Mentalización: una capacidad que falla en el trastorno límite de la personalidad
En la vida diaria nos desenvolvemos en base a conductas. Lo que las personas dicen y hacen y la forma en que nosotros mismos reaccionamos son las claves de las interacciones. Sin embargo, para que el mundo personal y el social funcionen es fundamental mirar más allá y entender que todo comportamiento está en función de unos estados mentales previos (es decir, de unos pensamientos y unas emociones). Esto es lo que se conoce como capacidad de mentalización y, cuando falla, pueden surgir importantes dificultades.
La mentalización nos permite entender que los actos de los demás se corresponden con sus propios procesos internos e identificar qué contenido mental es el que nos está moviendo a nosotros. Por ejemplo, si mi pareja está distante, puedo entender que quizá está estresada por el trabajo. Y si soy yo quien pierde los nervios, puedo comprender que me ha invadido la ansiedad porque una situación me ha sobrepasado.
Tener esta información es crucial, ya que sin ella quedamos a merced de unas emociones y unos impulsos que no comprendemos y que no somos capaces de controlar. Esto puede generarnos un intenso malestar y afectar profundamente nuestras relaciones. Y es lo que sucede en el trastorno límite de la personalidad (TLP).
¿Qué es la mentalización?
Para aportar una definición, podemos decir que la mentalización es esa función mediante la cual reflexionamos acerca de nuestros estados internos (pensamientos, emociones, deseos, necesidades…) y los de los demás, y sobre cómo estos influyen en la conducta.
Sin embargo, no nacemos con esta capacidad, sino que la desarrollamos a través de la socialización y el vínculo con nuestras primeras figuras de referencia, esos adultos que nos crían. Los niños no poseen esta habilidad, pero la adquieren y perfeccionan gracias al establecimiento de un buen vínculo de apego.
Cuando los cuidadores son capaces de conectar con el infante, atenderlo, espejar sus emociones y responder correctamente a sus necesidades, el proceso se desarrolla sin problemas. Ahora bien, si ese cuidador está emocionalmente desconectado del bebé, si no responde a sus interacciones con consistencia y no ejerce su función de regulación, el niño tampoco aprenderá a regular y relacionarse con las emociones.
¿Por qué es importante?
En este segundo caso, en que el infante desarrolla un apego inseguro y no se adquiere una buena capacidad de mentalización, surgen una serie de consecuencias. Las siguientes son las más relevantes:
- Pueden aparecer somatizaciones. Es decir, que esos afectos que no se han identificado, expresado y regulado adecuadamente se manifiestan en forma de síntomas corporales.
- No son capaces de reconocer, nombrar, entender ni gestionar sus emociones. No son conscientes de las emociones que experimentan y no saben conectar con sus necesidades. En consecuencia, resulta muy complicado tomar decisiones y es posible que surja una constante sensación de vacío.
- También se les dificulta inferir los estados internos de otras personas, la empatía no se desarrolla apropiadamente. Por lo mismo, es común que se malinterpreten las acciones de los otros y se considere que son consecuencia de nuestra forma de ser o de algo que hemos hecho.
- La persona no se siente dueña de sus pensamientos y sentimientos, no experimenta control al respecto. En cambio, se ve desbordada y secuestrada por esos procesos internos y actúa impulsivamente.
- No se tiene la claridad de que los estados mentales son representaciones subjetivas del mundo, y no se corresponden totalmente con la realidad. En consecuencia, el impacto de los pensamientos angustiantes o autocríticos es mucho mayor.
Mentalización y trastorno límite de la personalidad
El trastorno límite de la personalidad (TLP) es una patología mental compleja y grave. Se caracteriza principalmente por una dificultad en la regulación de las emociones y en el control de impulsos, así como una inestabilidad en las relaciones sociales y en la autoimagen.
Se ha encontrado que, en esta población, el comportamiento suicida recurrente está presente en un 69-80 % de los casos, y el malestar experimentado es intenso. Por lo mismo, se hace fundamental contar con un buen entendimiento del trastorno y una serie de abordajes terapéuticos eficaces.
Según los psicólogos Peter Fonagy y Anthony Bateman, es un fallo en la capacidad de mentalización la que está detrás de los principales síntomas de este trastorno. Las personas con TLP no tuvieron cuidadores sensibles, conectados ni capaces de regularse y enseñar al niño a hacerlo. Por lo mismo, esta habilidad no se desarrolló adecuadamente.
La función del apego
Para el establecimiento de un apego seguro, y para favorecer la mentalización, el adulto debe ser capaz de reflejar o espejar las emociones que el niño expresa. Debe hacerlo de una forma marcada y congruente, para que así el infante puede integrarlo. De no ser así, el niño no puede elaborar en su mente una representación de esos afectos y no podrá establecer un vínculo entre sus estados mentales y la realidad que observa.
Como consecuencia, el niño experimentará una dificultad para identificar y conectar con sus estados mentales, comprenderlos y gestionarlos. Tampoco será capaz de interpretar adecuadamente a los demás en estos términos. Por esta razón, ven desbordados por las emociones y los impulsos, sufren gran malestar psicológico y dificultades en sus relaciones interpersonales.
Lo cierto es que no sufren una incapacidad completa para mentalizar en todas las situaciones. Esto ocurre principalmente en aquellas de elevada activación emocional y en el contexto de relaciones afectivas intensas. Se ha observado que, en estos momentos, ocurre una hiperactivación del apego que suprime parcialmente la capacidad de mentalización.
La terapia basada en la mentalización
A la luz de estos hallazgos, se ha diseñado una estrategia de intervención centrada en paliar este déficit. Se trata de la terapia basada en la mentalización, la cual fomenta la habilidad para llevar a cabo esa función reflexiva, enseña a controlar los impulsos y regular las emociones y a mejorar las habilidades sociales.
Aunque hay múltiples trastornos mentales en los que la mentalización falla en algún grado, es en el trastorno límite de la personalidad en el que esta intervención se ha mostrado más necesaria y efectiva.
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- Bateman, A., & Fonagy, P. (2010). Mentalization based treatment for borderline personality disorder. World psychiatry, 9(1), 11.
- Sánchez Quintero, S., & Vega, I. D. L. (2013). Introducción al tratamiento basado en la mentalización para el trastorno límite de la personalidad. Acción psicológica, 10(1), 21-32.