Paquita Salas: entre el entretenimiento y la nostalgia
Las series ya no son ese objeto de evasión de baja calidad que se emite por televisión. Las series ahora se “maratonean”, se consumen en cantidades industriales y, a veces, logran hacer sombra al cine. Ya no hay anuncios que incomoden al espectador, ya no hay que esperar a una determinada hora para ver una serie. Con una dosis de nostalgia por esos tiempos pasados y, sobre todo, con la intención de sacarnos una sonrisa, nace Paquita Salas.
La calidad de las series ha aumentado notablemente y, al gozar de una mayor extensión que el cine, nos permiten conocer más a sus personajes. Este incremento en la calidad ha hecho que, de algún modo, el humor quede relegado a un segundo plano. Tan solo hay que pensar en las series más populares de los últimos años, pocas dejan espacio para el humor. En un mundo cada día más complejo, necesitamos, más que nunca, reírnos.
Con esto no queremos decir que ya no se hagan series de humor, pero es cierto que la competencia ha propiciado que las series tengan que reinventarse. El espectador ya no perdona un error de guion, nos hemos vuelto más exigentes: el escaparate es grande y hay mucho para elegir. A su vez, las nuevas plataformas han dejado un espacio para la creación y la difusión de contenidos.
Paquita Salas nació un día entre amigos, entre risas, de la mano de “los Javis”, Brays Efe y Anna Castillo. Lo que en un principio iban a ser unos vídeos de Instagram se convirtió en una serie en Flooxer y, posteriormente, pasaría a manos de Netflix.
De la mano de Netflix, aumentó el presupuesto, con ello la calidad y, por supuesto, su difusión. El éxito de Paquita Salas es indudable y ya se ha confirmado una tercera temporada. ¿Cuáles son las claves de su éxito?
Paquita Salas, la evasión que necesitábamos
Dos directores jóvenes y su grupo de amigos construyen este espacio de fácil digestión. Con una duración aproximada de 20-25 minutos por capítulo y con un total de 10 episodios repartidos en dos temporadas hasta la fecha, Paquita Salas se convierte en una serie ligera, que no requiere demasiado tiempo y que pretende hacernos pasar un rato agradable.
Con Paquita Salas todo son facilidades, no es una serie que nos vaya a mantener pegados a la pantalla durante horas ni tampoco requiere un esfuerzo por parte del espectador para su comprensión. Tan solo nos pide que nos relajemos, que disfrutemos y, eso sí, que tengamos cierto dominio de la cultura de televisiva de los 90 y los 2000 en el panorama español.
Series como ¡Ala…Dina!, A las once en casa o Ana y los siete eran la evasión en aquellos años. Series que ahora vemos desde la lejanía, algunas con nostalgia y otras con cierta vergüenza ajena. Muchos de los rostros que inundaban la pantalla en aquellos años han quedado relegados a papeles sin demasiada relevancia o, sencillamente, se han esfumado. Lo que un día fue un éxito, al día siguiente, puede ser un fracaso. Los tiempos cambian y, con ellos, el gusto.
Eso es lo que le ha ocurrido al personaje de Paquita Salas, una mujer que tuvo sus años de gloria como representante de artistas y que, ahora, se ha quedado anticuada. Desde su vestimenta hasta su gusto por los torreznos y el Larios… todo nos resulta peculiar en Paquita, una mujer que parece no haberse adaptado al siglo XXI. Que sigue viviendo de glorias pasadas y que parece no amoldarse demasiado bien a las nuevas necesidades de un mercado que está en constante cambio.
Paquita Salas ha venido a recordarnos que todavía hay espacio para el entretenimiento puro, para reírnos de nuestro mundo, del presente, del pasado… Ha venido a distraernos y eso es algo que nos encanta.
Paquita Salas: el mundo de los perdedores
Hablar de perdedores resulta desagradable, no es un adjetivo con el que nos guste catalogar a nadie. Pero, de alguna manera, es de eso de lo que se habla en Paquita Salas, de aquellos que conocieron el éxito y hoy viven del recuerdo.
Durante los 90 y los primeros 2000, Paquita representaba a actores del panorama televisivo como Lidia San José, cuya fama se fue apagando, hasta casi desvanecerse en los últimos años. Paquita se ha convertido en una representante antigua y con pocas caras nuevas interesadas en ella. Pese a ello, sigue luchando como puede por mantener su negocio a flote.
Se agradecen enormemente las colaboraciones de actores de esa época, como la mencionada Lidia San José, o rostros más conocidos, como el de Ana Obregón. La influencia de los Javis ha permitido que diversos actores del panorama nacional se hayan prestado a colaborar en su proyecto, aportando una mayor credibilidad y apelando a esa nostalgia de la que hablábamos.
Paquita mide el éxito según el número de Pasapalabras al que han acudido sus representados. Y es que, en más de una ocasión, resulta mejor pagado acudir a un programa de televisión que un papel menor. En un mercado tan saturado, hay que destacar, ser el mejor; algo que ha propiciado la competitividad y el hundimiento de Paquita. Lo nuevo y lo viejo se mezclan en Paquita Salas, mostrándonos, una vez más, que el mundo ha cambiado y que la fama, como el éxito y la belleza, es débil y efímera.
Rompiendo barreras
El mundo del cine, por desgracia, se encuentra demasiado unido al de la imagen. El gordo es risible y, de alguna manera, esto también ocurre en Paquita Salas. El propio Brays Efe (actor que encarna a Paquita) lo ha recalcado recientemente en los Premios Feroz. Con un discurso en el que apela al problema de la imagen en el mundo artístico, recordándonos nuestra obsesión por la misma y el problema que ello conlleva.
El cine y la televisión deberían ser medios en los que se mida a los actores por su calidad interpretativa. Si queremos reflejar la realidad, no podemos refugiarnos en cánones de belleza difíciles de alcanzar. Aunque Paquita sea gorda y resulte cómica, lo cierto es que también es reivindicativa y no lucha por ser delgada.
Igualmente, el personaje de Mariona Terés aporta, en cierto modo, la nota reivindicativa. Un actor encarnando a una mujer, antiguos rostros de la televisión que no volvieron a conocer el éxito, actrices y actores de todo tipo… Paquita Salas rompe las barreras, nos demuestra que otro tipo de series es posible, sin olvidar la dureza y la crueldad del mundo del espectáculo.
Los comienzos no son fáciles para nadie, pero tratar de hacerse un hueco en el mundo del espectáculo resulta, cuanto menos, costoso. Acceder a un casting no es tan fácil como parece, que una productora acepte un proyecto o que un actor consiga un papel es una tarea realmente dura.
Paquita Salas refleja muy bien estos comienzos, la competitividad y las barreras que existen en el mundo de la interpretación. Y, de algún modo, trata de romperlas con su formato. Sin ir más lejos, Brays Efe no era un rostro demasiado conocido antes de Paquita Salas y, sin embargo, ha demostrado un gran talento encarnado a este personaje y haciéndonos olvidar que es un hombre quien lo interpreta sin caer en la parodia.
Además, para su tercera temporada, se ha realizado un casting abierto, al que cualquiera puede acceder. Porque, como Paquita, todos queremos nuevos rostros interesantes, sin que su apariencia física o su apellido sea lo más significativo.
Una pequeña aventura que comenzó como una serie de bajo presupuesto se ha convertido en todo un referente del panorama nacional. Más allá de la comedia que, por supuesto, es la esencia de Paquita Salas, logra dibujar el mundo de los perdedores que nadan como pueden rodeados de tiburones.
“Una gorda vale para cualquier época si lo hace bien, véndelo”.
-Paquita Salas-