Los sueños no tienen fecha de caducidad
Nuestros propósitos y metas suelen caducar si no se cumplen en cierto período. Esto nos pasa a todos los seres humanos. Podemos comenzar una tarea con mucha emoción y dejarla al poco tiempo. Con el paso de los días o las semanas vamos perdiendo el interés y terminamos abandonando.
Puede tratarse de una dieta para adelgazar, estudiar una carrera, ir al gimnasio, dejar de fumar o lo que se nos ocurra. Lo cierto es que cuando las cosas no salen como esperamos, o bien creemos que “ya ha pasado la novedad”, solemos dejarlas o al menos tener la tentación de hacerlo. Además, este abandono suele ir acompañado de sentimientos de ineficacia personal y de una sensación de vulnerabilidad negativa.
Si, por ejemplo, hemos pronosticado que vamos a necesitar dos años para ascender y pasado ese tiempo no lo logramos, podemos generar sentimientos como los que he citado anteriormente. Seguro, que con esta u otra meta alguna vez te ha pasado. Quizás nos quede un año más para promocionar, pero como pensamos que no tenemos la capacidad, y dejamos de desempeñar nuestro trabajo con la eficacia anterior.
Esto también puede ocurrir incluso antes de ponernos en camino hacia donde queremos. ¿Para qué voy a comenzar la dieta si no voy a poder mantenerla por más de dos semanas? No vale la pena que me matricule en un gimnasio, a fin de cuentas, no pasaré el primer mes. Y la lista continúa…
¿Cómo lograr que los propósitos se mantengan?
La buena noticia es que en lugar de seguir dejando de hacer cosas o abandonando después de cierto tiempo, tienes a disposición diferentes técnicas o apoyos, para que tus sueños, deseos y metas no tengan fecha de caducidad.
En primer lugar, pregúntate, ¿Realmente quiero hacer esto? Tal vez no necesitas ponerte a dieta, tu peso es saludable y el problema reside más bien en tu percepción y en los modelos con los que te comparas. Quizás no te guste ir al gimnasio a levantar pesas porque preferirías ir a clases de baile; puede que esa carrera que has seguido responde a los gustos de tus padres y no los propios.
Para poder comprometerte con algo, tienes que estar 100% seguro de que te interesa y es para ti. Cambiarás tu hábito de claudicar, si antes de comenzar te pones a analizar si esa actividad o meta te dará lo que esperas. Sin excepción, los propósitos deben corresponder con cosas que realmente deseas hacer, no con algo impuesto por la sociedad o la familia que has terminado haciendo propio y asumiendo con autoengaños.
Apuesta por tu felicidad, pero antes delimita muy bien donde se encuentra, igual que hace el francotirador experimentado.
En segundo lugar, es preciso que te pongas retos intermedios, especialmente cuando hablamos de un objetivo a largo plazo. Volviendo al ejemplo de bajar de peso, en lugar de decir, “tengo que bajar 20 kilos en cinco meses”, puedes pensar en reducir un kilo a la semana.
De esta manera, te será más sencillo ir cumpliendo con esos “sub propósitos”. Realmente te sentirás muy bien contigo mismo y tendrás más fuerzas para continuar hacia la meta final, porque tendrás la retroalimentación positiva necesaria para no bajar los brazos.
Una vez que hemos dividido nuestro objetivo en sub-metas que nos permitan ir reforzando nuestra motivación, el tercer consejo para no abandonar tiene que ver con concretar de la manera más precisa posible las conductas que vas a realizar -o que vas a dejar de realizar- para alcanzar la cima. Mejor decir “voy a quitar la cerveza que me tomo los Miércoles al salir del trabajo” que decir “voy a dejar de beber alcohol”
Date cuenta de que cuando hayas empezado también comenzaran las tentaciones. Así, cuanto más esquematizados tengas tu pasos menos tendrás que pensar y el espacio que tendrán los pensamientos de abandono o distracción serán menores. Piensa cuando no te cueste y en los momentos de más sufrimiento, aprovéchate de la inercia que has creado. El momento de pensar y de dejarlo bien atado es al principio, sino lo haces después va a volverse en tu contra.
Establece también las excepciones que están permitidas, el periodo de tiempo en el que lo están y cómo vas a recompensarte cuando alcances las pequeñas su-metas.
Establece también como vas a mantenerte en tu meta cuando la consigas, muchas veces es más fácil alcanzarla que mantenerse. Es entonces cuando comienza lo más duro y, como hemos dicho antes, en los momentos duros lo mejor es no pensar y utilizar la inercia.
No intentes cumplir con demasiados objetivos a la vez, especialmente si estos te suponen un gran esfuerzo. Si has decidido dejar de fumar, consíguelo y después te planteas la dieta pero no intentes las dos cosas a la vez porque si dejas una probablemente la otra también caerá.
No olvidemos que un hábito toma tres semanas en instaurarse en nuestra rutina (por lo menos). Entonces, lo mejor es comenzar con poco, ir paso a paso o peldaño a peldaño, sabiendo que esto no quiere decir ser holgazán y no hacer nada, sino darnos cuenta que no podemos cumplir con miles de cosas al unísono. “El que mucho abarca, poco aprieta”, dice un dicho popular .
Finalmente, consulta con algún especialista que te pueda ayudar. Por supuesto que tú eres la persona que mejor te conoces pero te va a venir muy bien la ayuda de alguien que haya visto más casos como el tuyo y que, con su experiencia, te ayude en la planificación y te haga un seguimiento. Al mismo tiempo, comparte tu objetivo con las personas que te rodean, ellas pueden ayudarte mucho en los momentos más débiles recordándote el objetivo, los motivos y el plan.