¿Por qué no te funcionan las técnicas de relajación?
El estilo de vida que llevamos actualmente es el causante de que cada vez más personas sufran de estrés y ansiedad. Por lo mismo, muchas de ellas han recurrido a las técnicas de relajación para disminuir estos molestos síntomas. Sin embargo, con frecuencia no se obtienen los resultados esperados y se desiste, perdiendo la oportunidad de beneficiarse de estas útiles estrategias. Por ello, hoy vamos a explorar los diversos motivos por los que puede que no te estén funcionando.
Existen distintas técnicas de relajación que podemos emplear. Desde la respiración diafragmática, hasta la relajación muscular progresiva, pasando por el entrenamiento autógeno. Todas ellas están diseñadas en base a la correspondencia entre la activación fisiológica y la sensación subjetiva de inquietud. Es decir, al relajar el organismo logramos una reducción de la ansiedad. Entonces, ¿qué puede estar fallando?
Por qué no te funcionan las técnicas de relajación
No las realizas adecuadamente
Las técnicas de relajación son sencillas y repetitivas, en el sentido de que no incluyen grandes variaciones en su práctica. Una vez que las aprendes resulta fácil continuar llevándolas a cabo. No obstante, es imprescindible hacerlo de un modo adecuado para obtener los beneficios deseados.
Por ejemplo, la respiración diafragmática es un ejercicio muy sencillo y efectivo. Sin embargo, si no asimilamos bien la técnica y respiramos de forma pulmonar, generaremos el efecto contrario. Es decir, nuestra activación aumentará.
No eres constante
Otro de los problemas más comunes es la falta de constancia en la realización de este tipo de técnicas. Es cierto que cada práctica nos proporcionará de forma casi inmediata un alivio de la ansiedad debido a la relajación fisiológica obtenida. Sin embargo, en ocasiones son necesarias varias repeticiones hasta lograr dominar la técnica. Y, además, los efectos de una sola repetición no serán duraderos.
Si queremos valernos de las técnicas de relajación para lograr reducir nuestra ansiedad basal hemos de convertirlas en un hábito. Es decir, para experimentar una disminución en nuestro nivel de ansiedad general es imprescindible que dediquemos, al menos, dos sesiones al día de 10 minutos cada una para practicar la relajación.
Las técnicas de relajación son coadyuvantes
En muchos de los casos, la relajación puede contribuir a mejorar los síntomas de ansiedad, pero no constituirá el elemento único ni principal de intervención. Por ejemplo, ante las fobias resultará imprescindible que la persona comience una aproximación gradual al estímulo temido. De nada servirá la relajación si sigue evitando exponerse a lo que se teme.
Ciertamente, este tipo de técnicas pueden ser de utilidad para manejar la ansiedad al momento de la exposición. Pero en ningún caso resultarán suficientes para solucionar el problema de fondo.
La influencia de los pensamientos
Por otro lado, es imprescindible tener en cuenta que cada minuto estamos contribuyendo con nuestros pensamientos a moldear nuestro estado de ánimo. Tal vez el ejercicio de relajación te permita reducir la ansiedad momentáneamente, pero si el resto del tiempo lo empleas en repetir los mismos pensamientos disfuncionales, la inquietud volverá a incrementarse.
La rumiación es uno de los mayores problemas de quienes sufren síntomas ansiosos. Se trata de la incapacidad para mantener la mente en el presente, de la tendencia a introducirse en bucles de pensamiento sobre eventos negativos que no conducen a ninguna solución. Es imperativo modificar este patrón de pensamiento pues, de lo contrario, el efecto de la relajación no será suficiente.
¿Son para ti las técnicas de relajación?
Si has tenido la oportunidad de practicar alguna técnica de relajación y no te ha funcionado, trata de analizar cuál de los puntos anteriores puede haber sido el responsable. Es importante escoger un método con el que te sientas cómodo, pero igualmente es necesario ser constante en la práctica.
Del mismo modo, hay que recordar que si existe un problema subyacente, será necesario abordarlo. Así, habrá que incluir la relajación únicamente como parte de un proceso terapéutico más amplio.
En cualquier caso, habrá que buscar una coherencia y tratar de modificar el estilo de vida. De nada servirá realizar respiraciones dos veces al día si nos mantenemos atendiendo un volumen excesivamente elevado de obligaciones.
Finalmente, siempre será recomendable acudir a un profesional que nos oriente al respecto. No solo nos enseñará a implementar las técnicas adecuadamente, sino que podrá valorar si son necesarias otro tipo de intervenciones.
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