Orígenes, el espejo del alma

Orígenes trata de unir ciencia y espiritualidad; parte de la metáfora "los ojos son el espejo del alma" para proponernos un modelo que nos hará cuestionarnos nuestra propia realidad sensible.
Orígenes, el espejo del alma
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Leah Padalino

Última actualización: 07 octubre, 2022

Orígenes, I Origins en inglés, es una película estadounidense del año 2014. Se trata de una producción independiente que fue estrenada en el Festival de Cine de Sundance de ese mismo año y galardonada como la Mejor Película del Festival de Sitges 2014. Dirigida por Mike Cahill y protagonizada por Michael Pitt, Brit Marling y Àstrid Bergès-Frisbey, la película nos plantea un drama con un interesante componente ficticio, pero que resulta sorprendentemente verosímil.

Ciencia y espiritualidad se entremezclan en la cinta; algo que parece muy difícil de consolidar, pero que conjuga con bastante acierto. La trama se configura como una especie de matrioshka, pero con un hilo conductor: los ojos. En un primer momento, conocemos al científico Ian Gray que está tratando de llevar a cabo una investigación que logre, al fin, desmitificar la espiritualidad; a partir de aquí, una trama nos llevará a otra para, finalmente, explicar por qué “los ojos son el espejo del alma”.

Los ojos como punto de partida

Obsesionado con los ojos, Ian Gray pretende encontrar un origen, un punto de partida a la evolución del ojo que demuestre, al fin, con pruebas, que la fe ya no tiene cabida en nuestra sociedad. Ian está obsesionado con la ciencia, con las pruebas y los datos; pero, para su sorpresa, encontrará el amor en una joven bastante atípica: Sofi, una chica extranjera que posee una fuerte espiritualidad que contrasta profundamente con el escepticismo de Ian.

Orígenes se adentra en una de las cuestiones más debatidas a lo largo de la historia: ciencia vs. religión. Se sumerge en diversas creencias y aporta una respuesta a la reencarnación. Los ojos serán el punto de partida y, a su vez, el descubrimiento que hará que Ian se cuestione todo lo que sabe, todo lo que ha estudiado. La película, sin embargo, peca en ocasiones de diálogos demasiado surrealistas, poco creíbles en una conversación normal de pareja, aunque teniendo en cuenta la naturaleza de Sofi, tampoco resultan inverosímiles.

Quizás estamos ante una película demasiado predecible, que quiere abarcar mucho y, a veces, se queda en la superficie. Puede no llegar a calar en el corazón de los más escépticos, pero, sin duda, posee un buen planteamiento, un buen desarrollo y logra que la trama nos vaya envolviendo, atrapando. ¿Puede existir la reencarnación? ¿Y si nuestros ojos no fueran más que la huella de otras vidas pasadas, de otras almas que, una vez, albergaron la misma mirada?

Azar, casualidad y Orígenes

Para Ian, no existe nada que la ciencia no pueda explicar, no existe el mundo espiritual, todo pasa por la ciencia, por las observaciones y las demostraciones que podamos extraer del mundo que nos rodea. El azar y la casualidad no entran en su concepción del mundo, pero todo esto cambia al conocer a Sofi, una joven a quien conoce por casualidad, de la que apenas sabe nada y a la que ni siquiera le ha visto la cara.

Ian y Sofi coinciden en una fiesta de Halloween, una noche muy vinculada a lo espiritual, a las almas. Ella va disfrazada y tan solo puede ver sus ojos, unos ojos irrepetibles y fascinantes que Ian no podrá olvidar. Tras perderle la pista, Ian buscará a Sofi y una serie de casualidades le llevarán hasta ella. De repente, Ian comenzará a ver que el número 11 aparece repetidamente y, siguiendo este número, encontrará a Sofi.

¿Por qué el 11? Pese a que en la película el número aparezca de forma totalmente casual e inexplicable en la vida de Ian, podemos pensar que no ha sido elegido al azar, pues el número 11 se vincula tradicionalmente a la vida espiritual. El 11 es dos veces 1, la suma de sus dígitos nos da 2, lo que nos hace pensar en dualidad, en dos planos, dos mundos; a su vez, sobrepasa al número 10, vinculado a la perfección, pero también al mundo material, por lo que el 11 nos llevaría a un plano más allá, a lo espiritual.

