Personas que hacen uso del pensamiento mágico: ¿cómo son?
Aunque no crean en la magia como tal, son muchas las personas que hacen uso del pensamiento mágico. Es más, puede que muchos hayamos pecado más de una vez de este tipo de enfoque. Ese en el que formular un deseo o una idea, lanzarla al aire y esperar que el destino la materialice, la haga realidad. Un ejemplo de ello se da en los rituales de cumpleaños.
Nos encienden las velas de la tarta y el siguiente paso es apagarlas de un soplido, mientras pensamos en eso que nos gustaría que se cumpliera. Hay también quien toca madera esperando que, con ese gesto, las cosas le salgan bien. Y otros, cómo no, hacen demandas a entes invisibles, aplicando de esta forma algo tan recurrente como es el pensamiento místico-espiritual.
Ahora bien, ¿hay algo malo en ello? Evidentemente, no. No siempre. Porque en buena parte de los casos hablamos de tradiciones socioculturales.
El problema llega con esos hombres y mujeres que hacen uso del razonamiento mágico de manera constante, obsesiva casi. Lo hacen cuando tienen un desafío por delante y, en lugar de aplicar estrategias concretas, se limitan a formular deseos y a invocar a la suerte…
Por llamativo que nos parezca, detrás de esta conducta pueden encontrarse múltiples trastornos psicológicos.
Personas que hacen uso del pensamiento mágico: características y causas
El pensamiento mágico forma parte del pasado de todo tipo de cultura. En ese crisol de la humanidad, cuando aún no disponíamos de los conocimientos y ciencia actual, solíamos recurrir a todo tipo de sortilegios, prácticas espirituales, embrujos y deseos lanzados al cielo estrellado para lograr lo que deseábamos. Cuando falla la sensación de control, recurrimos a lo mágico.
Los amuletos eran esos recursos para favorecer las curaciones, los enamoramientos y hasta la protección en instantes de miedos y tinieblas. Sin embargo, a medida que avanzó la civilización y hallamos la respuesta a muchos enigmas médicos y astronómicos, por ejemplo, dejamos a un lado la superstición, para amarrarnos a lo objetivo, lo científico y lo racional.
Esto no quita que recurramos puntualmente a ese universo mágico. Sin embargo, como hemos señalado, hay personas que hacen uso del pensamiento mágico de manera casi obsesiva. Para hacer un examen, tienen su lápiz de la suerte. Antes de salir de casa, hay que cerrar tres veces la luz para que todo vaya bien. Y si sucede una fatalidad, el origen está en los hilos cósmicos del destino.
Todos podemos ser algo supersticiosos sin que esa característica afecte a nuestra vida. En cambio, otros tienen su día a día limitado por esos temores fantasiosos.
Maduramos cuando dejamos de creer en la magia
Todo niño alberga en su mirada la capacidad de ver la fantasía donde los adultos solo vemos lo ordinario. La infancia se define precisamente por ese pensamiento mágico en el que la imaginación lo rige todo. Son capaces de creer en las hadas, en Papá Noel y hasta en el monstruo que habita debajo de la cama.
Ahora bien, a medida que crecen, esas perspectivas pierden fuerza. Su mantita de la suerte queda olvidada. El oso que velaba por sus sueños deja de ser útil. Madurar es sustituir el pensamiento mágico por el pensamiento racional, tal y como nos explican en un trabajo de investigación de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
¿Cómo son y cómo actúan las personas que hacen uso del pensamiento mágico?
Las personas que hacen uso del pensamiento mágico buscan tener cierta sensación de control sobre la realidad. Recurrir a este enfoque mental les permite reducir el temor y ganar en confianza. Asimismo, es interesante saber sobre todo cómo se manifiesta esa vertiente más problemática/patológica:
- Fusión de pensamiento-acción: se aplica cuando alguien da por sentado que basta pensar determinadas cosas con intensidad para que estas sucedan.
- Ideación mágica. En este caso, son muchas las personas que creen que determinados eventos son efecto de una causa externa altamente poderosa. Por ejemplo, si dos personas se enamoran era porque estaban predestinadas por el universo. Si yo me caigo por las escaleras, es porque una presencia negativa lo ha provocado.
- Rituales. Ejemplo de ello es llevar a cabo una serie acciones repetitivas que garantizarán que todo nos salga bien, como tocar madera, abrir y cerrar las luces 6 veces…
- Supersticiones. Evitar a los gatos negros, el número 13, determinados colores, etc.
- Asociaciones sobrenaturales. Por ejemplo, pensar que si hoy me han despedido se debe a que por la mañana se me derramó la sal en la mesa.
¿Qué hay detrás de quienes aplican este enfoque de manera continuada?
La Universidad de Cambridge publicó un estudio explicando que aunque el razonamiento mágico es común en algunos trastornos psicóticos, como la esquizofrenia, también es un elemento central del trastorno obsesivo-compulsivo. Es decir, detrás de las personas que hacen uso del pensamiento mágico está muchas veces la ansiedad.
Sabemos incluso que la fusión pensamiento-acción es muy recurrente en la ansiedad generalizada . Ejemplo de ello es suponer que si uno tiene pensamientos negativos, enfermará o que basta con tener un mal presentimiento sobre algo para que suceda la peor de las catástrofes.
Piensa que en el momento en que nuestro pensamiento se torne disruptivo o angustiante, debemos solicitar ayuda experta. Mientras, podemos hacer un registro de esas ideas mágicas tratando de deducir qué los motiva o en qué situaciones aparecen. Por lo general, son esas con las que sentimos que no tenemos el control sobre nuestra realidad, siendo precisamente la variable que deberemos trabajar.
Enfoques terapéuticos, como la terapia cognitiva-conductual, pueden ayudarnos. Asimismo, insistimos una vez más en que los pensamientos mágicos puntuales no son negativos ni problemáticos. Como bien decía Walt Whitman, “a veces confiamos más en nosotros mismos cuando llevamos nuestro sombrero de la suerte”.
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