Placer culpable o el arte de dejarse llevar
“Goza de la vida sin compararla con la de los demás”
-Condorcet-
Aquellos que no están muy relacionados con el mundo de las ficciones televisivas, no conocerán el término “guilty pleasure”. La traducción exacta en castellano es “placer culpable”. Pero, ¿qué describe esta expresión paradójica?
La palabra “placer” queda descrita como una sensación de profunda satisfacción. La combinación perfecta entre bienestar y euforia. Endorfinas, dopamina, serotonina y oxitocina, todas ellas relacionadas con la felicidad, son liberadas en nuestro cuerpo.
Por otra parte, el sentimiento de “ser culpable de”, hace referencia al peso de la responsabilidad o ser causa de una acción que consideramos negativa o perjudicial para nosotros o para terceros.
Hablamos de “placer culpable” como el sentimiento placentero que reconocemos cuando vemos, escuchamos o hacemos algo que sabemos no es todo lo bueno que debería ser para nosotros.
¿Qué cosas se incluyen en este grupo?
Tomate unos minutos para pensar… Tenemos donde elegir: películas, libros, series de televisión, compartir algún rumor que otro, esa canción pegadiza…
¿Cuántas veces ha pasado que un amigo nos ha negado esa canción de moda y le hemos descubierto un disco en el coche donde se incluye? ¿Cuántas personas hemos conocido que han forrado la cubierta de un libro por no querer que los demás vieran lo que leían en el autobús?
Es un hecho. Existen placeres que nos avergüenza reconocer en público por miedo al qué dirán, qué pensarán y cómo nos juzgaran.
Son adictivos, y cuando los vemos, leemos o escuchamos consiguen hacer que desconectemos.
¿Has pensado ya en alguno de tus “pecados”? Si eres una personas con placeres culpables, no te preocupes, estas rodeada de gente como tú. Incluso aquellos que piensas que te juzgarían si conocieran esa serie de televisión que te engancha, los tienen.
¿Por qué avergonzarse de algo que nos gusta?
Mucha gente se pregunta qué hay de malo en no contar algo que nos entretiene y con lo que disfrutamos. ¿Por qué no compartir algo así con los demás?
Todo pasa por tres conceptos claves que se acercan al “placer culpable”: vergüenza, autoconcepto y temor a la evaluación social negativa.
La vergüenza es algo que atenaza y limita. La autoevaluación negativa del yo que sirve para corregir nuestros errores y mejorar, es excesiva a veces. Controla y corrige lo que afecta a nuestra imagen y autoimagen.
Pero, en este caso, pensándolo racionalmente, ¿es vergonzoso? Y lo más importante, ¿nos definen nuestros placeres culpables?
El autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos. Lo forma todo aquello que imaginemos que nos pertenece y nos compone (el plano físico, afectivo, social, intelectual, etc.).
A lo largo de los años y dependiendo de lo que nos rodea, de cómo lo procesamos, lo integramos en nuestra vida y de los cambios que experimentamos, se va modificando.
Nuestro camino interior se dirige siempre a mantenernos coherentes con lo que pensamos de nosotros mismos, nuestras creencias y nuestros hábitos.
El “placer culpable” tiene que ver con la incomodidad que nos genera la disonancia entre la imagen que nos gustaría tener de nosotros mismos y la realidad. Entra en conflicto el autoconcepto ideal y lo que somos.
Por último, la evaluación social negativa es algo de lo que depende nuestra conducta, emociones y pensamientos. Existe la necesidad de vivir en grupo, uno mayor o menor, pero las relaciones con los demás se hacen vitales para nuestro día a día.
La evaluación social, cuando es negativa, nos es relevante para tener información de aquello que hacemos diferente, inadecuado o que debemos cambiar.
Existen diferentes roles en cada uno de nosotros, el familiar, el social, en el trabajo, etc. y se proyecta una imagen al exterior que consideramos adecuada según el ambiente. Tenemos criterios externos en función de los “debería ser”, “tengo que ser” o, en este caso menor de los placeres culpables, “me tiene que gustar”.
En muchas ocasiones, nuestro “yo ideal” se construye en base a etiquetas sociales que consideramos “adecuadas”,y usamos la comparación cuando estamos inseguros o dudamos de nuestras opiniones o criterios.
En busca de la aceptación social
Watson y Friend definen el miedo a la evaluación negativa como “un temor hacia la valoración de los demás y las expectativas que se generan alrededor de la misma”.
Ser desaprobados genera malestar. Y algo tan poco importante como una serie, canción, película o afición, afecta a tal punto que nos protegemos negando o mintiendo sobre esos pequeños “pecados” que socialmente se consideran de menor nivel.
¿Se puede escuchar a Silvio Rodriguez y a Enrique Iglesias? ¿Se puede leer a Lovecraft y a Stephen King a la vez?¿Podemos disfrutar de Transformers y El apartamento en una misma tarde?
La vergüenza, la idea de autoconcepto y el miedo a la evaluación social negativa, son funcionales, adaptativas y necesarios en nuestro día a día. Nos permiten crecer, cambiar y adaptarnos.
Sin embargo, intentemos ajustar su poder a lo que realmente resulta importante para que funcionemos social, personal y laboralmente.
Un “placer culpable” no nos define ni nos clasifica. Relativizar es la clave, y dejarse llevar sin avergonzarse…también.
Ya lo dijo De La Rochefoucauld, “si no tuviéramos defectos, no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás”