Miguel Ángel Buonarroti: biografía de un genio adelantado a su tiempo

Miguel Ángel Buonarroti destacó no solo por su talento artístico. Fue también un hombre de carácter fuerte, de una personalidad intensa que quedó plasmada en su obra.
Miguel Ángel Buonarroti: biografía de un genio adelantado a su tiempo
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 25 diciembre, 2018

Miguel Ángel Buonarroti fue uno de los genios más destacados del Renacimiento italiano. En él se contenían esas cuatro grandes virtudes del artista de su época: era arquitecto, pintor, escultor y poeta. Ahora bien, si hubo algo por lo que destacó, fue por ese talento que imprimía a cada una de sus obras. Aquel realismo estético, y esa fuerza en su arte, no se había visto hasta el momento.

Tal vez, gran parte de esa intensidad emocional, con la que dotaba a cada una de sus pinturas y esculturas, procedía de su propio carácter. No fue un hombre fácil. Su personalidad, dura como la piedra que esculpía, se movía a menudo entre la ira, la soberbia y el deseo de soledad. Fue un hombre rico, sin embargo, jamás quiso disfrutar de sus propios bienes.

Gozó siempre de la admiración de sus contemporáneos. La élite eclesiástica lo adoraba, los Papas reclamaban su arte y sus manos para dar vida a sus basílicas, luz a sus muros y cuerpo a las figuras bíblicas más destacadas. Esculturas como La Piedad o el David, son dos ejemplos ilustrativos y excepcionales de su carisma y genialidad. Solo comparable a Leonardo Da Vinci.

Miguel Ángel fue esa figura cumbre del Renacimiento, donde quedó impreso a su vez, un periodo en crisis. A su alrededor, se escuchaba ya el rumor de las guerras de religión, la sombra de la Contrarreforma y la llegada de otro estilo artístico: el manierismo.

“La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina”.

-Michelangelo Buonarroti-

Miguel Ángel Buonarroti, biografía del genio renacentista

Miguel Ángel Buonarroti nació en 1475 en  Caprese, una ciudad de la Toscana. Su familia, de buena posición, ostentaba cargos de renombre en la Florencia de la época. Ya desde niño mostró una alta habilidad para las áreas artísticas. Sin embargo, su padre, Ludovico di Leonardo, opinaba que ese no debía ser el camino para el segundo de sus cinco hijos.

Miguel Ángel Buonarroti

Michelangelo debía cuidar del estatus social de la familia. Por lo tanto, lo más adecuado era que se decantara por otras áreas. De ahí que su padre decidiera enviarlo a Florencia para estudiar gramática con el humanista Francesco da Urbino. Ahora bien, el joven Buonarroti ya apuntaba carácter desde la juventud. Tenía muy claro cuál iba a ser su camino, ese que se contenía ya en unas manos ansiosas por crear.

Aprovechó aquel periodo florentino para tomar contacto con todo el contexto artístico de la ciudad. No tardó tampoco en entrar como aprendiz en un taller que pertenecía a los Médicis. Más tarde, sorprendería al propio Lorenzo el Magnífico (al que los historiadores llaman el padre del Renacimiento) tras realizar sus primeras obras artísticas. El maestro Miguel Ángel Buonarroti estaba apunto de nacer artísticamente. Aquel primer paso le valió, entre otras cosas, poder hacerse cargo de su familia después de que su padre se arruinara.

Las obras titánicas de un escultor con carácter

Fue en la academia de los Médici donde Miguel Ángel Buonarroti tomó contacto con las teorías de Platón. Estas le sirvieron de guía para dar forma a sus obras, ya fueran literarias o plásticas. A partir de 1492 su vida da un cambio con la muerte de Lorenzo de Médici. Sale temporalmente de la corte y empieza a realizar varios trabajos en Bolonia y Roma donde dio testimonio de su gran impronta artística.

