Practicar una autoexigencia sana es clave para tu bienestar
En el interior de cada uno de nosotros habita una especie de vocecilla conocida más comúnmente como crítico interno. Se dedica a evaluar, cuestionar y reflexionar sobre cada cosa que hacemos. Su misión es ayudarnos a progresar y a seguir creciendo, el problema es cuando para conseguir su objetivo se vuelve muy exigente y en lugar de alentarnos a progresar, nos mantiene presos en nuestra zona de confort. ¿Te ha ocurrido alguna vez? ¿Has sentido que eres tan exigente contigo mismo que en lugar de mejorar te estancas y perjudicas tu autoestima?
Si la respuesta es sí, en este artículo encontrarás consejos prácticos para mantener a tu crítico a raya y practicar así una autoexigencia sana. A grandes rasgos, se trata de que te conozcas mejor a ti mismo para ser capaz de exigirte rendir más y mejor sin el desgaste emocional que demanda el estricto control de la perfección. Profundicemos.
Aprender a tolerar la frustración para cultivar una autoexigencia sana
El primer paso para practicar una autoexigencia sana es trabajar tu nivel de tolerancia a la frustración. Esto implica que aceptes que los cambios son normales y ocurren todos los días. Que algo no salga como tu querías o pensabas no significa que “todo vaya mal” aunque lo sientas así. Dicho de otro modo, para ser más tolerante a la frustración tienes que combatir el razonamiento emocional (pensar basándote en cómo te sientes sin analizar de forma correcta la realidad).
Así mismo, si quieres mejorar tu tolerancia a la frustración, es necesario que cambies el lenguaje y las palabras que escoges para dar forma a tus sentimientos. Se trata de que transformes tus pensamientos y utilices un lenguaje más flexible, por ejemplo, puedes reemplazar las palabras que sean derrotistas, dramáticas y catastróficas por otras que te ayuden a relativizar. Con este ejercicio utilizarás el poder del lenguaje a tu favor.
Practica la empatía
Una de las mejores formas de practicar una autoexigencia sana es comenzar a aplicarla con las personas de tu entorno más cercano. Para ello, tienes que reflexionar sobre tu grado de exigencia con los demás, si les animas a superarse o en cambio, les castigas si no dan la talla. De ahí que sea tan importante equilibrar lo que le pides a los demás, ya que empujarles a que salgan de su zona de confort está bien siempre y cuando no impongas que lleguen a su zona de pánico o miedo.
Por otro lado, es importante que dejes de etiquetar a los demás en función de si cumplen o no con tus expectativas. Realizar este ejercicio hará que dejes de utilizar etiquetas contigo.
“Nos quejamos de los amigos porque exigimos de ellos más de lo que pueden dar”.
-Santiago Ramón y Cajal-
En este sentido, la empatía es una habilidad fundamental para practicar una exigencia sana tanto contigo como con los demás. Piensa cómo se sienten los demás cuando no alcanzan sus objetivos, piensa en cómo te sientes tú cuando las cosas no salen como tú querías. ¿Verdad que con sus sentimientos ya tienen bastante? No te enganches, aprende a poner pausa antes de crear una dificultad de la nada.
Equilibra tus intereses, bienestar y necesidades
Recuerda siempre por qué y para qué te exiges. Sobre todo plantéate: ¿cuáles son las consecuencias de mis exigencias? Si tu nivel de autoexigencia te provoca malestar, conflictos con tu familia, compañeros de trabajo o pareja es momento de ser más flexible y ajustar metas.
A largo plazo no te compensará ser tan exigente contigo mismo. Por ello, para ser capaz de practicar una autoexigencia sana tienes que equilibrar en tú día a día momentos de bienestar, placer y relax. No todo puede ser trabajo, obligaciones y perfección.
Por lo tanto, entre tus prioridades deben figurar momentos de desconexión. Cumplas o no con todas tus obligaciones, tienes que tener esos momentos de “cuidado” para contigo mismo. Así, un buen ejercicio para bajar tu exigencia y que esta sea sana es hacer descansos mentales. Esto significa que por lo menos cada una hora te muevas, bebas agua, apartes la atención de tus actividades y la dirijas hacia tus necesidades personales. La autoexigencia tiene que ser un medio no un fin.
“Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario”.
-Elbert Hubbard-
Recuerda que la autoexigencia tiene que ayudarte a dar pasos más allá de tu zona de confort, si te mantiene dentro de tus límites y no te deja avanzar por miedo a fracasar, no es sana. Está en tus manos ponerle freno, aceptarte un poco más y ser más flexible.
Si intentas cambiar tu nivel de exigencia y no eres capaz de hacerlo solo: pide ayuda. Existe un mundo de profesionales de la psicología altamente capacitados para ayudarte a ser una sana y excelente versión de ti mismo.