de ánimo. Si están de mal humor, critican al pequeño por llorar o enojarse. Es habitual que el diálogo que mantienen con el pequeño sea pobre, al igual que el contacto físico.
Las madres que tienen este tipo de sensitividad materna suelen ser rígidas y controladoras. La maternidad para ellas es angustiosa. Compensan esto con una excesiva preocupación por el niño, ejerciendo así una sobreprotección controladora. Este tipo de vínculo genera hijos ansiosos, que se mostrarán de mal humor sin causa aparente, tendrán sentimientos de inferioridad y serán muy sensibles a la crítica.
4. Madres ambiguas
Las madres ambiguas se muestran como una figura amenazante y protectora al mismo tiempo. Generalmente se trata de mujeres que arrastran consigo un elevado caudal de dolor. Su ambigüedad con el niño no es moderada, sino extrema. Pasan de las caricias a conductas que pueden ser violentas.
Estas madres aman y maltratan al mismo tiempo. Su conducta no es coherente, pues los gestos de afecto y de amenaza se suceden en forma aleatoria. Pueden actuar como protectoras durante periodos largos, para después volverse amenazantes.
Lo habitual es que estas madres no hayan sanado sus propias heridas de la infancia. Generan en sus hijos un vínculo de dependencia tóxica. También son un elemento de confusión e inestabilidad. Suelen proporcionar una educación que hace más probables las conductas de riesgo.
Si se lo preguntas, la mayoría de las madres te dirán que desean ver a sus hijos felices. Sin embargo, no todas ellas tienen un concepto sano de lo que es felicidad. Tampoco son conscientes de su desempeño inapropiado.
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- Escolano-Pérez, E. (2013). El cerebro materno y sus implicaciones en el desarrollo humano. Revista de Neurología, 56(2), 101-8.