Patocracia, ¿en qué consiste?
¿Quién no ha afirmado alguna vez que tenemos unos gobernantes que no nos merecemos? La negligencia de nuestros políticos ha producido una buena dosis de desencanto en la sociedad, por no hablar de los intereses económicos que les respaldan. Así, podríamos estar viviendo en un sistema que algunos denominan patocracia.
La patocracia no es otra cosa que un sistema político en el que personas con trastornos de personalidad se hacen con el poder. Hablamos de trastornos como el narcisismo. Ya te empieza a sonar, ¿verdad? Quizás ya tengas la intuición de que algunos presidentes podrían encajar en este perfil.
¿Qué es la patocracia?
Como decimos, la patocracia es ese fenómeno por el que personas con ciertos trastornos de personalidad llegan hasta el poder. Seguro que todos somos capaces de pensar en algún gobernante. Políticos de los que muchos dirían, incluso dentro de sus propios partidos, que son personas que se tienen a sí mismas en gran estima, careciendo al mismo tiempo de la empatía necesaria como para preocuparse de verdad por el pueblo al que gobiernan.
Este término fue acuñado por el psicólogo polaco Andrew Lobaczewski, que vivió en sus propias carnes tanto la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial como la soviética. Fue esa experiencia la que le llevó a darse cuenta de que son muchos los gobernantes que llegan al poder con un trastorno de personalidad fácilmente diagnosticable.
Lobaczewski dedicó buena parte de su vida al estudio de la ponerología, que intenta entender por qué personas malvadas llegan al poder, mientras que otras mucho más honestas nunca lo hacen. De hecho, estos trabajos causaron problemas al psicólogo polaco, ya que terminó arrestado y torturado por las autoridades polacas.
Sus estudios no vieron la luz hasta que emigro a Estados Unidos en la década de 1980 y lo harían bajo el nombre de su principal obra Ponerología Política.
La patología del poder
Un pequeño porcentaje de la población sufre trastornos de personalidad como el narcisista y el antisocial o la psicopatía. Este tipo de personas tienen una sed insaciable de poder, ya que se tienen en alta estima y tienden a despreciar a los demás. Por eso no resulta tan extraño que sean perfiles que alcanzan fácilmente posiciones de poder.
La principal diferencia entre narcisistas y psicópatas es que estos últimos no tienen esa necesidad constante de adoración. Sin embargo, sí que cuentan con la frialdad y la falta de empatía necesarias como para seguir el lema de que el fin justifica los medios.
Tampoco resulta extraño que este tipo de personas resulten atractivas para el público medio. Al fin y al cabo, s on perfiles con un importante don de gentes, por lo que es fácil que los votantes se identifiquen con ellos.
La llegada de la democracia universalizó el ejercicio de la política, ya que cualquier ciudadano tiene derecho a erigirse como gobernante. Pero no quita que se haya abierto la puerta a esa minoría patológica que carece de cualquier tipo de escrúpulo.
Como dijo Mark Huges en su obra Las mentes desordenadas, el principal objetivo de la democracia es proteger a las mayorías civiles de estos perfiles con trastornos de personalidad. La Constitución estadounidense se articuló en torno a principios e instituciones que deberían limitar el ascenso de estos individuos patológicos.
La patocracia colectiva
Pero ese no es el principal problema de la patocracia. Y es que se trata de un sistema que cuenta con una serie de mecanismos que le ayudan a perpetrarse. Hablamos de esa patocracia colectiva en la que diferentes individuos cierran filas en torno a un líder o fenómeno concreto. Una estructura sólida a partir de trincheras que evita la aparición de nuevas fuerzas del cambio.
Esto no quiere decir que todas esas personas que rodean al líder patológico sufran trastornos de personalidad. Tal vez simplemente tengan la sed de poder suficiente como para no cuestionarse los métodos de sus superiores y semejantes.
Al igual que los ciudadanos, muchos otros políticos y técnicos se sienten profundamente atraídos por estos líderes, ya que también son carismáticos. Se trata de una atracción muy similar a la que generan los gurús espirituales. Sus métodos y su discurso son dudosos, pero consiguen despertar la simpatía e incluso el aprecio en los demás.
Según algunos expertos, el atractivo que les puede caracterizar se debe a un impulso de volver al estado de nuestra infancia. En ella, nuestros padres eran seres superiores que podían resolver todos nuestros problemas y que su palabra siempre era sinónimo de verdad. Y paralelamente, la paranoia de los líderes patológicos los lleva a demonizar y desautorizar a cualquier voz contraria a ellos y que pueda suponer una amenaza para la estructura de poder que han articulado gracias a la patocracia.
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- Maccoby, M. M. (2004). Líderes narcisistas, los increíbles pros, los inevitables contras. Harvard Business Review. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1465217