¿Por qué nos ponemos de mal humor cuando tenemos hambre?
La ciencia es prescindible para identificar determinadas asociaciones que son muy evidentes. Por ejemplo, el hambre nos pone de mal humor a casi todos. Así, y si bien es cierto que algunos lo disimulan mejor, no hace falta más que observar a los niños más pequeños.
Lloran y muestran patrones conductuales negativos cuando tienen hambre. Hasta que no puedan expresar por ellos mismos lo que les sucede, ese instinto tan básico se vive de manera intensa, dolorosa y turbadora. Ahora bien, también los adultos, y sin importar nuestra edad, nos vemos arrastrados por esas incómodas emociones.
No solo aparece el borborigmo. Además, el sentirnos hambrientos puede desactivar nuestra pretensión de hacer una gestión inteligente de la frustración o la ira. Es decir, estamos ante un fenómeno de lo más común, pero también singular, y que bien merece un análisis en profundidad.
Algunas de las reacciones de agresividad puntual que se viven en el trabajo, pueden estar orquestadas por el hambre.
¿Por qué estamos de mal humor cuando tenemos hambre? Estas son las causas
Cuando nosotros o nuestras parejas volvemos a casa después de un largo día de trabajo, no solo llegamos agotados. También lo hacemos enfadados. Y ese malestar no siempre tiene que ver con nada sucedido en el entorno laboral. Nos sentimos de mal humor porque llevamos varias horas sin haber tomado ni un bocado.
Estar mucho tiempo sin que nuestro organismo haya obtenido ningún nutriente tiene un claro efecto en nuestro cerebro. De hecho, es importante saber, antes de nada, que es el propio cerebro quien sondea continuamente las reservas energéticas y nutricionales de nuestro cuerpo. Cuando descubre que los niveles son bajos, activa esa sensación fisiológica crucial: la del hambre.
Asimismo, es común que aparezca otro fenómeno, y es la imposibilidad de regular los estados emocionales cuando tenemos un gran apetito. No hay energía para ello, de manera que estados como la irritabilidad, el enfado o la frustración se viven de manera más intensa, pudiendo llegar hacia estados como la ira. En situaciones de hambre profunda cuesta mucho controlar nuestra negatividad.
Si bien nuestro cerebro constituye solo el 2 % de nuestro peso corporal, utiliza del 20 % al 30 % de toda nuestra energía.
La clave está en la caída de glucosa
Un estudio realizado en la Universidad de Guelph, en Canadá, analizó la relación entre el hambre y nuestro estado de ánimo. La explicación de este fenómeno está en la caída del nivel de glucosa. Cuando los niveles de esta fuente de energía básica para el cerebro se reducen, aparece el malestar emocional.
La hipoglucemia es un factor decisivo para la aparición del estrés fisiológico y psicológico. Y esta es una realidad que afecta por igual a las personas y a los animales. Ese cambio en las emociones orienta también la conducta hacia una mayor desinhibición y hasta a la agresividad, algo que facilita el instinto de caza en el mundo animal.
En el universo de lo humano se refiere, muchos hemos sido testigos de más de una discusión, encontronazo o palabra fuera de lugar en los entornos laborales. Cuando las jornadas son muy largas y se retrasa el momento de ir a comer, el clima emocional puede ser muy adverso.
Hambre, ansiedad y deseo por alimentos poco saludables
Si nos preguntamos por qué estamos de mal humor cuando tenemos hambre, también podríamos añadir otra cuestión. ¿Por qué muchas veces cuando tenemos hambre nos apetece, a menudo, alimentos poco saludables? Bien, es importante recordar que el cerebro, aunque ocupe solo el 2 % de nuestro peso total, es un órgano muy demandante y exigente. Se queda con un 30 % de nuestra energía.
Cuando estamos varias horas sin darle un adecuado aporte energía, aparecen el estrés, el malestar y la ansiedad. Y si hay algo que necesita la ansiedad es un aporte rápido e intenso de alimentos que generen altas dosis de dopamina, y esto nos lo aporta de manera instantánea la llamada comida chatarra.
No hay nada tan placentero para aliviar el mal humor como una pizza, una bolsa de patatas fritas, una hamburguesa con muchas salsas... Sin embargo, esos alimentos ricos en grasas saturadas tienen un aporte energético muy bajo, y además son adictivos. A las pocas horas, el cerebro volverá a hacernos una llamada de atención; nos avisará de que tiene hambre de nuevo.
Para evitar las caídas de glucosa, siempre es recomendable comer entre horas alguna pieza de fruta o algún lácteo o símil de origen vegetal si somos intolerantes.
Hay quien maneja mejor su estado emocional cuando tiene hambre: ¿a qué se debe?
Muchos estamos de mal humor cuando tenemos hambre. Otros, sin, embargo, no ven afectado su estado de ánimo. ¿A qué se debe a esa diferencia de reacciones emocionales ante la caída de glucosa de nuestro organismo? Debemos saber que, en realidad, los procesos químicos y neuronales son complejos y varían mucho de una persona a otra.
Hay quien evidencia un patrón emocional siempre sosegado y relajado. Otros, en cambio, cuando tienen hambre, demuestran mayor dificultad para controlar el mal humor y resultan, sin duda, de lo más insoportables. Ahora bien, lo que sí sucede en todos los casos, cuando el hambre asoma, es un mayor cansancio y una menor eficiencia cognitiva. Cuesta pensar, mantener la atención, ser creativo…
Tampoco se disfruta de ninguna experiencia cuando tenemos hambre. Y esto es así porque este instinto es el más primario, el más básico en el ser humano. A fin de cuentas, de él depende nuestra supervivencia…
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Thomas Horman, Maria Fernanda Fernandes, Yan Zhou, Benjamin Fuller, Melissa Tigert, Francesco Leri. An exploration of the aversive properties of 2-deoxy-D-glucose in rats. Psychopharmacology, 2018; DOI: 10.1007/s00213-018-4998-1
- Swami V, Hochstöger S, Kargl E, Stieger S. Hangry in the field: An experience sampling study on the impact of hunger on anger, irritability, and affect. PLoS One. 2022 Jul 6;17(7):e0269629. doi: 10.1371/journal.pone.0269629. PMID: 35793289; PMCID: PMC9258883.