Mi cuerpo no es de revista, pero eso no me define
Mi cuerpo no conoce el bisturí, mi estatura y mi peso no me definen, mi vida no gira en torno a las calorías que consumo, no dependo de mi índice de masa corporal para ser feliz y tengo una capacidad inmensa para amar y abrazar a la gente que quiero.
No, mi cuerpo no es de revista. Ni yo tampoco. Pero es que las personas de revista no existen, la mayoría de las curvas que vemos son fruto de los retoques y mi personalidad nunca dependió de lo que los demás pensaran de mí.
Mis brazos y mis piernas no están completamente definidas, mis pechos no son tan voluminosos como se supone que tendrían que gustarme, las arrugas empiezan a asomarse por mi rostro y mis uñas no siempre están arregladas.
Este cuerpo es el mío, uno en el que las estrías empiezan a asomarse sin hacerme estremecer, en el que los kilos de más o de menos no condicionan mi crecimiento personal, por el que no vivo esclava de la falta o del exceso de curvas.
Me gusta cuidarme pero también puedo comerme una pizza o un pastel sin ningún tipo de remordimiento. Eso es precisamente lo que me permite no odiar mi reflejo y sentirme orgullosa de cada centímetro de mi piel. Me considero perfectamente imperfecta, fruto de las experiencias de mi vida y de mi bienestar.
Hay vida después del espejo
Tu bienestar se ve comprometido cuando huyes de mirarte, de explorarte y de reconocerte en tu propio cuerpo, en tu figura de mujer. No eres lo que una crema anticelulítica hace sobre ti, eres tú amando y conociendo cada rincón de tu cuerpo, comprendiendo la razón por la que ahí hay celulitis o tus ovarios están dándote guerra.
No estamos a salvo con nosotras mismas si cada vez que nos miramos al espejo nos regañamos por la grasa de los muslos, por la celulitis o por nuestras arrugas. Tenemos que crear un espacio interno seguro para nuestro cuerpo, en vez de castigarlo y humillarlo.
Somos mucho más de lo que creemos que somos. Nuestro interior encierra en sí mismo mucho más de lo que nuestro intelecto puede llegar a comprender.
Naciste para ser real, no para que te digan cómo tienes que ser perfecta
No hay mujer más inteligente que la que sabe hacerse respetar. No hay mujer más bella que la que tiene un gran corazón. No hay mujer más fuerte que la que cree en sí misma. No hay mujer más admirable que la que tiene dignidad. No hay mujer más elegante que la que es una dama. No hay mujer más sana que la realmente se conoce. No hay mujer más feliz que la que se sabe valorar.
No le corresponde al mundo dictar sentencia sobre la hermosura de nuestras curvas. Nuestra belleza no depende de unos kilos de más o de menos, de una figura moldeada o de un cabello comercial.
No hay nada más femenino que una enorme sonrisa perfilando una mirada fuerte y feliz. Sin pintalabios y sin colorete, porque al natural una mujer es mucho más bella.
Quizás no le podemos pedir a nuestra piel la elasticidad de la juventud o la presencia de los 40, pero lo que sí que podemos conseguir es una buena sonrisa cuando nos miramos en el espejo o nos metemos en unos vaqueros cualquiera.
Desnúdate cada día como si tu cuerpo imperfecto fuera un poema. Haz las paces con él y deja a un lado esa guerra personal con tu talla y con tu peso.
Porque de ti depende tu valía, tu disfrute y el engranaje de tu bienestar. Por así decirlo, solo tú puedes hacerte sentir hermosa por dentro y por fuera.