¿Nuestra personalidad influye en nuestra salud?
Pensemos, ¿cuántas veces hemos oído que de tanta preocupación nos iba a salir una úlcera estomacal? Efectivamente, existe alguna relación entre lo psicológico y lo orgánico, y a su vez entre estas dos dimensiones y la conducta. A lo largo de la historia se han desarrollado muchas teorías que intentaron conectarlas.
Los griegos y romanos ya asociaban carácteres y formas de ser con las apariciones de determinados problemas de salud. Una idea que con el desarrollo científico y el avance del conocimiento médico quedó durante siglos descartada y que hoy volvemos a recuperar. Quizás su intuición fuera mucho más acertada de lo que pensamos.
Así, en la actualidad se trabaja para establecer relaciones entre lo biológico y lo psicológico, enfocando los descubrimientos a la promoción de la salud. Además, gracias a los pasos dados el siglo pasado se pudieron definir con claridad dos tipos de personalidad que conducían a comportamientos poco saludables.
Personalidad tipo A: el estrés y el corazón
En los años 70, los cardiólogos Friedman y Rosenman describieron a las personas con riesgo de sufrir un trastorno coronario. Estas tenían como característica principal una marcada tendencia a autoinducirse estrés. La conducta de estas personas estaba envuelta en:
- Impaciencia
- Implicación laboral
- Alta dosis de competitividad
- Hostilidad
Tras varios años de estudios quedó claro que el patrón de conducta A podía considerarse un síndrome. Este aumentaba las posibilidades de sufrir un problema cardiovascular. A estas características hay que añadirles un estado de alerta casi permanente y una necesidad constante de fijar metas y alcanzarlas rápidamente.
Finalmente en el año 1988 se describió el síndrome AHI (agresividad, hostilidad e ira) como el triple factor crítico para sufrir un problema coronario. La explicación biológica pasa por la reactividad del corazón. La presión sanguínea sube debido al aumento de catecolaminas (encargadas de preparar el cuerpo para la acción física). A la vez existe un aumento de glucocorticoides que aumentaría el colesterol. Los estudios realizados reflejaban mayor reactividad en patrones de personalidad tipo A.
Personalidad tipo C: consecuencias de reprimir emociones
“La angustia mental siempre es resultado de la evitación del sufrimiento legítimo”.
-Stefan Molyneux-
A la vez que se estudiaban las consecuencias del patrón de personalidad tipo A, otros estudios se centraban en las personas que practicaban la represión emocional (contención emocional excesiva). Si hay algo que ha llamado la atención a los investigadores son los rasgos de aquellos pacientes con enfermedades autoinmunes y crónicas. Aunque los inicios de estos estudios comenzaron enfocados al cáncer (Temoshok, 1987), poco a poco fueron abriéndose a otro tipo de problemáticas.
Al final las características coincidentes reflejaban:
- Exceso de agradabilidad.
- Supresión de expresión de emociones negativas.
- Tendencia al perfeccionismo.
- Excesiva racionalidad.
Abusar de nuestros circuitos lógicos esta directamente relacionado con el excesivo control emocional. Evitar las confrontaciones o manifestaciones de ira genera problemas de salud indirectamente. La represión emocional genera sensaciones negativas tanto de ineficacia personal como de incomprensión o frustración.
La personalidad dinámica como respuesta saludable
Actualmente se trabaja desde un modelo mucho más optimista. Es decir, están estudiando aquello que nos hace más fuertes en vez de lo que nos debilita. Para ello se parte de la base de la personalidad como algo “vivo” y no una suma de ingredientes que no podemos cambiar.
Este dinamismo y capacidad de ajustarnos a las situaciones nos conducirá a una de las ideas más importantes relacionadas con la salud: el “sentido de la coherencia”. Es muy importante tener la sensación de correspondencia entre lo que hacemos y lo que generamos a nuestro alrededor. Evitar esa disonancia, que ya e por sí sentimos incómoda.
Sentir que uno controla lo que le rodea implica tener capacidad de comprensión, adaptación y flexibilidad. Por otra parte supone tener la capacidad de elegir los compromisos que queremos adquirir y cierta habilidad para establecer las metas que podemos alcanzar en función de los recursos personales con los que contamos en cada momento. Tener sentido de la coherencia nos puede ayudar a enfocarnos en el problema usando las estrategias adecuadas.
Al final nuestra personalidad y temperamento no son intocables. Alguien que sea del tipo A puede aprender mediante la asertividad, el desarrollo de las habilidades sociales y las técnicas de solución de problemas. Alguien que sea del tipo C puede desarrollar estrategias de reconocimiento y expresión emocional y trabajar con sus ideas irracionales.
Es verdad que existen elementos en nosotros que nos hacen únicos y que por sus raíces profundas son difíciles de cambiar. Sin embargo, como hemos visto, más allá de nuestra imagen o de nuestras relaciones sociales, está en juego nuestra salud. Sin duda, una de las mejores razones para invertir recursos en ese cambio en caso de que lo necesitemos.
“El autoconocimiento y el desarrollo personal son difíciles para la mayoría de las personas. Normalmente requiere mucho coraje y perseverancia”.
-Abraham Maslow-