Pierre Teilhard de Chardin, el conflicto entre ciencia y religión

Hoy hacemos una pequeña introducción a la vida y los logros de un científico excepcional. Un sacerdote cuyos descubrimientos y teorías chocaron siempre de frente con la iglesia y cuyas enseñanzas se imparten hoy alrededor del mundo.
Pierre Teilhard de Chardin, el conflicto entre ciencia y religión
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Sonia Budner

Última actualización: 01 agosto, 2022

Nos ocupamos hoy de la vida de un geólogo, paleontólogo, filósofo y teólogo francés con vocación religiosa, cuyas obras han sido traducidas a multitud de lenguas. Hablamos de Pierre Teilhard de Chardin, un hombre cuya creencia en que el hombre está en continua evolución mental y social hacia una unidad espiritual final le ha dado a conocer.

Su interés por la ciencia apareció ya en su juventud y, como consecuencia, trató de unificar el ámbito científico con su trabajo en la orden jesuita de la que formaba parte. Pierre Teilhard de Chardin defendió que la epopeya humana no es más que “un camino hacia la cruz”.

Este tipo de pensamiento desencadenó un ultimátum por parte de la iglesia católica en 1962. Lo que nunca se cuestionó fue su dedicación espiritual y, todavía hoy, es considerado como una de las figuras más destacadas del mundo científico.

Hombre con luz en la mente

Sus primeros años

Pierre Teilhard de Chardin nació el 1 de mayo de 1881, en el seno de una familia aristocrática de Auvernia. Su infancia la paso en el campo, en el castillo de Sarcenat, propiedad de sus padres. Fue el cuarto de once hermanos y creció en un entorno puramente tradicional y arraigado al catolicismo. 

Al terminar sus estudios de secundaria en el colegio de jesuitas de Mongré, en Lyon, pasó a formarse en su noviciado en la compañía jesuita de Aix-en-Provence. Más tarde, continuaría sus estudios en Inglaterra. Estudió teología en Jersey y en 1905 fue ordenado sacerdote en Hastings.

De forma paralela a su vocación religiosa, Pierre Teilhard de Chardin desarrolló una pasión por la ciencia durante una estancia de tres años en Egipto en los que enseñó física y química. Fue entonces, inmediatamente después de su ordenación como sacerdote, cuando se interesó por la paleontología y la geología.

Participó en alguna excavación y de vuelta en Francia en 1912, se unió al laboratorio de paleontología del Museo de Historia Natural de París. Comenzando una brillante trayectoria como investigador de la paleontología humana y trabajando en las excavaciones de las cuevas de Altamira, en España.

Pierre Teilhard de Chardin y la guerra

En 1914, la guerra moviliza a este joven sacerdote, aunque su vocación religiosa le llevó a ejercer como enfermero, y no como capellán, en un regimiento de escaramuzas en Marruecos. Se negó por completo a ejercer como sacerdote durante la guerra.

A este escenario tremendamente dramático que supuso la experiencia de la guerra, de Chardin lo denominó “su bautismo en lo real”. La guerra puso patas arriba sus bases de pensamiento filosófico y lo reflejó en sus primeras obras, el Génesis del pensamiento y Los escritos de los tiempos de la guerra. Su gran coraje durante la guerra le valió la medalla militar de la Legión de Honor.

La paleontología y los viajes

Después de la guerra, Pierre Teilhard de Chardin pasó un tiempo en París, impartiendo clases en el Instituto católico. En 1923, realiza la primera de sus misiones paleontológicas en China, donde se unió al equipo que descubrió el cráneo del hombre de Pekín.

Durante la década de años 30 realizó varios viajes más: al desierto de Gobi, Java, Somalia, Cachemira, Mongolia y Birmania. La Segunda Guerra Mundial estalló mientras él se encontraba en Pekín, ciudad en la que pasó casi seis años en un estado de semicautiverio.

Fue durante su estancia en China cuando Pierre Teilhard de Chardin escribió dos de sus textos más místicos: La misa en el mundo y La energía espiritual del sufrimiento.

Libro abierto

Pierre Teilhard de Chardin y el origen del hombre

En 1937, de Chardin recibió la medalla Mendel en Filadelfia, en reconocimiento a su trabajo de investigación científica en paleontología humana. Un año más tarde, fundó el Instituto de Geobiología de Pekín, donde publicaría frecuentemente en su prestigiosa revista científica.

A partir de 1951, de Chardin fija su residencia en Nueva York, desde allí, todavía se enrolaría en diversas expediciones científicas a Sudáfrica, en las que empezó a barajarse el origen africano del hombre, hoy en día admitido por la ciencia. Fallecía en Nueva York, el 10 de abril de 1955, a la edad de 74 años. 

Un legado polémico

Pierre Teilhard de Chardin fue una figura reconocida internacionalmente por sus colegas científicos. Sus descubrimientos e hipótesis acerca del origen y el destino del ser humano le valieron durante toda su vida un constante conflicto con las autoridades religiosas romanas.

Sus teorías sobre el lugar que ocupa el hombre en el universo se convirtieron en enseñanzas que se imparten hoy alrededor de todo el planeta. Perturbó considerablemente el corazón mismo de la iglesia católica y, debido a ello, ninguna de sus obras no científicas fue publicada mientras vivía.

Todas ellas se publicaron póstumamente por su secretaria personal, a partir de 1964 cuando se creó la Fundación Pierre Teilhard de Chardin que se convirtió en el legado de este extraordinario científico.


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