¿Por qué no tengo la pareja que quiero?
Tarde o temprano todos nos hacemos las mismas preguntas. ¿Quién soy? ¿A dónde voy y con quién?… Esta última corresponde a la elección de nuestros amigos, pero también de una pareja. Ese “estar con la pareja que quiero” es un deseo compartido por la mayoría de las personas.
Uno de los problemas es que vivir en compañía es ya una decisión muy importante que merece un análisis previo. Aunque hemos dado grandes pasos en este sentido, desde la sociedad se sigue dando por supuesto que a todos nosotros nos gustaría vivir en pareja y que si no lo conseguimos es porque no somos lo suficientemente hábiles o atractivos.
¿Por qué no tengo la pareja que quiero? es uno de los grandes interrogantes de muchas personas, fruto de sus fracasos en anteriores relaciones.
¿Cómo te gustaría que fuera tu pareja?
La deseabilidad social hace que nos sintamos inclinados a mostrar nuestra mejor cara a la persona amada. A nivel de cerebral, se produce una sustancia llamada feniletilamina. Esa sustancia es un neurotransmisor cumple funciones muy importantes, como la de que aumentar nuestra motivación por colaborar o la de inhibir la sensación de hambre.
Así, podemos definir la deseabilidad social como la necesidad del individuo que se somete a un experimento de quedar bien con el experimentador, hacer lo que se supone que se espera que haga, o favorecer en alguna manera a que se dé el resultado experimental que a los investigadores les interesa. Esto, a nivel experimental.
A nivel práctico, supone algo así como intentar quedar bien con todo el mundo o dar nuestra mejor imagen, maquillándola o incluso falseándola. Pero en la elección de pareja también se dan otros factores.
No solo se mezclan elementos psicológicos. También se dan algunos mitos o falsas creencias. Estas creencias están relacionadas con la pareja y a fuerza de repetirse se convierten en una realidad que enturbia las relaciones.
Las falsas creencias influyen en la búsqueda de la pareja que quiero
Dichas creencias van desde la vida en común hasta la sexualidad, el amor, la convivencia con los hijos… y más. No existe un solo resquicio de nuestras vidas donde los mitos estén ausentes. Desafortunadamente, nuestra ignorancia les confiere más apariencia de verdad.
Algunos ejemplos de estos mitos serían los siguientes: “Si nuestro amor es verdadero, el sexo entre nosotros será siempre maravilloso”, “Yo seré el/la mejor amante que jamás hayas tenido”, “El amor en la pareja lo puede y lo perdona todo”.
Más ejemplos al respecto: “Si no siento celos en mi relación de pareja, es que no amo de verdad a esa persona”, “La dureza es uno de los rasgos masculinos de mayor valor”, “¡No podemos separarnos, nos pertenecemos el uno al otro!”.
El mito de la media naranja
La existencia de la media naranja no deja de ser un mito. Trae más consecuencias negativas que positivas. La búsqueda de una mitad supone que nosotros estamos incompletos. Supone que necesitamos de alguien más para ser feliz.
A fin de cuentas, la existencia de una media naranja implicaría que somos seres fragmentados. En ese caso, sería responsabilidad de la pareja cubrir nuestras expectativas y deficiencias.
El mito de la media naranja nos hace creer que la labor del otro es completarnos. Por eso, si nuestra pareja está incompleta, nosotros seremos los responsables de hacerla feliz. En su esfuerzo por completarnos, es probable que la pareja que quiero termine haciéndonos más incompletos aún.
Todo el mundo tiene la pareja que desea tener
Esta afirmación puede ser muy categórica y dramática. Y es que emocionalmente nos cuesta mucho estar conviviendo con alguien en el terreno sexual, psicológico, social, económico, espiritual, familiar, etc.
La vida está llena de elecciones y muchas veces elegimos quejarnos constantemente por no tener la pareja que queremos. Vamos a hacer una prueba: piensa en aquellas cosas que son para ti un problema en la relación de pareja. Seguramente esos problemas se deban a que “no queremos perder lo que tenemos” o “anhelamos aquellas cosas que no tenemos”. No es un truco de magia, no. Corresponde a la respuesta de la mayoría de personas.
¿Por qué en ocasiones me quejo de no tener la pareja que quiero?
Quejarnos por no tener la pareja que queremos está relacionado con varios factores. Voy a pasar a enumerar algunos de ellos:
- Los aprendizajes de nuestra familia de origen, es decir, los modelos aprendidos en nuestro entorno más cercano.
- Nuestras carencias afectivas.
- Cuando estamos en pareja, ser incapaces de pensar en pareja. Predominancia del egoísmo de uno de los dos miembros.
- Por la forma de explicarnos las cosas que suceden en nuestra vida. Culpamos a los demás de nuestras elecciones y no nos hacemos responsables de nuestras decisiones.
- Muchas veces nos da un miedo terrible hacernos responsables de nosotros mismos. Nos dedicamos a intentar resolver los problemas de los demás.
- Depositamos nuestras expectativas de felicidad en la pareja, cuando esto es una labor puramente personal.
- Ninguna persona que se sienta insatisfecha consigo misma puede ser capaz de convivir en pareja. Aun ofreciéndole condiciones favorables, fijará su atención en las características negativas.
- Los patrones psicológicos, sociales o culturales de belleza hacen que me cuestione la conveniencia de estar con mi pareja.
- Si idealizamos a la pareja, al romperse esas expectativas, sufriremos verdaderamente. “Cuanto más alto volamos, más nos duele la caída”.
Las parejas ideales se basan en las apariencias. Son personas que tratan de ocultar su condición de seres humanos y que se refugian en el aspecto. La deseabilidad social también juega aquí un importante papel.
Como vemos, son varios los factores que hacen que nos quejemos de no tener la pareja que queremos. Sin embargo, no olvidemos que las parejas reales sí existen. Son de carne y hueso. En su mochila viajan su historia vital, explicada con sus manías, sueños, miedos e ilusiones. Exactamente igual que tú.