Personas sin filtro: la sinceridad malentendida
Las personas sin filtro no saben inhibir sus sentimientos, pensamientos o emociones. Por eso, sueltan lo primero que les viene a la cabeza, sin contemplar las consecuencias de lo que comparten. A menudo se escudan en su sinceridad incorruptible, pero ¡cuidado! No se debe confundir la verdad con enjuiciar a los demás de manera desagradable, sin fundamento alguno y sin que nadie haya pedido antes su opinión.
Bien es cierto que la base de toda relación personal duradera es la sinceridad. Ser honestos implica decir lo que se piensa, pero con respeto, cariño y en el contexto adecuado. Por ejemplo, si no te gusta el nuevo corte de pelo de tu mejor amigo, es preferible que le digas “a ti te queda todo bien, pero te favorece más el que tenías”. A que imperes rotundamente un “no me gusta nada, prefiero el otro”. Son dos maneras de decir lo mismo, pero una puede herir sensibilidades y la otra incluso puede animar.
Hablan y después piensan
Las personas sin filtro no pasan sus palabras por el tamiz de la reflexión. Sueltan su verdad y luego ya observan el alcance de sus consecuencias. Si dañan a otros, se escudan en el que consideran su principal virtud: decir la verdad siempre. Son adultos que no dudan de su palabra y que llevan la sinceridad a niveles extremos. Cuando hay una situación embarazosa; ellos la harán aún más incómoda.
Por eso, rara vez se muerden la lengua y tampoco suelen quedarse con las ganas de decir algo. Su tintero está vacío. Son normalmente muy activas, presumen de su extroversión y no soportan los silencios. Y de haberlos y ser prolongados, los rompen diciendo lo primero que se les pasa por la cabeza.
Queridas y aborrecidas a partes iguales
No obstante, cuando alguien necesita de un amigo que le diga las cosas claras, siempre están en el top de su lista. Hay ocasiones, en las que nos es fundamental escuchar a alguien decirnos lo que piensa realmente la mayoría. Y, en estos casos, las personas sin filtro son muy preciadas, principalmente, porque el resto del grupo suele confiar en su honestidad.
Pero, si por el contrario, ante un momento delicado y doloroso, no miden sus palabras, pueden resultar verdaderamente aborrecibles. Tienden a hacer leña del árbol caído. Por eso, como vemos, su sinceridad es muy valorada en algunos casos, pero también muy temida en otros.
Suelen ser muy radicales en sus decisiones
Para las personas sin filtro no existen las medias tintas. O todo es blanco o negro. Y además, buscan que los demás sean igual que ellas; de hecho, no entienden que sean de otra forma. Expresan su opinión abiertamente, sin temor a lo que puedan pensar el resto. Pero, además, interpelan a los demás para que manifiesten con la misma sinceridad su postura. Y cuanto antes, mejor. De alguna manera, el resto se ven forzadas a decir algo que, sin esa presión, no dirían.
Tienen la última palabra
Si alguna vez probáis a proponer algún plan, tratad de que las personas sin filtro estén de acuerdo con vosotros. Porque, lamentablemente, suelen tener la última palabra en las decisiones que se toman. Y si no están conformes, manifiestan su discordancia y tratan de que todos se pongan de su lado. Suelen dominar la manipulación, porque se manejan bien en entornos sociales. Es bueno tenerlas como aliadas, a la vez que son temibles como enemigas.
La verdad no es más que los sentimientos de nadie. Se puede decir lo mismo, con otras palabras.
¿Cómo actuar con ellas?
Las personas tímidas suelen tenerles miedo. Se quedarán calladas frente a sus inclemencias y asumirán cualquier decisión que tomen por ellas. Por lo que, para evitar tal intimidación, es necesario realizar un ejercicio supremo de diplomacia.
Las personas sin filtro no prestan demasiada atención a los detalles. Su atención tiende a localizarse muy rápido en aquello que para ellas es lo importante. Por eso, funciona bien hacerles creer que ellas son las que tienen la última palabra en una decisión; aunque, en realidad, haya sido otra persona la que la haya tomado previa e implícitamente.
Además, conviene hacerles ver que una conversación nos está incomodando o de que no queremos hacer algo a lo que ella nos está poco menos que obligando. No se trata de evitar el contacto con ella, sino de confrontarla, desde el respeto y la mesura.
Por ejemplo, “creo que ahora mismo no es el mejor momento para hablar de esto, lo resolvemos en otra ocasión”. “Es preferible que lo piense tranquilamente y después te comunique mi decisión”.
No es recomendable ponerse a su nivel, porque se llegaría a una escalada de barbaridades conocido comúnmente como “sincericidio”. Algo así como morir matando, a través de la sinceridad malentendida.
Realmente, una persona siempre realiza un ejercicio previo antes de hablar. Dura milisegundos, pero es clave para valorar lo que vamos a decir. Si nuestras palabras no aportan nada agradable ni bueno, es mejor callarse. Porque a veces, la ausencia de las mismas es mejor y más gratificante que una frase totalmente inadecuada.
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- Walker A. The Ideal of Sincerity. Mind. 1978; 84(348): 481-497.