Parir con dignidad: no más violencia obstétrica
La violencia obstétrica deja huellas profundas en quien la padece. Parir, un acto no solo físico sino cargado de sentimientos, dudas y esperanza puede convertirse en una experiencia sumamente desagradable si las mujeres sienten que las tratan como simples vasijas con un contenido “a vaciar”.
Frases como “No grites”, “No es para tanto” o “Cálmate que vas a provocar que algo salga mal”; son frases que infatilizan a la mujer, que la relegan a un espacio de burla e indefensión, que anulan toda su expresión de lógico dolor y confusión en un momento crucial para sus vidas.
Para ser un buen profesional médico no vale con poseer los conocimientos “técnicos”, ser un un buen profesional es saber tratar a tus pacientes con el respeto que se merecen y con un mínimo de empatía y comprensión.
Los numerosos recortes en sectores como la sanidad no hace sino acrecentar que se produzcan hechos desagradables en la relación médico-paciente, ya que el primero puede sentirse exhausto y colapsado y los pacientes pueden percibir que no se les entiende o que directamente nadie se interesa en entenderlos.
Parir con dignidad y rodeado de un personal médico que acompañe a la paciente con una actitud respetuosa no es un privilegio, no es una concesión excepcional: parir con dignidad es un derecho.
El origen de la violencia obstétrica
Se nos dice que debemos parir, a veces casi como una imposición tácita de la sociedad. En cambio, cuando las mujeres enfrentan los dilemas que eso conlleva no se las trata en la mayoría de las ocasiones como se debería. Esto no solo se da en el parto, sino en cualquier aspecto de la salud reproductiva de las mujeres.
No es extraño que algunas mujeres se sientan atraídas por otro tipo de atención que no sea el circuito médico protocolario, ya que en ocasiones se sienten desposeídas de toda decisión importante en el proceso de su embarazo y parto; aún corriendo el riesgo de no recibir una atención médica rigurosa y especializada en un hospital con todas las garantías sanitarias.
Sin ir más lejos, mujeres en la treintena que desean someterse a una ligadura de trompas por su decisión firme de no querer tener descendencia, se ven sometidas a un cuestionamiento continuo acerca de su decisión. Una decisión íntima, sobre su vida sexual y reproductiva.
Si algún día llegaran a lamentarse de esa decisión, sería un aspecto que ellas mismas tendrán que lidiar y superar. Como el resto de decisiones en la vida, pues vivir es decidir. Impedir las decisiones libres es someter, no asesorar.
Pudiera parecer que el hecho de quedar embarazada y desear continuar con ese embarazo es “harina de otro costal”; sin embargo en muchas ocasiones la mujer sigue recibiendo un trato extremadamente autoritario por parte de su entorno, como si su capacidad de juicio estuviese reducida.
El parto, un acto con gran carga emocional y dolor físico
El parto es un momento esperado y anhelado por toda mujer embarazada. Después de un embarazo y una serie de profundos cambios físicos y psicológicos, la mujer desea que todo “salga bien”. La contradicción radica en que para una mujer que todo salga bien no se reduce solo a que no surjan complicaciones médicas en el parto.
La mujer desea parir sintiendo que está atendida, que sus contracciones de inmenso dolor no son minimizadas ni ridiculizadas. La idea arraigada de que las mujeres se encuentran con las hormonas disparadas y no responden de sí mismas a veces no es un hecho real, sino que responde a una profecía autocumplida: si el personal sanitario trata a la mujer como una histérica desde el inicio, quizás ésta terminará comportándose como tal.
Violencia obstétrica es negar información, practicar cesáreas innecesarias, inyectar fármacos cuando no corresponde, maltratar verbal y físicamente a las embarazadas antes, durante y después del parto
Si una persona nota que la tratan con desdén y condescendencia no hace sino acrecentar su frustración y dolor, de ahí que las quejas sean su forma de defenderse en respuesta a ese trato desconsiderado y humillante. Si bien esto puede parecernos una exageración, no lo es. Gran parte de mujeres que sufren una depresión postparto identifican como factor de estrés de primer orden el trato recibido por el personal sanitario durante su embarazo, parto o postparto.
Es muy común que las mujeres se sientan solas y desbordadas por su nuevo papel de madres, que una sensación de vacío y tristeza se apodere de ellas tras haber dado a luz. Si reciben un trato deshumanizado por parte del personal sanitario, esta sensación se acentúa.
Se han sentido expectantes durante muchos meses, pero nadie les ha advertido de que sufrirán un proceso de readapatación duro y que el sentir ganas de llorar continuamente es algo común y natural. Ahí es cuando puede nacer un sentimiento de culpabilidad e incluso pueden llegar asentir una profunda incomprensión por parte de su entorno. Esto no pasa en todos los casos, pero sí con la suficiente frecuencia para que los tengamos en cuenta.
La información real que le haya proporcionado el personal médico acerca de su postparto es una baza de fortaleza ante los retos que su nuevo papel como madres requiere. No informar adecuadamente también es una forma de indiferencia, de negligencia.
Establecer puentes entre la mujer y el personal médico
No estamos afirmando que el recibir un trato cálido y empático pueda evitar al 100% los sentimientos de tristeza o de desesperación ocasionales del embarazo, parto y postparto, pero los amortigua y minimiza. Muchas son las iniciativas tanto de personal médico como de pacientes que han sufrido violencia obstétrica para que el trato deshumanizado en el parto no se vuelva a producir.
En España hay diversas iniciativas: desde guías de atención al parto normal aprobadas por el Ministerio de Sanidad o por la Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), a la iniciativa de Unicef para la Asistencia al parto y a la Lactancia (IHAN).
Son muchos los profesionales de la salud concienciados con este hecho y que realizan una fantástica labor en la atención y acompañamiento de la mujer sola o de la mujer y su pareja para que la información no sea percibida como algo exclusivo, sino como una condición necesaria en todo trato digno de un proceso natural pero a veces contradictorio.
Quizás puedan surgir discrepancias o puntos de vista diferentes, pero con voluntad y vocación el personal sanitario sabrá proporcionar la información adecuada para la paciente, que tiene que sentirse parte activa de ese importante proceso que cambiará para siempre su vida. Denunciar la violencia obstétrica no es demonizar a todo el personal sanitario y poner en cuestión sus protocolos, todo lo contrario.
Denunciar un trato deshumanizado, querer parir con dignidad y desear un buen trato por parte de los profesionales que te atienden es querer que formen parte de uno de los momentos más importantes de una forma positiva. Ser atendida no solo por profesionales que ejercen su labor, sino por profesionales que la ejercen con responsabilidad, implica el bienestar físico y psicológico de sus pacientes.