Esculpió un crucifijo de madera policromada para el prior de la iglesia florentina de Santo Spirito. En 1493 compra un bloque descomunal de mármol y esculpió una estatua de Hércules gigantesca. Fue la más grande vista hasta el momento en aquellos días. Con 21 años, llega a Roma para cumplir con una obra que le encarga el cardenal Raffaele Riario. Se trata de otra estatua titánica, esta vez par del dios Baco .

En 1505 el propio Papa Julio II le encarga a Miguel Ángel Buonarroti una obra de dimensiones épicas. Se trataba de un monumento fúnebre, una obra que debía tener unas 40 figuras. Ahora bien, en un momento dado el pontífice le da más relevancia a la reforma de Bramante de la basílica de San Pedro. Miguel Ángel, disgustado por aquel gesto, se va de Roma dejando su obra a medias.

A punto está de ser excomulgado por su negativa a volver. Sin embargo, finalmente cede dando inicio así a la fama de su carácter y orgullo. A la vez, se inicia una relación tan compleja como productiva con el propio Papa Julio II. De esa unión, surgieron obras tan relevantes como el Moisés o la propia Capilla Sixtina. Para la cual, Miguel Ángel le exigió al pontífice total libertad de creación. Y así fue.

Los amores de Miguel Ángel Buonarroti

Miguel Ángel Buonarroti sentía especial fascinación por el cuerpo humano. Sus titánicas obras custodiaban siempre esa belleza y vigorosidad que le inspiraban muchos de los jóvenes con los que se relacionaba diariamente en su taller. Así, nombres como Cecchino dei Bracci o Tommaso Cavalieri, discípulos suyos, formaron parte de la vida afectiva del artista.

dibujo de Miguel Ángel Buonarroti

Asimismo, también está documentado su vínculo con una dama de noble posición: Vittoria Colonna. Les unía la pasión por la poesía, la religión y por la obra de Dante. De hecho, esta viuda era para Miguel Ángel el ideal perfecto de la Beatriz de la Divina Comedia. Fue su inspiración en vida y también en muerte, puesto que esta dama falleció de forma temprana dejando una huella de marcada tristeza en la vida de Buonarroti.

Últimos años, La Piedad de Rondanini

Miguel Ángel Buonarroti comenzó La Piedad de Rondanini en 1556, cuando ya tenía más de ochenta años. No pudo terminarla. Su salud no era buena, se sentía solo, asediado por funcionarios y molesto sobre todo por los cambios que se vivían en el mundo artístico. El Concilio de Trento había prohibido la aparición de desnudos en el arte religioso. Aquello, para el maestro Buonarroti era toda un afrenta.

De hecho, el Papa Pío IV había contratado a Daniele da Volterra, para ocultar la “desnudez” de gran parte de las obras ya realizadas por el gran maestro. Miguel Ángel estaba agotado, frustrado y tremendamente dolido con aquel entorno que le rodeaba. La Piedad Rondanini es un claro reflejo del estado de ánimo de aquel genio escultor, de aquel maestro renacentista.

La Pietá de Miguel Ángel Buonarroti

En esa obra apreciamos dos figuras fantasmales, sin apenas facciones, rostros alargados que simbolizan casi un grito silencioso envuelto en pena. Era el adiós premonitorio de un artista que había dado vida al mármol, que hacía latir sus esculturas cincel en mano, que había traído el esplendor a la Iglesia con sus titánicas obras… Las mismas que ahora estaban siendo alteradas, profanadas.

Miguel Ángel murió en 1564 y fue enterrado en Florencia rodeado de sus amigos. Su nombre formó parte de ese esplendoroso Renacimiento que iniciaba ya su ocaso, evolucionando hacia el manierismo. Fue el artista del énfasis, de la pasión y la emoción extrema. Su legado tuvo sin duda la misma fuerza y aún hoy, nos sigue dejando sin aliento.


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  • Condivi, A. (2007). Vida de Miguel Ángel Buonarroti (Vol. 23). Ediciones AKAL.
  • De Feo, Francesco (1978). Miguel Ángel: Nota biográfica. Barcelona: Teide.
  • Tolnay, Charles de (1978) Personalidad histórica y artística de Miguel Ángel. Barcelona: Teide

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