Pareja mirándose

Mística y ciencia

Los Pitagóricos veían en la naturaleza cierta correspondencia numérica, la razón daba acceso a la naturaleza, al conocimiento verdadero y esta, a su vez, estaba ligada a lo matemático, a los números. Para ellos, todo provenía del uno, este sería el principio fundamental del que provenían las demás cosas, el apeirón. El 1 se vincula a cierta naturaleza divina y, a partir de aquí, irán surgiendo los demás. La totalidad vendría expresada por el 10, por lo que el 11 se vincularía a un plano más allá de lo terrenal.

Además, los pitagóricos poseían cierta visión mística del mundo, no hay que olvidar que más que una escuela fueron una asociación de carácter secreto y religioso. Para los pitagóricos existía una transmigración de las almas, es decir, el alma estaba en un plano divino, no pertenecía a lo terrenal; el alma habitaba el cuerpo y, tras la muerte del mismo, ocuparía un nuevo cuerpo y lo haría tantas veces como fuera necesario hasta alcanzar la liberación.

Pareja en un tren

Para lograr esta purificación o liberación del alma, debían seguir ciertas normas de comportamiento, entre las que destaca el vegetarianismo, algo fuertemente ligado a la reencarnación y que se da en otras religiones como el budismo. En Orígenes, Sofi no parece pertenecer a ninguna corriente religiosa en concreto, pero cree en la reencarnación y se siente profundamente ligada a ciertas creencias provenientes de La India.

De este modo, vemos que Orígenes no solo coincide con los pitagóricos en lo místico del número 11, sino que también lo hace con las afirmaciones sobre la reencarnación. Sofi, además, coincide con los pitagóricos en el vegetarianismo, algo que le permitirá cuestionar los experimentos científicos, cuestionar hasta qué punto es ético experimentar con animales, torturar a unos gusanos, como en el caso de Ian, ya sea para probar que una teoría es cierta o por simple egoísmo humano.

Actualmente, no dudamos en vincular a Pitágoras y sus discípulos con las matemáticas, con la geometría, en definitiva, con un conocimiento racional y científico. Sin embargo, al profundizar en su filosofía, nos damos cuenta de la importancia del componente religioso. En Orígenes, espiritualidad y ciencia se funden, se mezclan y nos invitan a reflexionar sobre el mundo que nos rodea.

La dualidad

Platón nos explicaba que había dos mundos, que existía un mundo que se escapaba a nuestros sentidos, pero que estaba ahí; ese mundo era el que nos daba acceso a la verdad, el que liberaba nuestras almas. Sofi le plantea una cuestión interesante a Ian: él está experimentando con unos gusanos que, únicamente, poseen dos sentidos. Pero, ¿qué ocurriría si nosotros, igual que esos gusanos carecen de vista, carecemos de otro sentido que nos impide ver más allá?

Los gusanos con los que experimenta Ian no pueden ver, por tanto, desconocen qué es la luz, qué son los colores, ¿cómo podemos estar seguros de que no nos falta otro sentido, uno que nos permita percibir algo que está ante nosotros y que simplemente desconocemos porque no tenemos la capacidad de acceder a ello?

Hombre frente a un cartel con ojos

Los hombres que describía Platón en su alegoría de la caverna se aferraban igual que Ian a su realidad sensible, a esas sombras que ellos tomaron como reales por ser lo que podían observar; sin embargo, estaban dejando a un lado un mundo real al que, al no tener acceso, rechazaban, sin cuestionarse si era real o no. Y es que parece que todo aquello que resulta desconocido o inexplicable asusta, que queremos aferrarnos a lo que vemos, a lo que nos llega a través de nuestros sentidos.

Orígenes juega con lo que consideramos racional, con los límites de nuestro propio conocimiento y trata de proponernos una realidad que podría estar ante nuestros ojos y que, simplemente, no podemos percibir. La cinta va desarrollando un hilo argumental para, finalmente, repetirnos y ejemplificar una metáfora que hemos oído mucho a lo largo de la historia: “los ojos son el espejo del alma”.

“¿Alguna vez has conocido a alguien que, a primera vista, llena un vacío que tenías y, cuando se va, hace más doloroso sentir ese vacío?”

-Orígenes-


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