¿Necesitamos la oscuridad para ver mejor?

¿Necesitamos la oscuridad para ver mejor?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 24 agosto, 2019

Piensa en esta situación: vas caminando por un lugar muy iluminado y alguien se te acerca, pero no puedes reconocerlo porque el sol con su fuerza y su brillo te ciega. Es posible que en ese momento taparas el sol e hicieras sombra. Necesitabas un momento de oscuridad. Y es ahí cuando lo reconociste. Supiste discernir si era un amigo, o era un desconocido pidiendo indicaciones. O incluso alguien que te había confundido.

Cuando supiste quié n era ya pudiste elegir si lo saludabas con un abrazo, le orientabas amablemente o simplemente le aclarabas la confusión y continuabas tu camino sin mirar atrás.

Ver mejor nos permite elegir más sabiamente

Imagínate un mundo en el que solo hay luz. Si nunca has experimentado la oscuridad, ¿cómo podrías comprender y apreciar la luz? Es el contraste entre luz y oscuridad lo que lleva a un conocimiento más profundo. Estamos en un mundo de dualidades: arriba y abajo, caliente y frío, bueno y malo.

Hombre en oscuridad

El dolor nos permite apreciar mejor la alegría. El caos de la Tierra aumenta nuestra apreciación de la paz. El odio que podemos encontrar profundiza nuestra comprensión del amor. Por ello mismo, las dificultades de la vida son un medio especialmente poderoso para crear sentimientos vitales para nuestro autoconocimiento.

Cuanta más matices conozcamos, más sabiamente podremos decidir. Así, la oscuridad es una oportunidad para la reflexión, más que para ver fuera, para ver por dentro. La vida es un viaje que va desde la cabeza hasta el corazón. Las dificultades de nuestra vida nos facilitan este viaje, para abrir nuestros corazones y de este modo poder conocerlos y valorarlos mejor. En definitiva, la oscuridad nos da la posibilidad de autodescubrirnos y ser coherentes con lo que se cuece en nuestro mundo interior.

La fábula de la música

Imagina que provienes de un lugar en el que suena la música más bella que jamás fue creada. Es una música arrebatadora, deslumbrante. La has escuchado siempre, durante toda tu vida. Nunca ha estado ausente ni ha estado presente otra música. Un día te das cuenta de que, como siempre la has oído, nunca la has escuchado realmente. Es decir, que nunca la has valorado porque no has conocido otra cosa. Por ello, decides que te gustaría poder valorar esta música.

Decides hacerlo de una manera desafiante y que te puede dar acceso a una gran recompensa. Se te ocurre pensar que podrías obtener un conocimiento realmente profundo si fueras a un lugar en el que la música de tu hogar no sonara, y una vez allí intentaras recrearla, pero sólo después de que se hubiera diluido el eco de cómo sonaba. La experiencia de recordar, y después componer la extraordinaria sinfonía de tu hogar produciría el mejor conocimiento de su grandeza.

Vas a ese lugar. Allí escuchas una música que, al carecer de memoria, crees que es la única que has oído siempre. Algunas canciones son adorables, pero otras aporrean tus oídos con sus disonancias. Estos tonos desagradables fomentan el deseo en tu interior y, finalmente, la resolución: crear una música original (para la que esta oscuridad ha sido muy necesaria).

Nota de música

El darse cuenta

Pronto empiezas a escribir tus propias composiciones. Al principio, te distrae la estridente música de este lugar nuevo. Sin embargo, con el tiempo, a medida que te apartas del ruido externo y escuchas las melodías de tu corazón, tus creaciones musicales se hacen más bellas. Finalmente compones una obra maestra, y cuando la terminas recuerdas algo: la obra maestra que has escrito es la misma música que sonaba en tu hogar.

Y este recuerdo desencadena otro: tú eres esa música. No es algo que oíste fuera de ti; la música eres tú, y tú eres la música. Y al “crearte” en un nuevo lugar, llegas a conocerte de un modo que no hubiera sido posible si no hubieras arriesgado fuera de las fronteras conocidas. Sabes que, si no hubieras vivido esta oscuridad, no habrías conseguido valorar realmente la maravillosa música que te rodea.

Así, las dificultades de la vida existen para que podamos experimentar quiénes no somos, antes de recordar quiénes somos realmente. Es decir, exploramos los sonidos discordantes y los momentos de oscuridad antes de recrear las sinfonías de nuestro hogar. Necesitamos la oscuridad para poder ver mejor. Necesitamos esa oscuridad para poder elegir mejor el rumbo y valorar la luz.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.