Los grandes beneficios de respirar más lento
Existen acciones, al alcance de cualquier persona, que tienen un impacto muy positivo sobre la calidad de vida. Respirar más lento es una de ellas. Aprender a hacerlo de la forma correcta genera enormes beneficios para la salud física y mental. Además, no exige mucho más que práctica.
Son varias las investigaciones científicas que apoyan la hipótesis de que, al respirar de manera superficial y rápida, aumenta la probabilidad de que aparezcan o se cronifiquen algunos problemas de salud, como la depresión , la ansiedad y el aumento de la presión arterial.
Por contrapartida, respirar más lento mejora el trabajo de los pulmones, la circulación y tiene un efecto muy importante sobre el estado de ánimo. Hoy la ciencia ha precisado, de manera mucho más específica, cuál es la mejor forma de inhalar y exhalar. Veamos de qué se trata.
“La calidad de tu respiración expresa tus sentimientos más profundos”.
-T.K.V. Desikachar-
Respirar más lento
Las diferentes técnicas de relajación hacen mucho énfasis en la respiración. Por lo general, promueven un enfoque de la atención hacia la forma como se inhala y se exhala para hacerlo más consciente. En términos generales, buscan lo que se llama la atención plena.
La ciencia de hoy también ha encontrado grandes beneficios en respirar más lento. Se ha establecido que lo ideal es que se produzcan seis exhalaciones por minuto, lo cual se considera particularmente reconstituyente.
Más que observar la respiración, lo que se promueve es cambiar de forma activa la manera de respirar. Lo adecuado es aprender a hacerlo con el diafragma, ya que esto permite que más aire llegue a los pulmones, al tiempo que se reduce el ritmo de la respiración.
Los beneficios de respirar más lento
Hoy en día hay evidencia disponible de que respirar más lento provoca importantes efectos en el organismo y en la mente. Varios estudios hablan acerca de los grandes beneficios de esta forma de administrar el aire. Los siguientes son algunos de ellos.
Reducción de la presión arterial
En el libro Exhale, de Richie Bostock, se plantea que respirar más lento da lugar a una cascada de respuestas fisiológicas. Entre ellas, la reducción a corto plazo de la presión arterial, luego de llevar a cabo algunos ejercicios guiados.
Calma la mente
En la misma obra de Bostock se señala que cuando se respira lentamente se alcanza un estado de relajación con relativa rapidez, incluso más de prisa que con las técnicas de meditación. Esto incide directamente en la reducción de los estados de ansiedad, pero también hace que disminuyan los sentimientos depresivos.
Calma el dolor
Un estudio llevado a cabo por Hassan Jafari, del King’s College de Londres, evidenció que respirar más lento puede ayudar a calmar el dolor físico. Incluso sugiere que, llevado a cabo de manera sistemática, este tipo de respiración ayuda a sobrellevar enfermedades crónicas y dolorosas como la artritis.
Estimula el nervio vago
Se cree que el nervio vago cumple una función muy importante en la regulación de las respuestas de lucha o huida. Las exhalaciones largas y profundas son un medio para estimular el nervio vago, lo cual tiene como efecto un ritmo cardiaco y una presión arterial más reducidos.
Relajación con alerta
Respirar más lento induce un estado de mayor relajación, pero a diferencia de las técnicas de meditación no lleva a un estado introspectivo, sino que permite mantener el estado de alerta frente a los estímulos exteriores. Por lo tanto, se puede practicar en cualquier momento.
Reduce el estrés
Como ocurre con las técnicas de relajación, la respiración lenta ayuda a reducir el estrés. De este modo, resulta ideal para aquellos momentos en los que las preocupaciones parecen apoderarse de la conciencia.
La técnica adecuada
Lo más indicado es llegar a exhalar seis veces por minuto. Por lo general, se exhala entre 12 y 16 veces por minuto, así que lo más conveniente es entrenarse hasta conseguir entre 8 y 12 exhalaciones en ese lapso y luego tratar de llegar a seis.
Además, la respiración debe ser diafragmática y no demasiado profunda. Lo habitual es que el aire se lleve solo hasta la parte media de los pulmones y que, al hacerlo, el pecho se mueva. El objetivo es conseguir que el aire llegue hasta la zona pulmonar inferior; cuando esto se logra, el abdomen se eleva.
Puedes comenzar practicando este tipo de respiración mientras estás acostado, inhalando y exhalando. Como ayuda con la frecuencia, puedes contar hasta tres en ambos casos. Una vez que lo hayas logrado, conviene practicar estando sentado y, poco a poco, en todo momento. Los beneficios son fabulosos.
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- García Grau, E., Fusté Escolano, A., & Bados López, A. (2008). Manual de entrenamiento en respiración.