Paracelso, biografía de un alquimista y soñador
Lo conocemos como Paracelso, pero su verdadero nombre era Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim. Fue una de las figuras más interesantes en toda la historia de la medicina y de la ciencia en general. Considerado por algunos como un poco loco, visionario y, sin duda, muy imaginativo.
Si algo tenía Paracelso era ambición intelectual. Fue un aguerrido buscador de la piedra filosofal, una sustancia desconocida que supuestamente hacía posible la trasmutación del plomo en oro. También quiso encontrar el elixir de la eterna juventud y trabajó con ahínco para ello.
“Lo que se forja con el fuego es alquimia, ya sea en un horno o en la estufa de la cocina”.
-Paracelso-
En medio de sus fantásticas aventuras, Paracelso se convirtió en un extraordinario investigador. Se le considera el padre de la toxicología y de la farmacología. Fue una suerte de híbrido entre mago y científico. Así como se adelantó a su tiempo, también sostuvo apasionadamente sus creencias míticas y místicas.
Los inicios de un genio
Paracelso nació en 1493, en una zona cercana a lo que hoy es Zurich (Suiza). Varios miembros de su familia eran médicos, incluyendo a su padre, y esto incidió notablemente para despertar su interés por esta disciplina.
Durante su juventud trabajó como analista en las minas. Esto le proporcionó importantes conocimientos de los minerales, los cuales serían decisivos en su trabajo. A los 16 años, fue a la Universidad de Basilea y más adelante obtuvo un doctorado en la Universidad de Ferrara.
A pesar de que se vinculó a la vida académica, Paracelso estaba convencido de que la medicina no podía enseñarse en una institución. También se mostró muy crítico, desde un comienzo, con la medicina oficial de su tiempo. Cuestionó a Hipócrates , Avicena y Galeno. Esto propició que fuera visto con aprehensión por sus colegas.
Paracelso, un experimentador
Muy tempranamente, Paracelso optó por experimentar por cuenta propia y tener un trato directo con los enfermos. Esto dio lugar a que se forjara una mala fama entre los médicos. Su apariencia física también era criticada. Causaba rechazo porque era bajo, calvo y obeso. Quizás por eso, este genio siempre prefirió la compañía de los más desvalidos.
Sus experimentaciones y los métodos innovadores que comenzó a aplicar con éxito generaron mitos y leyendas en torno a él. Se dijo que tenía un pacto con el diablo. Popularmente se le conocía como “el médico maldito”. Se le acusó de magia y brujería, cuando en realidad era un hombre profundamente creyente en Dios.
Esa tensión con sus colegas y otras autoridades lo llevó a convertirse en un hombre errante. Llegaba a un lugar y no pasaba mucho tiempo antes de que ya tuviera conflictos. Así que partía de nuevo. Paralelamente, con su extraña fama, también volaban las noticias sobre su eficacia como médico.
La alquimia y la química
Paracelso empleó minerales y químicos para tratar enfermedades, cuando esto no se estilaba. Eso le permitió tratar a enfermos que para su tiempo eran incurables. Hay testimonios de que trató con éxito casos de epilepsia, lepra y de gota. Fue el primer médico en describir la sífilis y proponer un tratamiento con mercurio para esta.
Este gran investigador también fue el inventor del láudano. Este fue uno de los primeros analgésicos químicos de los que se tenga noticia. También estudió con gran detalle los venenos y formuló una máxima que se mantiene hasta la actualidad: “la dosis hace al veneno”.
A diferencia de sus contemporáneos, Paracelso era un médico muy cercano a sus pacientes. También creía que sus conocimientos debían ser de dominio público. Por eso, daba discursos para la comunidad, explicando su ciencia en lenguaje sencillo.
Un nuevo enfoque de la medicina
Paracelso afirmaba que la medicina tenía cuatro grandes ejes. Estos eran: las ciencias naturales, la astronomía, la química y el amor. Pensaba que las plantas y los minerales no curaban por sí solos, sino que necesitaban de la bondad y de una inspiración dada por Dios, para que realmente fueran eficaces.
A diferencia de los médicos de su tiempo, era un convencido de la bondad de las cirugías. En aquel entonces ese oficio lo realizaban los barberos y solo en circunstancias muy específicas. Muchos médicos, siglos después, se inspiraron en sus métodos.
No todos fueron sus enemigos. Entre sus admiradores también tuvo nada menos que a Erasmo de Rotterdam, de quien fue médico personal y amigo. Un príncipe alemán también le dio su protección. Murió a la corta edad de 47 años, asesinado por unos maleantes que querían robarlo. Perdieron su tiempo: él ya le había donado todos sus bienes a los pobres.
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- Santos, S. E. (2003). Paracelso el médico, Parecelso el alquimista. In Anales de la Real Sociedad española de química (No. 4, pp. 53-61). Real Sociedad Española de Química.