Padres brillantes que emocionan a sus hijos
Hay padres buenos, buenos padres y padres brillantes. Entendiendo y respetando las diferentes formas de educar, tan variadas y variopintas como padres existen, la gran mayoría quieren lo mejor para sus hijos, les aman y desean que sean felices. Para eso establecen unas normas y límites que funcionan en cada hogar, creando un sistema único. Una dinámica que será diferente para cada familia. Esa dinámica puede verse modificada y los adultos han de identificar cuándo necesita una revisión.
Las normas y límites que establecen los padres en cada núcleo familiar han de ser claros y directos, además de firmes. Por otro lado, han de revisarse y renovarse cuantas veces sea necesario. Eso sentará las bases de la dinámica familiar propia de cada sistema, que variará en función de la etapa en la que se encuentre y generará un flujo de situaciones. Unas situaciones que estarán a su vez aderezadas de emociones y salpicadas de imprevistos, y constituirán el caldo de cultivo del desarrollo psicoemocional de cada uno de los miembros de la familia.
Buenos padres y padres brillantes
Augusto Cury , médico psiquiatra, terapeuta y escritor, en su libro Padres brillantes, maestros fascinantes, nos da claves para educar jóvenes felices, proactivos, seguros e inteligentes. Además, analiza siete hábitos de los buenos padres y de los padres brillantes.
Los niños necesitan padres que hablen su lenguaje y sean capaces de penetrar en sus corazones.
1.- Los buenos padres dan regalos mientras que los padres brillantes dan todo su ser
Los buenos padres satisfacen, en la medida que sus recursos se lo permiten, los deseos de sus hijos: les compran ropa, juguetes, les hacen fiestas de cumpleaños, les llevan de viaje… Los padres brillantes les dan algo más valioso, algo que no no se compra con dinero, les dan todo su ser, su historia, sus experiencias, comparten sus emociones, su tiempo. Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos autoestima, inteligencia emocional, capacidad de manejar las pérdidas y frustraciones, de dialogar y de escuchar.
2.- Los buenos padres alimentan el cuerpo de sus hijos, mientras que los padres brillantes alimentan su personalidad
Los buenos padres cuidan la alimentación de sus hijos para que sea saludable, los padres brillantes se preocupan por alimentar además la inteligencia y las emociones. Ser culto, tener una buena condición económica, una excelente relación conyugal y proporcionar buenas escuelas no es suficiente para la salud psicoemocional de los hijos. Hay que preparar a los hijos para SER, no para TENER. Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos seguridad, capacidad de liderazgo de reflexión, coraje, optimismo, la superación del temor y la prevención de conflictos.
3.- Los buenos padres corrigen los errores de sus hijos, los padres brillantes enseñan a pensar
Al corregir los fallos de los hijos y decir siempre lo mismo, estamos repitiendo palabras, quejas, y a ellos no les hace efecto. Únicamente generan agresividad, frustración y distancia. Hemos de sorprender a nuestros hijos. Emocionarles. Hacerles reflexionar. Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos conciencia crítica, capacidad de pensar antes de reaccionar, fidelidad, honestidad, capacidad de cuestionar y responsabilidad social.
“Si educa la inteligencia emocional de sus hijos con cumplidos cuando ellos esperan que les regañe, con palabras de ánimo cuando esperan una reacción agresiva, con una actitud afectuosa cuando esperan un ataque, quedarán encantados y lo registrarán con grandeza”
-Daniel Goleman-
4.- Los buenos padres preparan a sus hijos para el aplauso, los padres brillantes los preparan para el fracaso
Los buenos padres preparan a sus hijos para obtener triunfos, buenas notas, éxitos académicos, en el trabajo y en las relaciones sociales. Los padres brillantes son conscientes de que es más difícil afrontar un fracaso y les ayudan a no tener miedo de los fallos. Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos motivación, audacia, paciencia, determinación, capacidad de sobreponerse y habilidad para crear y tomar ventaja de las oportunidades.
5.- Los buenos padres hablan, los padres brillantes dialogan
Muchos padres no son capaces de dialogar con sus hijos acerca de sus miedos, pérdidas y frustraciones. Dialogar supone expresarnos, contar experiencias, compartir secretos de nuestro corazón, ir más allá de la conducta. Los padres brillantes, dialogando consiguen desarrollar solidaridad, compañerismo, placer por vivir, optimismo e inteligencia interpersonal.
6.- Los buenos padres dan información, los padres brillantes cuentan historias
Los buenos padres informan a sus hijos, pero no les cuentan historias, no dialogan con ellos. A los hijos no les hace falta tanta autoridad, dinero o poder, como tiempo y escuchar historias impregnadas de emociones y experiencias de sus padres. Les hacen falta padres brillantes que desarrollan creatividad, inventiva, astucia, razonamiento esquemático, y capacidad para encontrar soluciones.
7.- los buenos padres dan oportunidades, los padres brillantes nunca se rinden
Los buenos padres pasan por alto los errores de sus hijos. Los padres brillantes nunca se rinden, incluso si sus hijos los desilusionan, comenten errores, no los valoran y sufren trastornos emocionales. Los padres brillantes creen en sus hijos, tratan de ver lo que nadie ve, son sembradores de ideas y no son dominantes con ellos. Desarrollan en sus hijos respeto por la vida, esperanza, motivación, determinación y capacidad de cuestionarse a sí mismos, de superar los obstáculos y los fracasos.
Los padres a menudo pierden la confianza. Sienten que fracasan como padres. Pero hay que pensar que ser padres conlleva una gran responsabilidad, sí. Pero desde el cariño, desde la sencillez. Podemos aprender estrategias de educación, leer teorías, las ideas de Piaget y de Vigotsky, el psicoanálisis de Freud, las inteligencias múltiples de Gardner y la filosofía de Platón durante décadas, pero si no encantamos, no emocionamos, no enseñamos a pensar ni conquistamos los depósitos de memoria de nuestros hijos, ningún estudio será válido ni aplicable.
Se trata de causar un gran impacto en el universo emocional y racional de los hijos, de ser creativo y sincero. Se trata de emocionar a nuestros hijos.