¿Por qué comemos más cuando estamos estresados?
¿Por qué comemos cuando estamos más estresados? La relación entre el estrés y la comida comenzó a estudiarse hace mucho tiempo. El estrés afecta actualmente a buena parte de la población mundial, que se encuentra inmersa en una sociedad globalizada que exige personas cada día más aptas y capacitadas para enfrentar y resolver problemas laborales, sociales o emocionales.
Fue Hans Selye quien en 1926 definió por primera vez al estrés como: “una respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda”. El cuerpo responde de manera similar a cualquier acontecimiento que considera estresante y esta reacción se considera inespecífica cualquiera que sea la fuente que lo provoca.
Debido a esto, cuando hay una acumulación de tensión física o psicológica, el cuerpo sufre una serie de cambios a nivel físico, biológico y hormonal.
En este proceso participan casi todos nuestros órganos, incluido cerebro, nervios, corazón, digestión, función muscular, entre otros. Se caracteriza por una actividad excesiva en las funciones de los sistemas nervioso central, simpático y parasimpático, endocrino e inmunológico.
Entre los cambios fisiológicos más importantes, podemos observar la segregación de hormonas, como adrenalina, noradrenalina y cortisol.
¿Qué nos provoca el estrés?
El estrés se puede producir a través de dos tipos de factores: estímulos externos, que pueden ser problemas económicos, familiares, laborales, etc. y estímulos internos, como un dolor, una enfermedad, sentimientos de inferioridad o algunos problemas psicológicos.
El estrés prolongado afecta directamente a nuestra salud, de manera que facilita la aparición de determinadas patologías o aumenta la probabilidad de que aparezcan conductas alimentarias no adecuadas y pudiendo alterar los patrones de consumo, como el hecho de que comemos más cuando estamos estresados, cuestión que nos preocupa en este artículo.
“La ansiedad genera una necesidad de incorporar sustancias que suban la serotonina u otros neuromediadores, para obtener sensaciones compensatorias al estrés, y estas sustancias suelen ser dulces y alimentos con grasa. A esto se une que el estrés genera el aumento de cortisol, una hormona que propicia el acúmulo de grasa”.
-Javier Aranceta-
¿Qué hace que comemos más cuando estamos estresados?
El apetito y el hambre se pueden ver alterados a causa del estrés. En ocasiones, se produce una disociación entre el apetito (sensación primariamente psíquica) y el hambre (sensación básicamente orgánica).
El deseo de comer puede cambiar por diversas situaciones emocionales debido a las variaciones químicas, vasculares y de impulsos transmitidos al mesencéfalo desde el cerebro y desde otros órganos de nuestro cuerpo.
El hábito alimenticio guiado por las emociones, lleva a consumir alimentos en respuesta a estas, sobre todo a las negativas. Los signos más comunes que podemos apreciar son:
- Obsesión por la comida.
- Uso de alimentos como premio.
- Comer de manera impulsiva.
- Continuar comiendo a pesar de sentirse lleno.
- Fluctuaciones del peso.
- No poder identificar la razón por la que se come.
- Falta de conexión entre las señales psicológicas de hambre y saciedad.
- Ingerir más rápido que lo normal sin percibirlo.
Comemos más cuando estamos estresados, ¿cómo nos repercute?
Algunas personas en situación de estrés, solemos ingerir alimentos con un elevado contenido en azúcares, grasas, calorías, sal y a consumirlos en exceso, es decir, comemos más cuando estamos estresados.
El consumo continuado de una mala alimentación puede derivar en efectos perjudiciales para la salud y pueden llevar no solo al sobrepeso y a la obesidad, sino también a aumentar el riesgo de desarrollar diversas enfermedades como:
- Hipercolesterolemia.
- Hipertensión.
- Hipertrigliceridemia.
- Accidentes cerebro vasculares.
- Enfermedades cardiovasculares.
- Infarto agudo de miocardio.
- Problemas musculares.
- Disfunciones respiratorias.
- Aumento de riesgo de ciertos cánceres.
- Diabetes.
- Dificultad para concebir el sueño.
“El estrés condiciona no sólo los hábitos alimentarios, sino también lo que hay detrás: el proceso metabólico nutricional, la situación de satisfacción de las necesidades nutricionales. Las consecuencias pueden ser varias: un retraso en la digestión, una inadecuada y disfuncional forma de metabolizar los alimentos, lo que puede conllevar a trastornos que pueden llegar a ser crónicos e incidir en la salud de la persona”.
-Juan José Díaz Franco-
Algunas investigaciones
Lattimore, P. y Caswell en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Liverpool exponen por qué las personas que están a régimen comen más ante situaciones estresantes. Los autores comentan que:
“Estas personas dedican tanta energía a controlar sus señales biológicas que les quedan pocos recursos para enfrentarse a los problemas cotidianos. Por eso, cuando se estresan, pierden el control y si tienen comida a mano, la consumen. Además, están tan acostumbrados a no hacer caso a su cuerpo que ignoran o malinterpretan las señales relacionadas con la lucha o la huida“.
En otra investigación de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, Laitinen J. y Sovio concluyeron que la tensión nerviosa produce cambios perjudiciales en la dieta y provoca conductas alimenticias poco saludables. En palabras de los autores del estudio:
“Las personas que tienen más riesgo de comer bajo situaciones de estrés son los comedores emocionales, que tienen una mayor vulnerabilidad y tienden a recurrir a la comida como un escape a la conciencia de sí mismos. Cuando se sienten ansiosos o emocionalmente activados o mal consigo mismos, tratan de evitar estos sentimientos negativos enfocando su atención en la comida“.
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- Baratucci, Y. (2011). Estrés y alimentación. Greeno CG &Wing RR (1994) Stress-induced eating. Psychological Bulletin 115: 444-464. Laitinen J & Sovio U (2002) Stress-related eating and drinking behaviour and body mass index and predictors of this behaviour. Preventive Medicine 34: 29-39. Lattimore P & Caswell N (2004) Differential effects of active and passive stress on food intake in restrained and unrestrained eaters. Appetite 42: 167-173.